El proceso electoral del 2003 dejará, para las nuevas corrientes de la izquierda socialdemócrata atomizada en varios partidos con proyectos similares, pero con prácticas y mecanismos de operación política diferentes, una lección importante: cuando se apuesta a todo o nada y se enfrenta a toda una vieja cultura política, se consigue nada. Acaso sólo el testimonio de haber estado ahí.
Hablar de lo que pudo haber sido pareciera no tener sentido, pero para las nuevas instituciones de la izquierda mexicana, el escenario político que vivirán muy seguramente a partir del siete de julio del 2003, resulta obligado a reflexionar sobre la necesidad de construir en lo sucesivo alianzas de largo alcance.
La casi obstinada intención de buscar "medir fuerzas" y el optimismo infundado de varios dirigentes partidarios que les llevó a pensar que era factible conseguir, en las elecciones intermedias, refrendar su registro como partido político resultó, para México Posible, Fuerza Ciudadana y Convergencia, una especie de sentencia de muerte.
El Partido de la Rosa había insistido, meses atrás, en la misma idea: ir solos y contra todo y contra todos. El IFE, en un dictamen innombrable, decidió anticipadamente cancelarle, al entonces partido de Rincón Gallardo y Ricardo Raphael, la oportunidad de sufrir un destino similar al de los tres proyectos con tintes socialdemócratas que enfrentaron un sistema de tres partidos con todos los medios a su favor.
Si en su momento, las cuatro fuerzas políticas mencionadas, hubiesen aceptado la propuesta de construir una alianza y un solo proyecto de partido, el efecto multiplicador habría conducido, muy probablemente, a la formación de un partido de tamaño mediano, acorde a los nuevos tiempos políticos: un partido de centroizquierda sin dogmas (racional), más fresco y alejado de las viejas prácticas antidemocráticas y populistas de la actual izquierda institucional neopriísta.
Cuando los líderes de estas fuerzas de izquierda desecharon la idea de una alianza se trazó, a querer o no, un destino postergado para la construcción de una fuerza socialdemócrata mexicana. Se trata, indudablemente, de una oportunidad histórica cancelada.
De los pequeños proyectos políticos de centroizquierda pocos alcanzaron la estatura moral del partido México Posible. Pero en nuestro país, donde los medios siguen atados al viejo régimen y los recursos para competir por espacios de gobierno se distribuyen con onerosa desigualdad, el prestigio y la honorabilidad cuentan muy poco. Por ello sólo subsistirán los tres partidos del viejo régimen y su rémora verde. Para perpetuarlo.
Mientras tanto la izquierda socialdemócrata tendrá que seguir esperando su tiempo. Pero no todo es decepción. Para los mexicanos que pensamos que la socialdemocracia puede ser una opción para conseguir un desarrollo económico sustentable y con justicia social para México, nos quedan las enseñanzas: construir alianzas y volver a empezar.
Réplica y comentarios al autor: drhectorcastillo@hotmail.com
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