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   Evaluación en términos de impacto a la población

Los informes de los presidentes en México se realizan siempre en términos aritméticos: es decir, sumas, restas, divisiones y multiplicaciones. No en términos matemáticos, donde se contemplen cálculo y estadística como herramientas para las mediciones sociales. Es lógico, casi elemental, diría, que conforme aumenta la población y se acentúan las necesidades, cualquiera debamos realizar mayor inversión y gasto, seamos gobierno, empresarios o simples jefes de hogar. De tal manera que no es la forma como la realiza el Gobierno una manera viable y realista de hacer mediciones. Mucho menos cuando la credibilidad de las cifras que ofrece no se refuerza con la posibilidad de verificar las aseveraciones a través de una fuente independiente y fiable, pues los funcionarios siempre contrastan los números con gestiones no necesariamente inmediatas, sino que las acomodan a cifras de dos, tres, cuatro años o sexenios anteriores para dar siempre una imagen de bonanza.

Por el contrario, la evaluación a los gobiernos debe realizarse en términos de impacto a la población. Esto es, que los pobladores, en este caso los mexicanos, a la par de las cifras tengamos la sensación de mejoría en nuestro día a día, no sólo en el escenario que nos maquillan con cifras y discursos. En el 2000 la mayoría de los votantes sufragó por Vicente Fox con la esperanza de encontrar en él el cambio que prometió en su campaña, pero como Presidente no ha sido diferente a sus antecesores. A tres años de su sexenio la gente no siente tal bienestar. En las encuestas previas al III Informe de Actividades de Gobierno, dos de cada tres ciudadanos consideraban que la situación económica del país es peor o igual de mala que hace un año; las mismas personas encuestadas tampoco tenían cierta tranquilidad de que las cosas no empeorarán. Hoy, los índices económicos indican una situación pesimista. Recién se corrigieron a la baja las expectativas de crecimiento económico; se reportó la reducción de empleos formales; sin una razón aparente el peso se encuentra en un tobogán frente al dólar, y otros aspectos más.

Ahora que está por concluir su tercer año de gobierno, Vicente Fox no tiene nada qué festejar. Hasta hoy la primera parte de su sexenio ha ido directo a la bolsa de las pérdidas.

Legalidad de trapo

En el aspecto social, Fox habló en su Informe de que hoy como nunca se ha respetado la legalidad: "El Estado de derecho es cada vez más sólido. La justicia se conduce ahora bajo los procedimientos que le son propios", pero más adelante admite: "La cantidad de delitos sin castigo es enorme. Resulta lamentable que sólo se denuncie 30 por ciento de ellos, porque no existe confianza suficiente en el sistema de procuración y administración de justicia. Más grave aún es que sólo cinco por ciento termine en consignación y sentencia". Esto quiere decir que la gente, quienes de manera real perciben, disfrutan o resienten los actos o decisiones legales, no están ciertos de que esa legalidad se acate.

Peor aún, el Presidente que habla de una observancia de la legalidad no ha dejado avanzar el litigio Amigos de Fox que, aunque tarde, le restaría legalidad a su triunfo electoral en 2000. Mucho menos fueron castigados Guido Belsasso por el ostensible tráfico de influencias que ejercía como uno de los favoritos del Presidente y su esposa; como tampoco el que fuera subsecretario de Gestión para la Protección Ambiental, Raúl Arriaga Becerra, miembro del Grupo Guanajuato y director del Instituto de Ecología en el gobierno local de Vicente Fox (acusado de desviar recursos de esa oficina para la precampaña presidencial de su ex jefe), a quien el ex secretario Víctor Lichtinger le abrió una investigación, lo que pudo acelerar el despido de éste del gabinetazo.

Y mucho menos tuvo la mano férrea para castigar a los dirigentes petroleros y a Rogelio Montemayor en el caso Pemexgate, amarrado por la reforma energética que nunca le darán los priístas y perredistas. Aquí el Gobierno Federal se quedó con cacahuates y dejó ir los lingotes de oro.

Y para colmar el plato, recibió en su casa del Rancho San Cristóbal al cardenal Juan Sandoval Iñiguez en el momento cuando más se cuestionaba al representante de la Iglesia católica al ser investigado por presunto lavado de dinero. Haberlo recibido fue, a la vista de todos, un espaldarazo para que la legalidad con que se asumen las investigaciones quede una vez más en duda.

Mexicanos en el exterior: una salvación

Luego el Presidente se vanagloria al decir que en el 2002 las remesas de los migrantes mexicanos "alcanzaron una cifra récord de 9 mil 814 millones de dólares, 26 por ciento más que el año anterior", y asegura que "hemos trabajado para que estos recursos puedan llegar, al menor costo posible y de la manera más segura, a sus destinatarios, logrando una disminución de 58 por ciento en el costo de envío. Seguiremos impulsando una mayor reducción de dicho costo". Como no hay una estrategia clara de nación y proyecto de país, el Presidente no dice cómo va a hacer para que nuestros compatriotas no vayan a correr riesgos en su paso a los Estados Unidos. Está más preocupado porque los mexicanos envíen su dinero que por la incapacidad aquí de generar políticas de generación de empleo y reactivación del mercado interno.

El Grupo Financiero Bital estimó que este año ingresarían a México alrededor de 12 mil 500 millones de dólares por remesas, lo que representaría alrededor de 80% de incremento frente a las cifras captadas en 1997. Sólo en el primer semestre los envíos sumaron más de 6,135 millones de dólares. Si la cifra alcanza los niveles pronosticados, el importe de las remesas será mayor a los 11 mil 800 mdd estimados por Inversión Extranjera Directa (IED), aunque poco menores a los 16 mil 600 mdd calculados por exportación de petróleo crudo.

Programas dan tumbos

Para completar el cuadro de una administración que ha mostrado su incapacidad y mentira por todos lados, resulta que a cinco meses de haberse firmado el Acuerdo Nacional para el Campo, las organizaciones de productores -de allí de donde salen la gran mayoría de trabajadores a los Estados Unidos y Canadá-, se inconformaron porque el Gobierno Federal incumplió en los programas de diesel agropecuario, pues las gasolinerías ya no quieren entregarlo porque las autoridades no pagan lo que les corresponde, además de que la entrega de recursos de Pro Campo y de otros programas se han politizado.

Y para mayor abundamiento, el 7 de mayo anunció la puesta en marcha del programa "Pa’ que te alcance" hacia principios de agosto, con el interés de que no se politizara para las elecciones, para la entrega de 83 pesos mensuales para familias en pobreza alimentaria, mismas que por medio de las denominadas "tarjetas para pobres" podrían obtener descuentos en la compra de productos de la canasta básica en mercados locales, almacenes y tiendas de autoservicio, además de que sería aceptada en los 8 mil 739 centros de distribución de Liconsa y en las casi 23 mil tiendas de Diconsa en el país. Pues resulta que aún sin haber visto la luz desde la Sedesol, ese programa se fue el cesto de la basura por otro, para estar a tono con el 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, cuando el gobierno federal presentará el "Pa’ que te nutras". Y así, a base de puntadas es que gobierna el Presidente.

No hay plan B

Vicente Fox debe entender que es el dirigente de un país y que sus acciones, declaraciones y posturas deben ser las de un Jefe de Estado. Ya no es capataz de un rancho, tampoco gerente de Coca-Cola. Tampoco puede andar diciendo "chistoretes" por doquier o lanzar ocurrencias según su estado de ánimo. Mucho menos puede actuar como chiquillo malcriado y llevarse su pelota a casa porque no se la prestan durante el juego.

Su declaración de que "si no resolvemos la situación interna de México ahora", es decir, si no se realizan las reformas energéticas, "más tarde Pemex se irá de México", no es más que otra irresponsabilidad del Presidente, de la que más tarde el secretario de Energía, Felipe Calderón, como siempre en estos casos, culpó a los reporteros por una supuesta mala interpretación: "Pemex no se irá del país ni tampoco ha hecho esa declaración el Presidente". Vaya pues, con echarle la culpa a los reporteros lavan las del Presidente.

En la gira por los Estados Unidos tampoco faltó la referencia al sector eléctrico donde reiteró que ''si utilizamos recursos fiscales, recursos del presupuesto para invertirlos en plantas generadoras de electricidad, estaremos desviando estos recursos de su propósito principal, que es la construcción de más escuelas, hospitales, universidades...''.

Precisamente el problema con Pemex y CFE surge a partir de la creación de ambas empresas paraestatales, porque los distintos gobiernos de México han utilizado más del 40 por ciento de los ingresos de las mismas como recursos fiscales, debido a la incapacidad de las autoridades hacendarias para recaudar ingresos tributarios. Y claro, es más fácil vender los activos propiedad de la Nación que hacer un verdadero ejercicio de recaudación donde todos paguen, iniciando con las empresas más poderosas económicamente hablando y los millones de comerciantes informales, y dejar que PEMEX y CFE inviertan sus ganancias como cualquiera empresa.

¿Complejo, verdad? Así que lo mejor es irse contra las propiedades de la Nación. Y espantar con el petate del muerto: Si no me dan la reforma, me llevo "mi balón".

Pero empecinado como lo estuvo Ernesto Zedillo durante sus seis años de gobierno, para el presidente Vicente Fox no hay otra forma de asegurar un desarrollo social equilibrado que sacar adelante sus reformas estructurales (la energética, la laboral, la fiscal): "Son imprescindibles reformas estratégicas que liberen el gran potencial de la nación, fortalezcan al Estado, generen condiciones que estimulen el crecimiento económico y transformen la incertidumbre en confianza sobre el futuro del país", y urgió durante su III Informe de Actividades de Gobierno: "Cada retraso en el acuerdo es un golpe a la confianza en el país", porque de lo contrario, como no hay plan B "todo será insuficiente si las organizaciones políticas y sociales no contribuyen, en el marco de su autonomía, a la consolidación democrática".

Cuentas alegres que no aterrizan en la población

Hace algunas semanas, acicateado por la iniciativa privada, entre ellos Carlos Slim, Fox expresó la necesidad de emprender cambios con el fin de reactivar el mercado interno. Sin embargo, su llamado Programa de Fortalecimiento del Mercado Interno fue uno más de la serie de anuncios espectaculares pero sin sustento, sin acuerdos institucionales y mucho menos esfuerzos gubernamentales integrales. Por el contrario, su programa terminó siendo sólo un acumulado de las obras en marcha del sector energético.

En el aspecto financiero no ha podido pasar de la política de estabilización. Por mantener la estabilidad económica se ha sacrificado el crecimiento: "La inflación es la menor en los últimos 34 años. Las tasas de interés son las más bajas en décadas. Disponemos de las reservas internacionales más altas de la historia", pero tales números no se aterrizan en la realidad de todos y cada uno de los mexicanos como lo mencionamos al principio de este artículo. Por el contrario, existe debilidad económica, el gasto para productividad está congelado y la baja inflación se toma como un índice macroeconómico favorable, cuando se asiste a una desinflación que es peligrosa, debido a que podría llevarnos al total estancamiento económico.

Quizá lo más rescatable del III Informe de Vicente Fox fue la promesa, sólo eso, promesa del Gobierno Federal, los gobernadores estatales y el Congreso, de realizar la Convención Nacional Hacendaria, en la que deberán caber reformas en materia tributaria, de coordinación y de verdadero federalismo, además del programa de vivienda, con una inversión estimada en 118 mil millones de pesos para este año.

Pero en sus propias palabras "la gran tarea pendiente sigue siendo lograr un crecimiento económico sostenido y dinámico que permita generar los empleos que reclama el país", porque Vicente Fox sólo mencionó los aspectos de la economía que tienen que ver con la globalización y, por ello, anclados a la suerte del mercado estadounidense y la consecuente recuperación en México de la volátil industria maquiladora.

Durante el auge de la industria manufacturera se descuidó el mercado interno y estuvo ausente una política industrial integral ligada a la política económica, que provocó la desintegración de las cadenas productivas vinculadas al sector primario. Para pasar a una política de estabilidad con crecimiento debe buscarse la reactivación del crédito bancario y el incremento de la inversión nacional; integrar los sectores productivos y, con la actual legislación, buscar acuerdos con Hacienda para dinamizar la creación de empleos, además de que el sector público reduzca su gasto corriente e incremente el de inversión.

Esto sí es tarea harto difícil y, por lo mismo, para el gobierno, incapaz de comenzar a mover la maquinaria que arrastre resultados favorables. En cambio es más sencillo presionar, hacer berrinche y amenazar para buscar la forma de vender los activos que aún quedan a fin de continuar con los informes en términos aritméticos, que imponer otro tipo de criterios, porque al parecer las matemáticas no le entran a los integrantes del gabinetazo y a su principal conductor.

Réplica y comentarios al autor: renatoconsuegra@yahoo.com.mx




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