La capacidad del nuevo gobierno federal para tropezar, enredarse, generar conflictos donde no los hay, y para complicar aquellos ya existentes, no tiene parangón en la historia de las transiciones a la democracia del mundo. El origen fundamental de esta propensión a complicarse la existencia está muy probablemente en la decisión del presidente de dejar en manos de sus secretarios de estado las decisiones de cada sector. Si las secretarías son vistas por sus encargados como una especie de feudo, es natural que surjan políticas públicas enfrentadas en aquellos casos donde las actividades de las secretarías se traslapan. Y una mayor confrontación irá surgiendo a medida que el tiempo avance y se acerquen las fechas importantes del calendario político electoral. Sobre todo entre los suspirantes que ya calientan y se preparan sin disimulo.
Es indudable que existen otras razones asociadas que explican la propensión al conflicto. Como la falta de oficio político de la mayoría de los funcionarios de alto nivel. El desprecio que la administración de Vicente Fox y el presidente mismo sienten hacia el político profesional (al que imaginan necesariamente como un personaje corrupto) ha ocasionado que los grandes proyectos y las esperadas reformas estructurales que el país necesita urgentemente estén atoradas en el congreso. El desafío de la administración federal a uno de los sindicatos más poderosos del país, al mismo tiempo que se trabaja en el congreso para conseguir hacer pasar una reforma estructural sobre asuntos de energía, revela ingenuidad -cuando no torpeza- de los asesores del presidente. Y hace ver muy mal al Secretario de Gobernación, Santiago Creel.
El PRI, es cierto, no está más en los pinos. Al menos por el momento. Pero el dinosaurio y sus retoños deambulan y ocupan un importante número de curules en la cámara de diputados y en la de senadores. Se requiere del voto de un número importante de ellos para conseguir avanzar en las reformas estructurales. Es un hecho que estos personajes -la mayoría de pobre vocación democrática- cerrarán filas para impedir que el nuevo gobierno consiga avanzar en dichas reformas. El presidente y su gabinete, parecen no haberse dado cuenta que la lucha por el poder subsiste y que el PRI y el PRD le apuestan a su fracaso. El tiempo avanza; han transcurrido dos años de tropiezos y resbalones y la oposición visualiza que mientras menos compromisos y promesas de campaña cumpla el gobierno federal, más oportunidad de conseguir la presidencia en el 2006 tendrán ellos. El país puede esperar, parecen decir.
Pero no solamente en el congreso están vivos los dinosaurios, los hay en la estructura del gobierno federal, trabajando como hormigas para reconquistar el poder en el 2006 con Roberto Madrazo como el candidato de la restauración. Muchos de estos priístas fueron invitados por el presidente mismo a colaborar. Quizás ocurrió así porque muchos de ellos lo apoyaron en su campaña, como el caso del actual Subsecretario de la Contraloría y quien fuera contralor del IMSS en la administración de Ernesto Zedillo. Pero ahí están también Santiago Levy y el propio secretario de hacienda, Francisco Gil Díaz entre los más relevantes.
La curva de aprendizaje del presidente y su gabinete ha sido muy prolongada. Se ha extendido de más y se juntará muy probablemente con el calendario electoral del 2003. Habrá en ese año, en mi opinión, un voto de castigo y una gran abstención. Llegaremos a ese punto muy probablemente sin las reformas estructurales y en relativa crisis política. Es probable que la composición del congreso federal no sufra cambios importantes en sus porcentajes ni en la calidad y honestidad de sus integrantes. En ese nuevo escenario, al día siguiente de las elecciones federales del 2003, comenzará la lucha abierta por la silla presidencial. Con un presidente débil y relegado que careció de oficio y valor, a la hora de la verdad.
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