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   Una República Moderna y Democrática
por Renato Consuegra
A vuelapluma

La jornada electoral del 6 de julio arrojó cifras no vistas en 30 años, con 59 por ciento de abstención. De tal forma que 39 millones de mexicanos decidieron no acudir a las urnas. Hay quienes como el consejero electoral Mauricio Merino interpretaron la apatía electoral como "un llamado ciudadano a mejorar la calidad de las campañas". El propio presidente Vicente Fox asume que "debemos también escuchar a los ciudadanos que no se expresaron en las urnas, entendamos todos su silencio".

Más allá de la calidad de las campañas, el resultado es sin duda un reclamo a las promesas incumplidas, tras constatar el engaño y la incapacidad del gobierno panista para llevar a efecto el tan prometido cambio; y peligrosamente, quienes asistieron a votar lo hicieron por la restauración, por volver al modelo que había sido desechado, y que da aliento al PRI para volver al poder en 2006.

Fidel Herrera, representante del PRI ante el IFE, dice que "algo nos falta hacer no sólo a los partidos y al IFE, sino a toda la sociedad, para seguir promoviendo la participación ciudadana". Una frase demagógica cuando nada hacen por promover la participación ciudadana ni el cambio hacia un país mejor, porque si México se encuentra en tal situación, es gracias a los vicios y mañas heredadas de 71 años de priísmo del que el senador veracruzano se ha beneficiado. ¿Dónde quedaron las clases de civismo retiradas del plan de estudios por un gobierno priísta?, por ejemplo.

En la actual partidocracia en que se encuentra México, los ciudadanos pierden cada día más la confianza, el interés y la capacidad de inmiscuirse en los asuntos del país "y a tal situación apuestan los partidos" porque se sienten atrapados por una clase de oportunistas que a base de engaños únicamente pretende llegar al poder para provecho propio y de sus amigos.

Hoy, más que nunca, Vicente Fox estará imposibilitado por el Congreso de llevar a efecto las reformas estructurales que pretende porque los tres partidos políticos mayoritarios ya consideran que pueden alcanzar la Presidencia de la República en 2006 y no se van a prestar a buscar los consensos que les permitan allanar el camino para una permanencia del PAN. Sin la mayoría legislativa de su partido se puede dar por hecho el de Fox como un sexenio perdido.

En estos tres años Vicente Fox derrochó toda oportunidad de darle piso a la transición de la que él fue pieza importante; desaprovechó el liderazgo moral que tenía para iniciar de manera real y verdadera, y no por decreto, el cambio democrático que sentara las bases hacia el futuro. Perdió la oportunidad de ser el conductor de la transición hacia la democracia.

De tal forma que si quiere dejar huella y mejorar las condiciones del país, junto con todos los actores políticos, debe llegar a un acuerdo y trabajar para sentar las bases que permitan devolver la credibilidad de los ciudadanos hacia el quehacer de la política. Esos políticos que hoy hablan de la necesidad de la participación ciudadana deben impulsar las reformas necesarias para que la gente vuelva a creer y por ende retome el camino de las urnas para decidir el destino del país y el suyo propio, y no se dirija hacia el camino de la violencia.

En el aspecto político México necesita avanzar más allá de las reformas estructurales que han sido la obsesión de Ernesto Zedillo y Vicente Fox, con el fin de completar un ciclo iniciado por Carlos Salinas. Dicen los mandatarios en turno que sólo así puede mejorar la economía, asunto que parece muy cuesta arriba porque subsistirán los vicios.

Sí, son necesarias las reformas estructurales donde se modifiquen los preceptos constitucionales, pero antes deben existir reformas institucionales que den certidumbre, certeza, seguridad y confianza de que la apertura no significará sólo abrir el cofre al pillaje. Reformas que den legitimidad y promuevan la certeza, además de evitar la parálisis en que actualmente y desde el sexenio anterior se encuentra el país. Es decir, una reforma a fondo del Sistema Político Mexicano.

El país debe avanzar hacia ciertos cambios que son necesarios para construir una República Moderna y Democrática.

Vayamos por partes.

1) Rendición de cuentas

La piedra de toque es, sin duda, la rendición de cuentas. El establecimiento de un sistema institucional, no de camarilla como sucedió con la Contraloría de la Federación, primero, y ahora con la Secretaría de la Gestión Pública. Un esquema mediante el cual desde el Presidente de la República hasta el más humilde de los burócratas, pasando por gobernadores, jefes de gobierno, presidentes municipales y jefes delegacionales se sometan de manera efectiva al escrutinio de sus acciones y a la sanción por sus errores u omisiones.

Hoy éstos que llaman a inmiscuir a la ciudadanía en los asuntos del país escupen demagogia porque en los hechos sólo pretenden mantener el status quo, puesto que la discrecionalidad les permite establecer una serie de negocios, en una palabra fraudes, estafas, engaños, simulaciones, malversaciones, al amparo de negociaciones y triangulaciones con que se benefician unos y otros.

Es necesario acabar con los escándalos que sólo sirven para armar espectáculos, presionar políticamente pero nada dejan a la sociedad, verbigracia Casos Colosio, Ruiz Massieu, Posadas, Digna Ochoa; los Toallagate, Pemexgate, Amigos de Fox, Fobaproa y otros; o los asuntos de los delincuentes de cuello blanco como Isidoro Rodríguez, Carlos Cabal, David Peñaloza; las matanzas de Acteal, El Charco, Aguas Blancas y otras; la siembra de culpables como el General Gutiérrez Rebollo por poner en entredicho a los familiares políticos del ex presidente Ernesto Zedillo; las alrededor de 300 mujeres muertas en Ciudad Juárez, los oscuros "suicidios" de Raúl Ramos Tercero y Juan Manuel Izábal Villicaña, pero también los miles y miles de casos que a diario se dan en contra de personas que por no ser públicas pasan a ser sólo parte de las estadísticas.

2) Nueva reforma electoral y de medios

Mal aconsejado por sus "aconsejadores", Vicente Fox monopolizó los tiempos en radio y televisión y restó la oportunidad de que tanto los partidos políticos como los órganos electorales tuvieran la ocasión de llegar con sus mensajes a la ciudadanía, unos con sus propuestas partidistas de campaña y los otros para invitar a votar.

De tal forma que hoy hemos llegado a ser espectadores de la perversión de la democracia por los medios de comunicación, en especial los electrónicos. Hoy priva la publicidad a la propaganda. Hoy se vende, no se persuade. Hoy tiene espacios quien posee dinero, no quien aporta ideas.

En esta etapa electoral los partidos se gastaron más del 50 por ciento del dinero en campañas por radio y televisión, y otro poco en la prensa escrita, pero no lograron llegar a la gente y hacerla sentirse realmente partícipe de un proceso democrático; todavía se escuchó por la calle los "para qué voto si ya se sabe quién va a ganar", o los "no me interesa, todos los partidos son la misma cosa", o los "para que se sigan gastando mi dinero, pues que se las arreglen solos".

Es decir, no porque hubiera una difusión más amplia fue más efectiva. Por el contrario, los mensajes y los lemas fueron tan vanos y poco creíbles que al final terminaron debilitados y alejados de la población.

De tal forma que una de las primeras reformas que deben impulsar el Presidente de la República y la nueva representación política en la Cámara de Diputados es la de regular el gasto en las campañas, acortar los tiempos de campaña y, sobre todo, el acceso a los medios. Debe estudiarse la posibilidad de que se anule el gasto en la radio y televisión o, de otra manera, que se abran espacios en horario triple A pagados de manera democrática, es decir, equitativa, para todos los partidos políticos por parte del órgano electoral.

3) Autonomía e independencia del Ministerio Público

Pero para que haya rendición de cuentas también es urgente y vital una reforma a los aparatos de procuración como son el Ministerio Público Federal y locales, de cuyas estructuras emerge la dañina práctica de la corrupción y su resultado, la impunidad. Hemos más o menos avanzado en la democracia electoral y la democracia deliberativa, pero en contrapartida hemos retrocedido en materia de legalidad.

De alguna forma el secretario de Seguridad Pública federal, Alejandro Gertz Manero ha expresado en diversas ocasiones que "la justicia en México hasta ahora está hecha para servir al poder público y al poder económico", y ha pervertido su verdadera razón de ser dentro de un Estado democrático como un equilibrio entre la sociedad misma y también en su interacción con el Estado.

El Ministerio Público debe, por necesidad y por esencia misma de su función, dejar de pertenecer al ámbito del Ejecutivo y pasar a ser un ente autónomo en sus decisiones e independiente en sus recursos, condiciones sine qua non que en efecto le permitan investigar y perseguir los delitos, porque de lo contrario continuará una añeja perversión, pues el hecho de que esté subordinado hace que la justicia adquiera carácter discrecional en función del interés del Ejecutivo que se trate.

Esta reforma debe alcanzar también a las contralorías, las cuales actualmente están subordinadas y son utilizadas como medio para controlar la corrupción, es decir, para manejarla, pero no para erradicarla.

4) Reelección de legisladores

Se traduce en un asunto imprescindible que para arribar a una República Moderna y Democrática, en breve se realicen las reformas constitucionales necesarias para avanzar en dos campos: la anulación de las diputaciones plurinominales para aminorar los gastos en los Congresos, y la reelección de los diputados para que quienes lleguen a ocupar las curules tengan independencia en sus decisiones y sean elegidos por su trabajo y no por las cuotas partidistas ni dedazo del Ejecutivo en turno y el nivel de gobierno que se trate.

El sistema de reelección inmediata de diputados funcionaba en el país porque el decreto de la no reelección maderista fue exclusivo para la Presidencia de la República. Pero el "Jefe Máximo de la Revolución" y padre de la dictadura priísta, Plutarco Elías Calles, cambió la Constitución en 1933 para debilitar al Congreso y fortalecer el presidencialismo.

Mientras los diputados deban su empleo a un Presidente o gobernador en turno, sólo responderán ante él en lugar de ante sus electores. Una reforma relajaría la disciplina partidista y los llevaría a desarrollar una serie de ligas y acuerdos que los vincularían con los intereses de su distrito, independientes de sus cúpulas partidistas.

En un sistema democrático, libre de la sujeción de las mafias partidistas, debe privar el interés público de los ciudadanos que son quienes votan y mantienen al Estado, y no el interés particular de los partidos, ni mucho menos del grupo político y económico en el poder sexenal.

De tal forma que aquellos quienes están en favor de la no reelección, en el fondo se manifiestan en favor de un Poder Legislativo débil y un Poder Ejecutivo fuerte. Es decir, apoyan el juego de las negociaciones a oscuras y no la verdadera división de poderes y el trabajo profesional de los legisladores, que permita la gobernabilidad y funcionalidad del país. Es decir, le apuestan al retroceso, a la restauración, al salto pa'tras.

5) Segunda vuelta y poder ciudadano

La segunda vuelta electoral y la revocación de mandato vía el referéndum y el plebiscito, son dos asuntos de trascendental importancia.

Vayamos a un escenario probable, muy diferente al del pasado 6 de julio. Si el padrón se compone por 60 millones de votantes aproximadamente, y hay una afluencia de electores del 60 por ciento como ha sucedido en las últimas tres elecciones presidenciales, sufragarían 36 millones de mexicanos; y si quien logre el triunfo lo hace con el 40 por ciento de los votos emitidos, quienes lo llevarían a la Presidencia de la República serían sólo 14 millones 400 mil sufragantes, de tal forma que está en juego la legitimidad del próximo Presidente de la República y, por lo tanto, la ingobernabilidad podría manifestarse todavía mayor a la actual.

Los sexenios pasan frente a nosotros y la desesperanza va en aumento. Las promesas de esperanza se convierten en anhelos frustrados. Las circunstancias cambian para quedar igual o peor. Los gobernantes como hábiles prestidigitadores se sacan cifras alentadoras de la manga para colocarnos en un escenario de grandeza comparada con otras naciones del mundo, pero hacen caso omiso a los estudios mundiales sobre la realidad del país donde nos ubican entre los primeros lugares en corrupción, impunidad, desconfianza y otras, y en los últimos en los parámetros de funcionalidad y legalidad, por decir algunos.

En México se gobierna a partir de declaraciones, de anuncios sobre programas espectaculares, rodeados de la corte celestial y de algunos lacayos que buscan ser alcanzados por la divinidad del poder en turno. Los bufones de Palacio y sus alrededores buscan el comedimiento de los columnistas políticos para lanzar golpes a sus adversarios, filtran informaciones para movilizarlos o inmovilizarlos, para medir qué tan fuerte o débil se encuentra el destinatario del periodicazo. Pero no gobiernan. La inmediatez por delante.

Y ¿el país?

Por tanto, se debe provocar un cambio verdadero, que en los hechos se sienta y no sigamos como dice Tancredo, aquel personaje de la novela El Gatopardo, quien asegura que es necesario cambiar para que todo siga igual.

Réplica y comentarios al autor: renatoconsuegra@yahoo.com.mx




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