Uno de los elementos más lamentables que forman parte de nuestra cultura política es el poco valor que le concedemos a la palabra empeñada, al compromiso asumido, ante uno mismo y ante la sociedad.
En ese sentido, y quizás llevados por la arraigada costumbre del político mexicano a no responder por sus compromisos adquiridos, tendemos a no concederles crédito cuando en sus campañas electorales nos ofrecen que -de arribar al poder- impulsarán una serie de demandas con las que un número importante de los ciudadanos nos sentimos identificados.
El 17 de abril del 2000 dirigí una carta a Cuauhtémoc Cárdenas invitándole a declinar su candidatura a la presidencia en favor de la de Vicente Fox para construir un cogobierno de transición a la democracia. La razón para ello era que su candidatura no tenía en ese momento ninguna oportunidad de triunfo. Existía el antecedente de que el PRD, el PAN y otros seis partidos de oposición habían elaborado una plataforma electoral común con la idea de conformar una alianza para conquistar la presidencia de la República. Al final no hubo acuerdo porque ni Vicente Fox aceptó ir a un proceso de elección directa por temor al madruguete de las prácticas electorales perredistas, ni Cárdenas aceptó someterse al resultado de encuestas argumentando que era preferible una elección directa de carácter democrático.
Nunca olvidaré que el 29 de mayo de ese año, en el acto en el Hotel Fiesta Americana donde Vicente Fox firmó la plataforma electoral mencionada, el ahora presidente me tomó del brazo en dos ocasiones para decirme: No les fallaré. Usó esa misma frase al despedirse.
La respuesta de Cárdenas a mi invitación a declinar fue negativa. En su carta del 18 de abril argumentó que no declinaría porque Vicente Fox y el PAN eran representantes de la antipatria y la reacción, y que porque aún creía que había tiempo para remontar en su favor la intención de voto que, reconocía, le era adversa. Consideraba que declinar era fallarse a sí mismo y al país. Argumentó además que la historia del PAN era la historia de la traición y por ello me invitaba a no confiar en la palabra de Vicente Fox. Sólo en esto último, debo reconocerlo públicamente, Cárdenas acertó. Fox no cumplió su palabra.
Opiné entonces y sigo pensando que el hecho de no coincidir en diversos asuntos ni con el PAN ni con Vicente Fox no implica que les considere traidores ni antipatriotas. Simplemente reconozco que impulsan honesta y legítimamente un proyecto de nación distinto al que impulsamos desde la centroizquierda. Proyecto de centroderecha al que invité a Cárdenas a acotar. Los contrapesos de un cogobierno, al final no se dieron porque Fox no cumplió su palabra de construir un gobierno plural e incluyente. De haberse dado hubieran permitido construir un gobierno de transición a la democracia que impulsara la Reforma del Estado.
Por ello el 12 de marzo del 2002 entregué una carta pública de deslinde dirigida al licenciado Vicente Fox. En esencia las razones para deslindarme están en el incumplimiento de sus compromisos de campaña más importantes y por haberse aliado al PRI.
Aunque es cierto que no esperaba una respuesta pública del presidente a mi carta, sobre todo después de un año de desdén a las posturas de los grupos de centroizquierda, sí esperaba una pequeña nota, un comentario. Nunca llegó. El que calla otorga, dice el refrán popular.
Réplica y comentarios al autor: drhectorcastillo@hotmail.com
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