México fue un país en el que durante décadas se vivió casi en el paraíso. Fueron poco más de setenta años de gobiernos perfectos, en virtud de que nadie se quejaba. Se tenía la convicción de que aunque los soberanos anduvieran en paños menores, lucían las mejores galas. Era tal el grado de perfección de los gobernantes que a los legisladores de aquella época hubo necesidad de colocarles en el Pleno una chicharra, a fin de despertarlos para el momento en que tuvieran que levantar la mano y dar su conformidad a las iniciativas del Ejecutivo. Todo se aceptaba, todo estaba de acuerdo a lo que el pueblo requería, había mucha armonía. ¿Qué necesidad había de presentar una u otra propuesta?

No quiero ni mencionarlo, pero por razones de cuentista tengo que referir algunas minucias de aquellos gobiernos, que de no hacerlo, los pondría en desventaja, por ejemplo, con el último gobierno: En aquél período hubo devaluaciones galopantes, que en ocasiones llegaron a rebasar el 100% (se dice que hasta en una ocasión hubo necesidad de quitarle tres ceros al peso). El peso mexicano, otrora fuerte ante el dólar, llegó a estar cerca de los $10,000.00 por cada billete verde. Perdón, se me olvidó quitarle los tres ceros: sólo a $10.00 por dólar. Hubo también un mandatario que lloró en su informe y prometió defender el peso como un perro (por cierto, no recuerdo si se hizo pública la lista de los saca dólares), pero eso sí, los mexicanos aprendieron a administrar su riqueza. El endeudamiento público, tanto interno como externo, estaba dentro de los márgenes de operación, y era casi inexistente, a tal grado que una vez casi se llega a la moratoria. Las tasas de interés activas y pasivas eran bastante razonables, con decirles que hace muy poquito tiempo una institución oficial ofrecía duplicar el ahorro en tan sólo 10 años. El salario mínimo, que de acuerdo con la Constitución "debe ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social, cultural, y para proveer la educación de los hijos", mismo del cual dependen muchos millones de mexicanos, algunos de los cuales ni a él llegan, de 1984 al año 2000, tuvo una actualización del 5,601%, mientras la inflación por el mismo período fue del 16,317% (esto no es fantasía), pero afortunadamente no había pobres, ni pobres extremos. No, esos sólo se originaron del 2000 para acá. Los espaldas mojadas, los braceros, los corridos mexicanos, los testimonios de mucha gente maltratada son pura fantasía, porque antes no se sentía la necesidad de ir a cuidar el jardín de los norteamericanos. También eso sólo se dio en los últimos dos o tres años. Eso sí, se dieron el lujo de crear instituciones tan nacionalistas como los sindicatos corporativos que tanto bien hicieron al país y lo seguirán haciendo, porque me gustaría conocer al guapo que los frene y no se desmorone todo en el intento. Desafortunadamente, el evento del 11 de septiembre no se vivió en aquella época, porque con facilidad la hubieran librado y el país hubiera crecido instantáneamente al 7% o más. En mi época de estudiante era tal el auge del campo, que con frecuencia se nos decía que México era autosuficiente en muchos productos, y se daba todavía el lujo de exportar. Hoy, hoy, hoy, hasta se importan semillas híbridas. Me parece recordar que hubo un error que sí se reconoció: fue el error de diciembre, que le dio en la puntilla a unos cuantos ahorradores, haciendo polvo sus inversiones. A muy pocos deudores les hizo impagables sus compromisos crediticios. Lamentablemente no todo fue positivo. Hubo gente, por cierto, siempre la misma, a la "que la revolución les hizo justicia", debido a que anduvieron en las bolas de Pancho Villa, es decir, formaron parte de sus Dorados. En aquellos tiempos reinó la tolerancia, eso sí, no sé con qué fines. Fueron los creadores del 15, luego del 10 y más tarde nuevamente del 15% de IVA, y hasta por un tiempo gravaron las medicinas. Como era un pueblo muy conforme en el que no tenían cabida los evasores nadie protestó. Para mi mala suerte y la de ustedes, no recuerdo muchas cosas, y es que mi memoria es tan mala, como la memoria de una gran mayoría de los mexicanos.

Si el actual gobierno fuera humilde, debería de agradecer la maravillosa y valiosa herencia, que debe ser básica para el desarrollo de México, y no debió en menos de tres años echar por la borda lo que con tanto esfuerzo y sacrificio de los Dorados se logró.

Es importante destacar que México fue un país que tuvo gran riqueza mineral (tuvo oro negro), diversidad de climas propicios para múltiples actividades productivas, mucho litoral, dones naturales, que no tuvieron otros países.

Es reconocido mundialmente el ingenio del mexicano, al grado tal que sin tener motivo de queja ni reclamo, un día 2 de julio decidieron dar un giro con el único propósito de poder decirle en su propia cara a un gobernante los errores que su inexperiencia había provocado. Estaban hartos ya de la perfección. "Querían sentir enfermo el corazón", como decía José Alfredo, y fue tal la cantidad de críticos que dieron a luz, que hasta la ONU se quejó del nuevo gobierno por la explosión demográfica de críticos bien documentados y, sobre todo, "con mucho sentido común". Todos se sintieron con capacidad de gobernar, después de todo habían recibido lecciones de ello durante setenta años. Los mexicanos se dieron cuenta de que Dios "un mandatario en cada hijo te dio". Criticaron todo, absolutamente todo, lo que por muchos años no habían hecho, porque, aunque suene repetitivo, no había razón: Que si las botas, que si la bandera mocha, que si las toallas, que si Borges (porque algo sí se debe precisar: el pueblo mexicano tenía mucha cultura), que si el léxico de ranchero, que si se casó, etc. El callar o hablar, el hacer o no hacer era motivo de juicio.

Por fortuna, mucho antes de una década, los mexicanos se percataron de su error, y dieron marcha atrás, y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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