Desde antes de que asumiera el cargo de jefe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador, prometió gobernar por y para los pobres. Este lema de campaña -quizás poco novedoso en la política mexicana- determinó en cierto grado la línea gubernamental que seguiría en su mandato.
Hace dos años, dijo que haría una consulta pública en la que la gente votaría por su estancia o salida del cargo. En el momento, su oferta pareció atractiva para ciertos sectores de la sociedad que postraron sus esperanzas en el candidato perredista.
Ya al final del año 2002, sería todavía prematuro realizar un balance sobre su gobierno; determinar si éste ha cumplido efectivamente sus propuestas, y si aún conserva los valores, ideales y propuestas con los que inició hace dos años.
Sin embargo, con la consulta del segundo fin de semana decembrino, es el mismo Andrés Manuel López Obrador quien nos invita a reflexionar sobre su actuar en el poder, y es también él quien sugiere enjuiciarlo y descartarlo como candidato a cualquier cargo político.
De los resultados de su consulta telefónica nada nos puede sorprender: siempre vota un sector muy pequeño de la población -probablemente toda la base perredista y afiliados "sentimentales"-, y curiosamente siempre sus propuestas, a pesar de todo y todos, salen adelante. ¿Qué valor democrático tienen sus consultas telefónicas, si en ellas participa una minoría de los ciudadanos del Distrito Federal?
En ese sentido, ¿por qué siempre ha participado poca gente en las consultas de AMLO? Podríamos deducir una respuesta cercana a la realidad. Tras dos años de gobierno, los desplantes de López Obrador, su irrefrenable impulsividad, su caprichosa forma de gobernar, su notable interés por la candidatura presidencial del 2006, y en sí, el populismo con el que buscar llamar la atención de la población, ha creado un efecto de indiferencia hacia su persona y sus proyectos por parte de la sociedad. Esto ha quedado demostrado en sus "ejercicios democráticos", ya que seguramente la mayoría de la gente que no votó no cree en sus consultas.
El equipo de gobierno de AMLO no debiera conformarse con la victoria aplastante del jefe de gobierno en la consulta; en su lugar, y para demostrar un poco de seriedad e interés en su relación con los gobernados, podría investigar por qué tantos miembros del padrón electoral no votaron, y si lo hubieran hecho, cuál hubiese sido su decisión. Sin duda, esto arrojaría una visión verosímil sobre la aceptación de AMLO en el Distrito Federal.
El gobierno de López Obrador vuelve a ser un régimen más de promesas de campaña, de ideales de escritorio y de pocos avances. Sin descartar algunos aciertos en su gobierno, en estos dos años nuestro jefe de gobierno no ha cumplido: el segundo piso que ha causado tanta animadversión en los defeños, no beneficiará directamente a los pobres de México; los recursos destinados a su revista "cómic" -literariamente absurda y poco convincente- bien podrían ser empleados para mejorar el servicio de microbuses de la ciudad, por ejemplo.
Si López Obrador cree tanto en sus consultas, ésta última debería servirle para rectificar un poco y empezar a trabajar con el empeño y la seriedad que un cargo tan importante exige. Que deje de lado sus valores perredistas altaneros y contestatarios por inercia, para que inicie con inteligencia y convicción una verdadera restauración social en la ciudad. Ésa podría ser su magna obra sexenal más redituable para el 2006.
Réplica y comentarios al autor: ortega_mau@yahoo.com.mx
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