Encuentros y desencuentros
Los recientes acontecimientos a raíz de la cumbre mundial sobre la financiación del desarrollo, celebrada en la Sultana del Norte del 18 al 22 de marzo del 2002, pone al descubierto muchas circunstancias en el triángulo de las relaciones diplomáticas entre México, Cuba y los Estados Unidos.
El Canciller mexicano, Jorge G. Castañeda, ha sido objeto de furibundos ataques por parte del gobierno cubano, incluso llegando las acusaciones al plano personal.
Si bien es cierto que la política exterior del Estado Mexicano se está reposicionando y que este proceso se debe dar con una cuidadosa y profunda visión de Estado, también es cierto que las relaciones entre las naciones no son estáticas y deben evolucionar de acuerdo a las cambiantes circunstancias geopolíticas de los países.
También debemos considerar que la llegada al poder en México de un Presidente no emanado del partido que durante mucho tiempo se cobijó en la revolución mexicana, significó de alguna forma desvincular la fraternidad entre la revolución cubana y la nuestra.
Sin embargo, esta nueva circunstancia no representaba por sí sola un distanciamiento con respecto al pueblo cubano, muy por el contrario, el nuevo gobierno mexicano tenía la obligación de incorporar a las otras visiones de Cuba que han sido relegadas por el régimen actual de la isla. En esta renovada perspectiva, las relaciones entre México y Cuba tienen la posibilidad de crecer y enriquecerse gracias a una dinámica más incluyente de ambas sociedades, tanto en nuestros territorios como en las sociedades que mexicanos y cubanos hemos edificado en otros países, principalmente en los Estados Unidos de Norteamérica. Consideremos el gran potencial que seguramente se puede generar al fortalecer y auspiciar las relaciones económicas, políticas y culturales entre los inmigrantes cubanos y mexicanos que residen en Estados Unidos; unos forzados a abandonar su país por razones políticas y otros por la precariedad económica que limita su calidad de vida.
Seguramente la influencia de los mexicanos en California, Illinois y Texas facilitaría a la minoría cubana su adaptación; de igual modo, la influencia de los cubanos en la Florida y Nueva York coadyuvarían a una mejor integración de la minoría mexicana. Bajo esta misma dinámica, el respaldo entre mexicanos y cubanos residentes en España lograría fortalecernos en forma conjunta en los proyectos que la Unión Europea tiene para América Latina.
Así como en nuestra nación, existen diversas visiones del proyecto de país al que aspiramos los mexicanos; en Cuba existen otras voces distintas a las del gobierno que plantean otras opciones para su desarrollo. Podemos estar o no de acuerdo con sus propuestas, pero tenemos la obligación de respetarlos y darles un espacio libre de expresión.
Los liberales mexicanos promovemos el respeto a los derechos fundamentales del hombre en nuestro país y en las demás naciones del orbe; en el reciente 51º congreso celebrado en Budapest por la Internacional Liberal, se presentó como propuesta de resolución la necesidad de abrir las fronteras de la Isla para la visita de observadores en materia de derechos humanos, así como el cese del embargo comercial de los Estados Unidos a Cuba. Ahí fuimos informados que lo que está provocando dicho embargo es una aberrante simulación social: existencia de cuantiosos negocios a costa del sufrimiento del pueblo cubano; las actitudes radicales tanto de algunos funcionarios en La Habana como de algunos legisladores de la Florida que están alentado directa e indirectamente el tráfico de personas, medicamentos y alimentos, haciendo de estas manifestaciones "de ayuda", nuevas formas de esclavitud, que bien podrían ser llamados secuestro de estado. Cómo le llamaría usted, amigo lector, al hecho de que profesionistas cubanos que trabajan con contratos en el extranjero son obligados a pagar un gran porcentaje de su salario al gobierno cubano; de no hacerlo... generalmente existe un familiar en la Isla que se constituye prácticamente en un rehén.
Quienes asistimos al citado congreso, creemos firmemente que en el tercer milenio, la humanidad no se puede permitir la continuación de formas sistemáticas que lastiman la dignidad de las personas. Ahí, en Budapest, se hacían las siguientes preguntas:
¿Cómo explicar que ciudadanos cubanos residentes en el exterior tengan que pagar una visa para poder ir de visita al país que los vio nacer? ¿Cómo denominar a la entelequia de la libreta de abastecimiento? ¿Qué calificativo merece el que un extranjero con divisas puede recibir atención médica de primer nivel y un ciudadano cubano tenga que mendigar por medicamentos y un quirófano higiénico? ¿Cómo entender que la lucha contra el analfabetismo se constituyó en simple instrucción, olvidándose del concepto integral de la educación?
El gobierno cubano no puede pretender distraer a la opinión pública internacional en estos momentos con falsos artificios, montando toda una escena de ser una víctima desprotegida. En Ginebra, habrá de someterse en los próximos días el tema del respeto a los derechos humanos en Cuba. Funcionarios cubanos de diversos niveles, en su deseo de exhibir el posible sentido que tendrá el voto mexicano, intentan curarse en salud y decirle al mundo que los mexicanos somos viscerales e irreflexivos. Quien piense así se equivoca, y denota una profunda desesperación por la falta de argumentos sólidos, además de una memoria endeble en materia de diplomacia.
La sumisión no es una opción para los pueblos dignos que pueden ejercer su libertad a decidir cuál debe ser el rumbo de sus destinos; los liberales expresamos nuestros solidarios votos para que la nueva relación entre los pueblos de Cuba y México sea por el bien, la dignidad y el respeto a los seres humanos.
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