A últimas fechas y gracias a un trabajo periodístico, se puso de manifiesto la intención del gobierno de la República de dar en comodato el Palacio del Arzobispado a la Iglesia Católica para instalar ahí el Museo de Arte Sacro, del cual nuestro país, por cierto, tiene una riqueza impresionante; pero también los mexicanos tenemos historia y memoria.

Ese edificio pasó a ser patrimonio de la Nación por mandato de la Ley de 1861. Luego, durante la intervención francesa, regresó a manos eclesiásticas, y en 1867 vuelve a la República, una vez que el último arzobispo que en él habitó lo abandonara, por el grave deterioro en que se encontraba el inmueble. Desde entonces, la Iglesia católica nunca más había reclamado la propiedad.

Hoy, mediante el subterfugio legal del comodato, se le quiere poner nuevamente en manos del clero católico, a lo que los liberales mexicanos nos oponemos firmemente. También dentro de la comunidad cultural, tal proyecto ha generado un fuerte rechazo: críticos y artistas eminentes, como Raquel Tibol, Manuel Felguérez, Carmen Boullosa, Elsa Cross, José Castro Leñero, entre otros, se han pronunciado abiertamente en contra de él.

Entregar a la Iglesia un edificio federal en custodia de la Secretaría de Hacienda sería lamentable, puesto que no sólo sería una pérdida insustituible para el patrimonio cultural de la nación; también significaría lesionar los esfuerzos por fortalecer una cultura laica, plural, crítica, democrática, abierta y con libertad de opinión. Una decisión de esta naturaleza equivaldría, además, a negar que los órdenes gubernamental y religioso deben mantenerse separados, evitando toda injerencia recíproca, a fin de lograr una mayor salud pública.

Por ello, los liberales mexicanos hacemos un llamado al presidente Fox:

Primero. No oculte información al pueblo de México, como ha quedado de manifiesto en este caso. Lo exhortamos a que gaste menos en propaganda y más en información valiosa para el país.

Segundo. No se le de vuelta al reloj histórico y se revivan etapas ya ampliamente superadas.

Tercero. Es correcto y los liberales amantes de la cultura lo celebramos: la creación del Museo de Arte Sacro, pero búsquesele otro lugar, menos cargado de simbolismo histórico y no hiera o abra heridas que ya están cicatrizadas en honor a la Unidad Nacional, que de tiempo en tiempo aparece en sus discursos. Al respecto, sorprende que el proyecto sea impulsado principalmente por el propio Gobierno Federal. El sacristán mayor de la Catedral Metropolitana y vicepresidente de la Comisión de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México, José de Jesús Aguilar, dice desconocer tal proyecto y que la Iglesia católica nunca lo ha solicitado (La Jornada, 6 de febrero, 2003).

La historia de un pueblo como el mexicano es un lento sedimento de experiencias, visiones del mundo, aspiraciones. No es posible negar ninguna de ellas sin negarnos a nosotros mismos. Por ello, una medida a todas luces autoritaria, sin ningún respeto a nuestra historia y abiertamente provocadora, lastimaría los lazos de unión entre los mexicanos.

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