Una mirada a dos años de transición.

La semana pasada se cumplieron dos años de aquel determinante 2 de julio del 2000, una fecha que habremos de recordar todos los mexicanos en virtud al esfuerzo que significó el progreso de nuestra democracia. En este 2002, se hacen necesarias las evaluaciones, el reflexionar acerca de las muchas expectativas generadas por el cambio de partido gobernante y mirar serenamente el horizonte de lo que nos falta por hacer.

En muchos aspectos, la sociedad nacional no ha dejado de ser lo que era en el pasado, ni tampoco acaba de ser el proyecto que muchos anhelamos y deseamos en un futuro cercano; es lógico que así suceda, modificar sustancialmente los usos y costumbres de muchos años, requiere la formación de nuevas generaciones con otra mística de Nación.

Los liberales nos incorporamos al debate político para aportar lo mejor del liberalismo humanista, y así contribuir a la formación comprometida de los mexicanos que ya están aquí reclamando su espacio. Nos anima la emoción del hacer por los nuestros, teniendo como faro de orientación la libertad con responsabilidad.

A favor de la actual administración está el haber logrado una transición de poderes en paz, sin grandes sobresaltos para la estabilidad social, rompiendo en cierta medida los paradigmas anclados en la sociedad mexicana. También reconocemos el esfuerzo de los principales actores políticos al dotarnos con nuevas formas de gobernar.

Una de las asignaturas que más se ha publicitado, es el trabajo desempeñado en la defensa de los Derechos Humanos de inmigrantes e indígenas, así como los efectos del genocidio. Sin embargo, mucho más allá de la propaganda gubernamental, se encuentra la firme determinación del pueblo de organizarse para reclamar equidad y justicia.

Los asuntos pendientes por resolver en la vida del ciudadano promedio tienen que ver con la falta de seguridad y con el estancamiento de la economía. Nuestra gente lo que pide son oportunidades tangibles de bienestar, y rechaza, harta ya, las quimeras declarativas de algunos funcionarios.

En general, los mexicanos han comenzado a preguntarse sobre la utilidad que ha tenido en sus vidas el haber votado a favor del cambio de gobierno, y si esta condición por sí sola bastaba para resolver los problemas de fondo en el país.

El tema de Chiapas y los movimientos guerrilleros de Oaxaca y Guerrero son agendas latentes por resolver. Tenemos como muestra el lamentable caso de Aguas Blancas, que nos recuerda la marginalidad y el olvido que prevalece hacia las minorías indígenas. También lo es el debate y la pronta solución acerca de cómo debemos proceder con el IPAB, al ser la herencia en bruto del FOBAPROA.

Los liberales vamos a contribuir y a participar en la transición balanceada del régimen político; trabajamos con emoción y el deseo de dar rumbo y liderazgo a la evolución social mexicana vinculada con los valores de lealtad, disciplina y honradez.

Hacemos una amplia y atenta invitación a todos aquellos mexicanos que deseen aportar su creatividad y entusiasmo en esta apuesta por México. Somos una opción con posición que trabaja afanosamente en la creación de espacios éticos para la política.

Con el reconocimiento por parte del Instituto Federal Electoral a dos partidos políticos nacionales -El Liberal y México Posible-, se imprime un renovado impulso a la transición democrática mexicana.

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