|
Les mando a todos y todas muchos saludos desde los Estados Aburridos. Me dirijo a ustedes porque les dije que contribuiría con un escrito a la ilustre página de internet, Tiempos de Reflexión. La verdad es que me siento demasiado humilde, como norteamericano y habitante de un país imperialista, para darles discursos a los mexicanos sobre los acontecimientos en Chiapas, los cuales son perfectamente entendidos entre ustedes, y por eso me parece una tarea pedante explicarles a los expertos el tema de los Zapatistas. Pero ya me comprometí a escribir algo para la página; entonces ruego a todos que me permitan tomar la palabra, no para enseñarles, sino en el espíritu de un intercambio cultural.
Comenzar este ensayo no es sencillo por la complejidad del tema. Sólo quiero agregar una perspectiva que merece ser subrayada del proyecto político de los insurgentes indígenas chiapanecos, desde el punto de visto de los gringos norteamericanos.
Los Zapatistas han logrado el reconocimiento de los izquierdistas mundiales, entre ellos, los más destacados escritores y académicos europeos y estadounidenses, las organizaciones no gubernamentales, hasta los anarquistas italianos. Esos individuos progresivos y grupos radicales han respondido a los Zapatistas porque les ofrece un modelo para llevar una nueva campaña política, en la cual la práctica y el discurso son consistentes y fieles a los ideales de la izquierda: la igualdad y dignidad de todos los seres humanos, sean blancos o indígenas, obreros o campesinos, hombres o mujeres, jóvenes o ancianos. En este contexto, la lucha de los Zapatistas es una lucha para sostener la dignidad de todos.
Pero la realización de esa dignidad no se manifiesta en el discurso de los Zapatistas, sino en su práctica, los hechos. Es en la práctica de los indígenas chiapanecos en donde está el secreto de su poder político. Los Zapatistas han establecido un sistema democrático en las comunidades indígenas en Chiapas, cosa que es reconocida por los investigadores de la Secretaría de la Defensa Nacional. Esa democracia no tiene nada que ver con la llamada "democracia" de la República Mexicana o los EE.UU. En contraste con esos sistemas corruptos y dominados por las élites, los Zapatistas han elaborado una manera de hacer política en donde los que son elegidos como líderes realizan sus cargos en el servicio de la comunidad, lo que los Zapatistas llaman "mandar obedeciendo". En este concepto, los puestos de autoridad son entendidos como responsabilidades sociales, no como carreras provechosas o lucrativas.
También, la política de los Zapatistas incluye a los indígenas y a las mujeres. Las costumbres y tradiciones de los indígenas son los medios para realizar el debate y el voto, y las lenguas indígenas son siempre respetadas. Las mujeres indígenas disfrutan de los mismos derechos que los hombres, es decir, la voz, el voto, y el reconocimiento digno. Además, muchas mujeres Zapatistas ocupan posiciones muy importantes en el Ejército Zapatista: la tercera parte de los soldados son chicas, mientras dos de los once comandantes son mujeres. La mayor Ana María fue la jefa quien dirigió el asedio a la base militar Rancho Nuevo en enero de 1994.
Quizá lo más impresionante de estas políticas, es que históricamente las comunidades indígenas suelen ser muy machistas, y en muchos casos dominados por caciques intolerables. Es admirable que los Zapatistas hayan superado los obstáculos culturales para emprender un sistema nuevo y justo.
En fin, es la práctica de los Zapatistas, no sólo el discurso, lo que les ha proporcionado tanto apoyo mundial. O más bien, su discurso es reforzado y aprobado, por su práctica cotidiana en las comunidades indígenas. Esa es la respuesta de los Zapatistas a la pregunta de Octavio Paz: "¿Cómo crear una sociedad, una cultura, que no niegue nuestra humanidad, pero tampoco la convierta en una vana abstracción?"
Mitchell Deacon
|
