La visita del presidente de E.U. a nuestro país dejó más claro que nunca, la sumisión de México ante su vecino del norte. Parecía que lo que los presidentes de traje y corbata no pudieron hacer, lo haría nuestro hombre de rancho, salvaje y tosco, pero no fue así.
La visita se redujo a un acto político en el que George Bush y los norteamericanos confirmaron que México primero viola su soberanía y principios (como la Doctrina Estrada) antes que levantar un poco la cabeza para intentar "rebelarse". Sin embargo, el gobierno nos dice que debemos sentirnos privilegiados porque México fue el primer elegido por el "tabasqueado" presidente de Estados Unidos.
Ni hablar, a Fox le quedaron sueltos sus pantalones rancheros para asumir el aparente nuevo liderazgo de México que buscaría una relación bilateral justa y benéfica.
¿Tenemos que resignarnos a resolver el problema del narcotráfico de E.U. desde México? ¿A seguir alineándonos con éste adoptando medidas como el Horario de Verano, sin importar que hayan cuatro husos horarios en el país? ¿Tenemos que apoyar la guerra internacional cuando ni siquiera podemos controlar la nacional?
Como que a Fox ya se le olvidó que E.U. no siempre es omnipotente y que económicamente podemos ejercer presión no para abusar, sino para hacernos respetar. Sólo hay que recordar, por ejemplo, que el "Efecto Tequila" puso a temblar la economía de E.U. hace unos años.
No cabe duda que en materia de política exterior nuestro país va en un agudo retroceso que se trata de tapar con populismo y prácticas demagógicas, y que mientras la población caiga en estos juegos, no podremos ayudarnos a mejorar.
Mauricio Ortega
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