10 de Marzo de 1952 en Cuba: Golpe versus Revolución (primera parte).
"Un día se reunieron dieciocho aventureros. El plan era asaltar la República con su presupuesto de trescientos cincuenta millones. Al amparo de la traición y de las sombras consiguieron su propósito."
Fidel Castro Ruz. La Historia me Absolverá.
La última reunión se efectuaría en Kuquine. Todo quedaba listo para ser llevado a la práctica. Era incierto lo que hasta ahora hemos aprendido como la historia de un Golpe de Estado, sino de dos, y mucho menos cierta la proclama de esta acción militar sin el derramamiento de sangre.
El lunes 10 de marzo de 1952, el General retirado Fulgencio Batista y Zaldívar, aliado a sus fieles de la Marina y el Ejército, a espaldas de la Nación, del pueblo y de sus organizaciones representativas, toma la Fortaleza de Columbia y propicia desde allí un Golpe de Estado. Acto seguido, suspende las funciones del Congreso, pone en vigor la Ley de Orden Público, sube el sueldo a los complotados del ejército, restableciendo en el Servicio Activo a unos y retirando de éste a otros, establece la censura de prensa, altera la vigencia y sistema de organización de los partidos políticos mediante la derogación del Código Electoral de 1943; todo esto inspirado en un espíritu antipatriota y saboteador de las más sagradas normas del régimen democrático y progresista proclamado por la Carta Magna de la República de 1940. No obstante a esto, con total cinismo, aquel hombre erigido en poder omnímodo de la Nación, escribiría años más tarde que para lograr la confianza interna e internacional, la Revolución del "10 de marzo" mantuvo todas las normas, principios y garantías de la Constitución de 1940.1
En septiembre del 33 se cierra el período de los presidentes generales y doctores provenientes de las generaciones del 68 y el 95, para dar paso a la gobernación de los hombres de la generación del 30. En marzo de 1952 se clausura la etapa del "autenticismo", a tres meses y un día de unos comicios generales en que Batista es el candidato presidencial de ninguna posibilidad, salvo aquella esperanza que en algunos círculos de la Nación se reservaba al respecto de la fuerza demostrada en su Historia de Septiembre, al frente del Gobierno, y después del Ejército.2
Es de esta manera que se habla de dos etapas históricas en las que interviene Batista, haciendo uso de su fuerza en el ámbito militar, reafirmada en esta fecha. Dos lunes de años distintos avalarían al líder golpista, que antes también había sido acogido bajo la bandera gubernamental de la pentarquía, que presidió Grau San Martín.
El nuevo acto, que por demás significaba una humillación de la soberanía nacional, impedía las elecciones convocadas para el 1ro. de junio de 1952, cuyo rumbo, sobradamente reconocido, era guiado por los ortodoxos. De igual forma, se suspendía el ritmo constitucional inaugurado por la Constitución de nuevo tipo de 1940 y, en conclusión, agravaban los males sociopolíticos de la Nación. Al respecto, Fidel Castro, un año más tarde, en su Discurso de Autodefensa en el juicio por los sucesos del Moncada, señalaría:
"El 10 de marzo tiene lugar en el momento en que había descendido hasta el mínimo el prestigio del gobierno civil, circunstancia que aprovecharon Batista y su camarilla. ¿Por qué no lo hicieron después del 1ro. de junio? Sencillamente porque si esperan que la mayoría de la nación expresase sus sentimientos en las urnas, ninguna conspiración hubiera encontrado eco en la tropa.3"
El Autenticismo realmente en aquellas circunstancias se encontraba como acusaban estas sabias palabras, en total desprestigio. Los políticos y teóricos lanzaban de manera constante ataques crudos en este sentido; era honda la herida de la Nación hecha por los años de la aplicación de la Guerra Fría. Fiel a este sentir, Bohemia se hacía eco en la época en que previas elecciones, abundaban los eslogan que daban la bienvenida al nuevo ciclo electoral: "Contra el peculado y el gangsterismo" y "honradez y seguridad".
El gangsterismo abrió impunemente su torrente de sangre a partir del 44, y ocho años después continúa inagotable, siendo hoy la amenaza más grave que tiene la paz y el peligro más cierto de que se haga pedazos el ritmo constitucional.4
Pero, evidentemente, nada justificaba el asalto convocado en contra de la Ley y el Estado.
En su versión de años más tarde, el "líder" de aquel partido político -de Acción Unitaria- aseguraba que la situación del país le había obligado a encabezar "una revolución", jactándose del tiempo récord en que fue sometido el país al nuevo gobierno: cuatro horas.
Un Golpe de Estado de madrugada, justo a las 02:43 horas, tres minutos más tarde de la hora señalada inicialmente, sin una sola muerte, como ha sido entendido hasta nuestros días en los más estudiados textos de historia de Cuba5 y con un cambio de posta de último momento promovido por el propio dirigente de la acción, inspirado seguramente en una cuestión de seguridad personal ante la desconfianza sobre sus propios acompañantes.
A tono con su descendencia, por las venas de aquel hombre corría sangre mezclada de indios, negros y chinos. Un oriental devenido de agricultores que desde edades muy tempranas es obligado a trabajar. A los trece años queda huérfano y se convierte en un dependiente de tienda, más tarde mozo de mercancías, ferroviario y barbero. A los veinte años se incorpora al ejército, camino que guiará, en lo adelante, su destino y sus ambiciones. Se alista, es soldado, sargento de primera y se forma en dactilografía y taquigrafía. Participa en la oposición al Gobierno de Machado en contacto con células secretas del ABC.
El 12 de agosto de 1933, antes de la fuga del Tirano, Batista no es nadie: veintitrés días más tarde es el hombre más fuerte de Cuba, el Jefe de las Fuerzas Armadas.6
"El 4 de septiembre yo era sargento del ejército. Reinaba el caos como consecuencia de la lucha revolucionaria que derrocó al Presidente Machado el 12 del mes anterior. El país contaba sólo con un presupuesto de 45 millones de pesos, el precio del azúcar era muy bajo, los negocios estaban en precario y la población cubana sufría miseria. Con una conspiración rápida y una acción más rápida aún, llevé a cabo un movimiento revolucionario sin derramar una sola gota de sangre. Mi primera medida fue restablecer el orden. Se paralizó la cacería humana por las calles y se detuvo el saqueo. Los comunistas, que habían ocupado los ingenios azucareros, fueron expulsados de sus bateyes, protegiéndose a sus obreros en sus derechos y dándoseles garantías a la industria y al comercio. (...) De 1933 a 1939 hubo dos elecciones, una presidencial y otra constituyente. En este último año me retiré del Ejército y en 1940 fui electo Presidente. Cuatro años después mi adversario más encarnizado fue elegido por el pueblo. Esas elecciones, celebradas bajo mi orientación y autoridad, han sido las más honradas en Cuba, como las dos anteriores. Dejé al país gozando de prosperidad y de libertades plenas.7"
Sin duda alguna le caracterizaba su alta autoestima hacia sus gestiones en servicio de la Nación, más aún si eran realizadas en corto tiempo como en ninguna otra oportunidad por ningún otro.
Aunque para nada culto en su forma de hablar, hacia el año 1952, este hombre se ha transformado mucho en su obsesión de penetrar en la alta sociedad, divorciado en estos momentos de Elisa Godínez y con sus aspiraciones de recobrar la entrada al Club Biltmore, el más importante de La Habana. Es gordo y ha cambiado su primera esposa por una joven atractiva. El ocio le ha llevado a creerse realmente un coleccionista de objetos que pertenecieron a Napoleón.
El 10 de marzo obviamente abriría un capítulo importante para los legalistas nacionales que debatían el tema político como afín a su vocación, en lo concerniente a la base jurídica en la que asentaba al nuevo régimen. Según el propio líder golpista, aquella seguridad jurídica era fundamentada en la base moral del movimiento, un hecho probado con el respaldo de la opinión pública, que aplaudía la maniobra. En lo concerniente a los cambios constitucionales que operaban desde el propio día 10, argumentaba que se hacían necesarios para evitar que al amparo de las naturales preocupaciones que produce el nuevo Estado, los elementos perturbadores pudieran intentar desarticular el normal funcionamiento de las instituciones, afectando así el desenvolvimiento nacional, con perjuicio de las clases obreras y patronales. La Constitución y las leyes vigentes se respetarían y se cumplirían a cabalidad, bajo irrestricta inflexibilidad, dando el gobierno ejemplo de tal política legalista.8
1 Batista, Fulgencio: "Respuesta...", Imprenta Manuel León Sánchez S.C.L., México D.F., 1960. p. 19.
2 Mario Kuchilán Sol: "Los dos golpes del 10 de marzo". En Bohemia, 19 de enero de 1973, Nro. 3, p. 21. El subrayado es del autor.
3 Castro Ruz, Fidel: "La Historia me Absolverá". Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973. p. 47.
4 Andrés Rivero Agüero: "Gangsterismo y Autenticismo, ¿dónde comienza el uno y termina el otro". En Bohemia, 16 de marzo de 1952, p. 78.
5 No obstante, Alma Mater publicaba, en fecha de 30 de septiembre de 1956, que el propio día 10 de marzo, a las 03:00 horas, caía el Sargento Rosendo Hernández, opuesto al Golpe de Estado, que había salido en defensa del Poder Legítimamente constituido, y la Carta Magna que había jurado defender. En esta misma edición de la Revista de los universitarios, este hombre era calificado como el primer mártir del nuevo ciclo revolucionario.
6 Jean- Pierre Clerc: "Las cuatro estaciones de Fidel Castro. Una biografía política", Aguilar, Buenos Aires, 1997. pp. 70- 71.
7 Batista, Fulgencio: "Respuestas...", ob. Cit. pp. 302-303.
8 Las declaraciones de Fulgencio Batista citadas tomadas de: "Ya se acabaron los gángsters", entrevista realizada a Fulgencio Batista el día 11 de marzo de 1952 en Columbia y publicada el día 16 de marzo en Bohemia por Rodolfo Rodríguez Zaldívar.
Réplica y comentarios al autor: llody@fd.uo.edu.cu
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