Para el próximo 6 de julio puede anticiparse una elección que se caracterizará por el abstencionismo. Las razones para ello tienen que ver no solamente con el desencanto ocasionado por el nuevo gobierno, sino también con la falta de discusión política relativa a las propuestas presentadas por los partidos políticos que ha caracterizado a estos días de campaña.

En los medios de comunicación ha sido notoria la apertura de espacios para candidatos surgidos de la farándula, la mayoría bien intencionados, pero sin la preparación adecuada para discutir en la cámara de diputados federal sobre los principales asuntos nacionales. La presencia de ellos tiene explicaciones simples: su imagen vende; consigue votos para los partidos y consigue patrocinadores en los medios. Fenómeno que deja de manifiesto lo precario y rupestre de la cultura política existente en nuestro país.

Pocos son los medios y los periodistas preocupados por presentar a la ciudadanía las propuestas de los partidos relativas a la educación y la cultura, la ciencia y la tecnología, los asuntos ecológicos, los problemas del desarrollo rural, las propuestas para el desarrollo económico que toquen los aspectos de la creación de empleos y las políticas para hacer crecer y aumentar el número de pequeñas y medianas empresas, los asuntos de la salud y los programas sociales, por citar algunos de los temas más relevantes que están ausentes en la campaña electoral del 2003. Poco o nada se discute sobre los temas relacionados con las reformas estructurales que le urgen a nuestro país.

Es necesario destacar, que gran parte de la ausencia de esta discusión es consecuencia de los métodos de selección de los candidatos llevados a cabo por los partidos políticos nacionales, entre los que sobresalen los acuerdos para cubrir las cuotas de los grupos de poder al interior de la mayoría de ellos. Es difícil promover lo que no se tiene y no se puede tener lo que no se promueve. Este constituye uno de los círculos viciosos iniciados quizás por las votaciones que Cantinflas obtuviera en múltiples elecciones del siglo pasado, como una muestra del rechazo del ciudadano al político tradicional, lo que llevó a los políticos dirigentes de los partidos a convocar, cada vez más, a los miembros de la farándula para contender y atraer así el voto que no conseguían con sus propuestas.

Para conseguir votos en estas elecciones, la estrategia de los partidos se sustenta en conseguir la nota, en atraer a los medios acostumbrados a vender a través de temas que generen grandes controversias, lo que no implica necesariamente que se trate de los asuntos relevantes para conseguir construir un congreso responsable. Vende más el escándalo que el argumento inteligente. Y para dar testimonio de ello ahí están las horas que destinan los diarios, la radio y la televisión al comportamiento violento y primitivo de los diversos grupos que toman la cámara de diputados con caballos o aquellos empujados por las demandas de los trabajadores del Distrito Federal y los del gremio de los maestros que se comportan como todo, menos como académicos. Del mismo modo, presentar en ropa de cama a un candidato en la televisión para discutir sus puntos de vista sobre sexo y sexualidad es mejor negocio para las empresas televisivas que presentar sus posibles planteamientos para contribuir al cambio. Todo es chunga y relajo.

Puede preverse que las elecciones de julio próximo no modificarán la estructura de la cámara de diputados en términos del porcentaje que alcanzarán los diversos partidos ni desde el punto de vista cualitativo. El abstencionismo es un escenario muy probable. El siete de julio, parece, recibiremos malas noticias. Al despertar confirmaremos que los hijos del viejo régimen siguen ahí. Y los medios darán fe de ello. Como si nada hubieran tenido que ver.

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