El Partido Liberal Progresista Mexicano nace en un contexto adverso.
Los delitos cometidos por los dirigentes de partidos políticos en su financiamiento durante el último proceso electoral del año 2000 -fundamentalmente- han ido minando la confianza (si es que alguna quedara) de la ciudadanía en las organizaciones partidistas. Tal como señalan las últimas encuestas del gobierno federal, el ciudadano típico no considera a los partidos como una opción para resolver sus problemas inmediatos ni mediatos, sino como entes absorbedoras del erario, el cual engullen con singular alegría y sin proporcionar nada a cambio.
Bajo ésta coyuntura, quienes consideramos el proyecto liberal como la alternativa para el desarrollo democrático de nuestro país, tenemos ante nosotros una doble lucha:
- Convencer a la ciudadanía que la nuestra es una opción válida y con proyecto y,
- Convencerlos de que los partidos políticos son necesarios para el buen funcionamiento de nuestro país.
En este sentido, y considerando que desde mi personal punto de vista vivimos prisioneros de una partidocracia que nos ha llevado a extremos a veces risibles (como el momento en que el titular del Ejecutivo pactó con ocho líderes nacionales de partidos políticos una agenda para el desarrollo del país, cuando ésos ocho líderes no representaban, ni representan ahora, siquiera un 10% de la población mexicana), cabe preguntarse ¿por qué sugerir que debemos convencer al ciudadano de que los partidos políticos son necesarios y que, ahora sí, el Partido Liberal Progresista llegó para lograr el desarrollo?
Remontémonos al origen mismo del Partido.
El Partido Liberal Progresista es fruto del esfuerzo de, inicialmente, grupos masónicos, acostumbrados por definición, a luchar por la búsqueda de la verdad para el progreso de la humanidad. Definamos a la masonería, antes de continuar, como una religión (religión f. Conjunto de creencias y prácticas relativas a lo que un grupo humano, o un individuo, considera como sagrado, especialmente la divinidad), en la cual, los iniciados practican la fraternidad, el amor al prójimo, el respeto, la sinceridad, la filantropía, la solidaridad. Siendo nuestro Partido una organización política cuyos fundadores han sido personas acostumbradas per se a actuar en consecuencia de los intereses de la colectividad, tenemos un primer paso sólido hacia cómo llegar a la ciudadanía en general. Nuestra organización política está formada con base en la verdad, la justicia y la solidaridad. Esto no es un lema de campaña; su esencia viene de ahí.
Ahora bien, los partidos políticos han sido el objetivo de diversos grupos de poder, esencialmente económico, para hacerse de mayor poder, y así tener la facultad de dominar la inmensa arca que significa el ejercicio de gobierno en su propio beneficio. En nuestro partido, debemos entender a la organización como un medio para el ejercicio de la responsabilidad de coordinar los esfuerzos de nuestros compatriotas para llegar a mejores y mayores estadios de vida; para lograr su desarrollo personal, familiar y comunitario, en beneficio de la mayoría, no de unos cuantos que siguen concentrando el poder.
Nuestra piedra en bruto es el ejercicio mismo de dicha responsabilidad; nuestras herramientas para pulirla son nuestro partido como único medio legalmente reconocido por el sistema jurídico para participar en procesos electorales y; nuestra propia capacidad de aprendizaje, trabajo y enseñanza.
Partiendo de éstas premisas, definamos entonces: El Partido Liberal Progresista es una organización política legalmente constituida por hombres y mujeres libres, cuya fundamental misión es el promover la cultura, el desarrollo social, político y económico en beneficio de la colectividad, impulsando principios de solidaridad, fraternidad, filantropía y comunitarismo.
El Partido Liberal Progresista debe crecer como una organización autofinanciable, autogestiva, que luche por cumplir el ineludible compromiso de los mexicanos con la democracia, la justicia y la equidad social, compromiso que hace indispensable ampliar para mejorar las opciones de participación en la vida política económica y social de nuestra Nación, enriqueciendo con ello, la posibilidad de lograr un gobierno democrático, justo y socialmente responsable.
La pluralidad democrática es condición sine qua non para alcanzar mejores estadios de vida. Además, evita la generación de cacicazgos y elimina los cotos de poder de aquellos grupúsculos que están más comprometidos con resolver su situación patrimonial personal que con la fortaleza y el desarrollo de los habitantes de nuestro País. Estos defectos anidan en la mayoría de los partidos políticos en México. No obstante, esta pluralidad reconoce la presencia y representatividad de minorías que exigen ser escuchadas y que han sido tradicionalmente ignoradas.
El Partido Liberal Progresista debe dar cuerpo al esfuerzo que todos y cada uno de quienes participamos en él, hemos venido realizando en la vida política de México, como una opción social, de visión comunitaria, cuya única aspiración es la de servir de herramienta para que los mexicanos logremos lo que debe ser parte fundamental en la vida de la Nación: la participación del pueblo en las determinaciones del ejercicio del poder público; el verdadero gobierno mandatario de la voluntad soberana de quienes son gobernados; el mandar obedeciendo, para alcanzar una vida digna para todos los mexicanos.
A partir de hoy, debemos entender a las organizaciones políticas como el vehículo que dé voz a todos los sectores de nuestra sociedad, mayoritarios o minoritarios, pues nadie puede ser conculcado del derecho de ser oído y de participar en las decisiones de gobierno.
Debe animarnos el espíritu del liberalismo democrático y con visión social; no aquél que utiliza el poder para que el pueblo sea humillado por igual y la casta gobernante se sirva de él y perciba privilegios sólo reservados para quien se siente superior a los demás; no aquél anquilosado y pendiente de la palabra y acción del caudillo, ni el que surge como moda y le sirve de comparsa al arribo al poder de la derecha fascista que rebosa moralina al exterior desde la propia podredumbre personal de quienes la integran, sino un liberalismo que realmente impulse la participación en comunidad, el progreso, el cooperativismo, la autogestión, la unión fraterna entre ciudadanos para luchar juntos por un mismo ideal.
Un liberalismo moderno, renovado, que conozca y reconozca las necesidades de una sociedad globalizada, con la capacidad necesaria para generar sinergias y encontrar caminos alternativos para el desarrollo, dentro de un proceso de liberalización de mercados despiadado, que consume, día con día, los esfuerzos de los habitantes de las zonas más depauperadas, con la voracidad de un Leviatán encarnado en los dueños, poquísimos dueños, de los capitales financieros, que actualmente dominan el mercado.
No debe darse una lectura en el sentido de que se busca retomar e impulsar la antigua idea del Estado propietario sino, al contrario, debe ser nuestro interés desarrollar a la sociedad propietaria de los medios de producción, privilegiando la inversión productiva sobre la especulativa y la meramente comercial, pues sólo la producción genera ingresos y fuentes de empleo estables que contribuyan al desarrollo económico del país.
Es la participación de una comunidad autogestionaria en su conjunto, organizada a través de estructuras ágiles y totalmente horizontales, la que garantizará realmente la transición a la democracia en nuestro país y el crecimiento de la estructura del Partido, para lo cual habrá que realizar alianzas con todos aquellos partidos y organizaciones políticas y sociales que garanticen tomar en cuenta las aspiraciones y decisiones del pueblo mexicano.
Para lograr la participación de la sociedad en el crecimiento y consolidación del Partido, debemos aplicar una política popular, una política de masas, a través de la cual lleguemos a las fibras más sensibles de todos los mexicanos, para poder mejorar su calidad de vida, adaptando su entorno a sus necesidades y requerimientos.
Nuestro objetivo, entonces, deberá ser provocar el interés del pueblo mexicano en los asuntos del Estado, impulsando la autogestión para la canalización de sus luchas. Debemos capacitar políticamente a todo ciudadano que pueda ser capacitado y el Partido debe ser la herramienta para lograrlo.
El Partido Liberal Progresista cuenta con la capacidad estructural de desarrollar un eficiente sistema de capacitación popular, no una simple escuela de cuadros, donde más que capacitar, sólo se refuerzan conocimientos en compañeros que, de una u otra manera, ya los han adquirido por sí mismos o por otros medios. El Partido debe desarrollar un sistema de educación propio, si es necesario, alternativo al sistema educativo "oficial" que nos permita llegar tan lejos y tan profundo como sea necesario en las comunidades mexicanas.
¡A construir el partido que todo México necesita!
Réplica y comentarios al autor: rosiscderl@prodigy.net.mx
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