A mediados de septiembre del 2000 me buscó, para conversar, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, líder estudiantil del 68 y amigo de mi familia a quién conocí en la crujía M de la cárcel de Lecumberri en 1969. Preocupado, me dijo que algunos amigos cercanos al entonces presidente electo me sugerían que "le bajara de huevos" y que me alejara de las "malas compañías". Esa misma semana, Lucero Henríquez, experredista e impulsora del llamado voto útil me hizo un comentario similar: "Ten cuidado", subrayó.
A pesar de que Vicente Fox aprovechó en su campaña para atraer el voto útil la presencia del exguerrillero y expreso político Mario Rechy Montiel, su participación en el equipo de transición encargado de los asuntos del campo molestaba a los grupos conservadores cercanos a Fox. La supuesta tendencia de Mario Rechy a filtrar la información que se generaba en la mesa agropecuaria molestaba particularmente a Javier Usabiaga.
Por aquellos días un profesor amigo de la universidad me previno sobre los riesgos de no estar en sintonía con el amigo y socio agropecuario de Vicente Fox, Javier Usabiaga. "La Ciudad de México es un lugar muy peligroso", decía además un anónimo al que no presté en aquellos días realmente importancia.
Platiqué sobre esta situación con Rodolfo Elizondo. Él ofreció apoyarme en mi intento de realizar una serie de foros agropecuarios y de desarrollo rural en todo el país. La idea de los foros era promover la participación ciudadana a través de las instituciones de educación y de las organizaciones de productores, con la intención de rescatar proyectos agropecuarios que dieran posibilidad de desarrollo integral al campo mexicano. Se trataba también de corresponsabilizar a la ciudadanía (institucionalmente) con el proceso de cambio en el medio rural. Para ello me reuní a las 5:30 de la tarde del 20 de septiembre de aquel año con Rodolfo Elizondo y Javier Usabiaga en la calle de Prado Sur 620.
El poco tacto político de Usabiaga le hizo decir: "tú crees que te tenemos entre nosotros para disimular, pero no es así, tus ideas son la razón de tu presencia en nuestra mesa y de mi respaldo. Pero me agradaría que esos foros no involucraran a la agricultura, sino sólo a la ganadería". Eso acordamos. Al final insistió. "Este es un gobierno empresarial. Que participen de preferencia grandes productores. Invita sólo a productores líderes". Los empresarios, había señalado alguna vez Julio Scherer Ibarra, son excluyentes por definición. Usabiaga lo demostraba en su comentario final. Usabiaga tenía desde entonces especial aversión por las organizaciones corporativas del agro y me hizo saber después que en lo posible evitara involucrar en dichos foros a los líderes de la Confederación Nacional Ganadera (CNG) y a los de la Confederación Nacional Campesina (CNC).
Rodolfo Elizondo se despidió de mí y comentamos sobre un ejemplar de la Revista Generación, que dirige Carlos Martínez Rentería, en donde en un artículo titulado Cero Censura se presentaba una mezcla de fotos en las que una joven se mostraba desnuda rodeando a Vicente Fox en un fotomontaje. Supe por Rodolfo Elizondo que la foto había hecho reír al presidente, pero que había molestado a su entonces vocera.
Usabiaga me ofreció la Dirección General de Ganadería. Me dijo que era en atención a una sugerencia de Vicente Fox. "Pero preferiría que no aceptaras", me dijo. "Piénsalo bien. No quiero tener en mis manos tu renuncia en unos tres meses".
A Usabiaga le molestaban las opiniones distintas de la suya. Le gustaba en cambio el trato subordinado y le desagradaba particularmente mi opinión crítica. Por ello, cuando más tarde inicié mis colaboraciones en las revistas Siempre y Quehacer Político, en tono de broma me dijo: "ya no escribas tanto".
Hacia el final del 2001 se inició un proceso de intimidación, acoso y amenazas. Cuando me deslindé públicamente del nuevo gobierno, la presión aumentó. Se intensificaron las intimidaciones, particularmente las llamadas telefónicas anónimas. Gracias a la intervención oportuna y amable de Ramón Muñoz, Jefe de la Oficina para la Innovación Gubernamental de la Presidencia de la República, pude entrevistarme con el ingeniero Genaro García, Director General de la Agencia Federal de Investigación (AFI), dependiente de la Procuraduría General de la República. Los agentes de la AFI rastrearon y grabaron el comportamiento (que ellos mismos calificaron de extraño) de un par de teléfonos celulares clonados, y de un número importante de llamadas desde teléfonos públicos que se comunicaban entre sí, además de una decena de correos electrónicos.
Al final no pudieron dar con quienes nos intimidaban. Sabían que una llamada había salido de oficinas de Sagarpa y otras dos de un conmutador de la Secretaría de Gobernación. Algunas más salieron del conmutador de la UNAM. Una llamada desde un teléfono público ocurrió después de una reunión en una oficina de Sagarpa. Quien llamó describió la ropa que yo llevaba aquella mañana. Mencionó una camisa que solamente pudo ser vista cuando me quité la chamarra en dicha reunión. Los agentes de la AFI no pudieron colectar huellas digitales de los diferentes teléfonos públicos, a pesar de conocer la hora de la llamada y tener los teléfonos identificados. Me encontraba además en un dilema. Si denunciaba y hacía pública la intimidación de que era objeto se corría el riesgo de ahuyentar y dificultar la posible identificación de los autores de ésta. Además, como ocurrió más tarde, otros podrían buscar pescar a río revuelto dada mi continua crítica en los medios al PRI, PRD y PAN. Genaro García me sugirió esperar un poco.
Después de esperar unos meses decidí levantar en enero del 2002 una denuncia en la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal (PJDF), donde después de rendir declaraciones y acudir en varias ocasiones se reunieron cientos de hojas con base prácticamente en declaraciones propias, como un modo de justificar que ellos hacían algo al respecto. La PJDF tampoco pudo concluir nada. La ineficiencia policiaca me produjo una sensación de frustración y abandono.
Gracias a la intervención de Santiago Creel, pude reunirme después con el licenciado Guillermo Medina Mora, director del CISEN. Éste me comentó sobre el caso de Germán Dehesa: se trató del acoso de un aficionado, dijo. No era mi caso. Del CISEN enviaron agentes a mi casa, revisaron mi computadora, rastrearon correos electrónicos y llamadas. Contactaron a la AFI. A pesar de existir varias decenas de llamadas y mensajes no encontraron nada ni a nadie. De todo ello supo la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) según consta en su expediente número 2002/662-4.
La falta de resultados de la AFI y del CISEN en un asunto tan simple me preocupó. O los encargados de las investigaciones federales del nuevo gobierno carecen de la preparación necesaria para hacer su trabajo, o bien no hicieron nada porque hallaron detrás de estos actos a gente importante de la nueva administración federal. Además, a diferencia de los casos de intimidación a Sergio Aguayo y Germán Dehesa, donde el presidente Fox les hizo llegar una nota solidaria, en mi caso y a pesar de haber participado en su campaña presidencial no hubo un solo comentario. Hay silencios que dicen más que muchas palabras. Son, por decir lo menos, sospechosos. Yo sabía que al presidente le molestaba lo que escribía en los medios. "El presidente no merece lo que dices de él en el diario La Crónica", me dijo Ramón Muñoz meses antes de que este diario, donde escribí gratuitamente por 26 semanas, decidiera no publicar más mis colaboraciones.
Recuerdo que a pesar de que yo era el único de los colaboradores de La Crónica de Hoy que había participado en la campaña de Vicente Fox, para mi colaboración del 2 de Julio del 2002 me pidieron comprensión. "Será -la de mañana- una edición de aniversario. Es un favor Héctor. Nos comprometemos a publicar lo que tengas que decir del 2 de julio el próximo 9 de julio" me dijeron el primero de julio por la mañana. El comentario era claro. Se trataba de un acto de censura pactado. El favor no era mío. Era del diario para el presidente, siempre tan preocupado por su popularidad.
Nunca olvidaré cómo en un desayuno con los periodistas de Siempre en el que estuvieron Beatriz Pagés y Sergio Sarmiento, allá en los Pinos, Vicente Fox nos comentó con tarjeta en mano, el número de periodistas que escribían apoyando y criticando a su gobierno, el número de artículos que en las últimas semanas habían hablado favorable y desfavorablemente, refiriendo todo esto como un indicador clave de que el gobierno "iba por buen rumbo".
Desde mi punto de vista, pienso que el gobierno ejecutivo federal aprovechó el conflicto existente entre CNI Canal 40 y TV-Azteca para deshacerse de la crítica aguda de los periodistas Ciro Gómez Leyva y Denise Maerker. La decisión de TV Azteca de incluir en su lugar un noticiero a cargo de Sergio Sarmiento, quien ha demostrado simpatizar con Fox y su gobierno no es circunstancial. El conflicto es en realidad una forma de censura que se inserta en el proceso electoral para renovar el Congreso Federal. Precisamente cuando Fox está en campaña nuevamente.
Estoy convencido que las relaciones del ejecutivo federal con los medios influyeron para mi salida del diario La Crónica de Hoy. Estoy convencido que este gobierno simula y además -como hicieran los gobiernos del PRI- censura. En su relación con la prensa no hay cambio. Subsiste la relación basada en respaldos, favores y acuerdos.
Me queda claro que mi participación en la campaña del 2003 para buscar construir candidaturas ciudadanas hacia el Congreso Federal molestará nuevamente al Ejecutivo Federal. Sobre todo porque buscará ser el sustento para construir una candidatura presidencial ciudadana hacia el 2006. Asumiré los riesgos.
La propensión del nuevo gobierno federal a la censura se sintetiza en el comentario que hiciera Martha Sahagún al arrancar la campaña 2003 de la Cruz Roja el 21 de enero pasado: "No debemos permitir que unas cuantas voces mal intencionadas nos desanimen. Nada podrán hacer las voces que recurran a la crítica sin fundamento y sin más objetivo que mantener desde el poder sus privilegios a costa de las carencias de la mayoría".
Que no quepa la menor duda. Durante este proceso electoral federal del 2003 y con el pretexto del riesgo de la restauración del PRI hacia el 2006, el gobierno hará lo imposible por manipular y censurar a los medios para favorecer a Fox y a su partido.
Réplica y comentarios al autor: drhectorcastillo@hotmail.com
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