La irreflexiva y casi desafiante afirmación sobre la supuesta indestructibilidad del jefe de gobierno nos habla de una gran seguridad basada en lo que podíamos llamar la autoridad moral de un gobernante.

Dice el refrán que para tener la lengua larga hay que tener la cola corta y la reiterada actitud echada para adelante, socarrona a veces, intransigente otras. La de Andrés Manuel López Obrador, -Jefe de Gobierno de la ciudad más grande del mundo- nos habla de alguien que -si no hay pruebas en contrario- no tiene cola que le pisen. Podemos o no estar de acuerdo con el ciudadano López Obrador. Lo que no podemos es dejar de reconocer que se la juega con sus principios y sus convicciones.

México últimamente ha recibido de diferentes organismos internacionales tres deshonrosos "merecimientos": primero, ser uno de los países con mayor corrupción en el mundo; segundo, la calificación de estar casi al último de una lista mundial de países que menos respetan el cumplimiento de un contrato; y tercero, ser de las naciones que más tramitología exigen para abrir o iniciar un negocio.

En este contexto, es realmente gratificante encontrarse con un gobernante que asumiendo riesgos -por cierto, cada vez mayores- defiende nuestros impuestos al negarse a pagar mil 800 millones de pesos de indemnización por la expropiación de un predio ubicado en el Paraje San Juan de Ixtapalapa, hasta -dice- que se investigue a fondo la resolución de la jueza 8 de distrito B en materia administrativa, Gabriela Rolón, ante la posibilidad de que se hayan falsificado pruebas y de que no exista el predio de esa dimensión y el hecho de que todo el proceso está plagado de irregularidades.

Que nadie se rasgue las vestiduras. Si somos uno de los países con mayor índice de corrupción en el mundo no sería extraño que un proceso estuviese amañado. En otra época hubiese bastado un "arreglo" bajo la mesa para que procediera el multimillonario pago. Por eso se comparte la petición del Jefe de Gobierno que se investigue, y si todo está correcto, que se pague lo que corresponda, y si no, asumamos la maravillosa experiencia de saber que son nuevos tiempos en los que las decisiones de los jueces y las autoridades deben ya de estar bajo el escrutinio más severo. Los tiempos del nuevo siglo son los tiempos de la transparencia y del rendimiento de cuentas, no más impunidad. Son los tiempos también de asumir con responsabilidad la consecuencia de nuestro desempeño profesional. Si la jueza Gabriela Rolón actúo con honestidad, entonces no hay nada que temer. Será un precedente y será bueno para la salud de la república.

Se dice que López Obrador asume actitudes demagógicas y moralmente "soberbias"; esas actitudes y esa soberbia van a defender la justicia y, por consecuencia, esos mil 800 millones de pesos, los cuales seguramente sirven para más y mejores servicios para la sociedad. Aunque suene demagógico, bienvenida esa soberbia. Quien la asuma con ese espíritu -sea del partido que sea- obtendrá la gratitud y el reconocimiento de la gente. Lo demás vendrá por añadidura.

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