14 mil millones de dólares.
Vergüenza, porque representa la actitud de un gobierno que poco o nada ha hecho para evitar que más de trescientos mil mexicanos emigren cada año a los Estados Unidos para buscar lo que aquí de plano no se ha podido, ni querido, ni sabido crear: un empleo digno y suficiente.
Porque detrás de esa impresionante cifra encontramos el fallido anhelo de quienes intentaron y murieron en el intento, con el consiguiente dolor de padres, huérfanos y viudas.
Porque ya son cientos o miles las comunidades que a lo largo y ancho del territorio nacional están siendo habitadas sólo por mujeres, niños y ancianos que lloran la ausencia de sus hijos o de sus padres y esposos.
Porque esos 14 mil millones de dólares tienen el sabor de la angustia y de las humillaciones y maltratos. Sí, saben a sacrificios y a injustas condiciones de trabajo.
Vergüenza, porque no se reconoce que esos 14 mil millones de dólares están ayudando a generar más, muchos más miles de millones que fortalecen -año con año- la economía estadounidense.
Vergüenza, porque esta impresionante cantidad de dinero representa trabajo enjundioso, y lamentablemente no hubo quién se lo dijera al gobernador Rick Perry de Texas cuando de manera grosera e insolente, ante la actitud sumisa y medrosa de quienes lo escuchaban, señalaba que si los extranjeros, -específicamente los mexicanos- no quieren sufrir la pena de muerte, que "no vengan a matar a nuestros policías, no vengan a matar a nuestros niños".
Vergüenza, porque todo el trabajo que representa esa cantidad de dinero no fue suficiente para decirle al Gobernador Perry que estaba equivocado. Sorprendentemente, nadie habló, nadie aclaró, nadie rectificó. Nadie le dijo, pues, que una comunidad capaz de generar más de 14 mil millones de dólares en un año, no puede estar compuesta de asesinos ni delincuentes. Todo lo contrario, son trabajadores.
Vergüenza, porque esta impresionante cantidad -superior a los 12 mil millones de dólares que representan los ingresos de Pemex y a los 10 mil millones que se captan por el sector turismo- se recibe en México sin que nuestro gobierno haya invertido un solo peso mexicano, frente a lo que tiene que invertir para conseguir esas cantidades en Pemex y en Turismo.
Ni sueldos -altísimos o bajos-, ni infraestructura, ni comités, comisiones o sindicatos, ni viajes, ni bonos millonarios. Sólo con el coraje, la enjundia, el alma, los brazos y las manos de nuestros compatriotas.
Bendición, porque permite que a través de la distancia y el tiempo, los lazos de las familias mexicanas -aquí y allá- se mantengan y se fortalezcan.
Porque el alma de nuestra nación vibra y se manifiesta en el coraje diario de los 25 millones de compatriotas que viven soñando con regresar a su patria.
Porque muchas escuelas, banquetas y calles se construyen en nuestro territorio gracias a sus aportaciones económicas.
En fin, porque si no tuviéramos en nuestro país esas entradas, hace ya mucho tiempo que en México no disfrutaríamos de la paz que hoy tenemos y que con todo y eso, pareciera algunas veces que se nos va de las manos.
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