La sensación de ausencia de gobierno federal se ha ido apoderando de grandes sectores de la población, incluyendo -recientemente- algunas importantes organizaciones de empresarios. A tres años de iniciado el gobierno de la alternancia, todo indica que se quedó solamente en eso. El presidente Fox pasará a la historia como el hombre que consumó el golpe final a un régimen hegemónico de 71 años, pero también como un hombre sin los tamaños para instrumentar las políticas necesarias para consumar, o al menos dar inicio al cambio que el país demanda.
Entre la gente de la calle se habla ya, anticipadamente, no únicamente de tres años perdidos; se dice que vivimos el sexenio perdido. El presidente mismo luce en la televisión como un personaje desganado, acabado, preocupado e incapaz de sacar adelante sus propuestas. No solamente le ha resultado imposible operar políticamente para conseguir convencer en el Congreso para que se legisle con el objeto de instrumentar las denominadas reformas estructurales, sino que han sido muy pocas las acciones exitosas que no requieren de nuevas leyes y que han podido llevarse a buen término directamente desde el gobierno federal.
Hace ya algunos meses que el propio presidente dio el banderazo para iniciar la lucha por sustituirle. Su misma esposa le arrebató micrófonos y reflectores para preparar la segunda oportunidad de la familia Fox-Sahagún. Se dice, sin embargo, que el PAN no permitirá más madruguetes ni improvisaciones, y que negociará con la primera dama la candidatura del PAN para disputarle a René Bejarano el gobierno del Distrito Federal en el 2006, a cambio de que no interfiera con el proceso de selección de su candidato presidencial, donde todo apunta que la verdadera lucha se dará entre panistas de hueso azul como Felipe Calderón, Santiago Creel, Alberto Cárdenas y Romero Hicks.
En el PRI, entusiasmados con el aquelarre foxista y con sus propias fracturas, los destapes se dan a diestra y siniestra. Madrazo no solamente enfrenta desde ahora el rechazo de la maestra rural quizás más rica y poderosa del planeta, sino de un importante grupo de gobernadores que de aquí al 2006 dejarán de serlo y que se han ido destapando sin el menor recato. Todos, por lo que parece, se sienten con las capacidades para dirigir este país. Después de todo, cualquiera siente -con cierto fundamento- que podría ser mejor presidente que el guanajuatense de las botas. En realidad, solamente algunos pocos tienen la capacidad, el carisma, y la habilidad para conseguir la unidad del otrora partido de estado. La lucha al final se dará muy probablemente entre Roberto Madrazo, Beatriz Paredes, Emilio Chuayfett y Miguel Alemán.
En las filas perredistas, por su parte, las luchas tribales y la fuerza política y moral del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas podrían acabar con la inmejorable oportunidad de López Obrador de gobernar del 2006 al 2012. Andrés Manuel recuerda con su estilo, de manera similar a Cárdenas Solórzano, al PRI de la década de los setenta, con una visión de la izquierda priísta, populista, asistencialista y de estilo autoritario. El mismo jefe de gobierno capitalino ha dado claras muestras de poseer una moralidad que ubica con frecuencia por encima de las leyes y de las instituciones, aunque se trate de una moralidad adaptable como demostró el asunto de su influyente coordinador-chofer. En realidad, de momento no parece haber nadie en el PRD que pudiera desplazarle. Si bien es cierto que el estilo mesurado y más fresco de Lázaro Cárdenas Batel podría conducir a un gobierno de izquierda más genuino, uno al menos más cerca de la izquierda democrática y mucho menos priísta, en realidad su juventud y el interés casi obstinado de su padre por contender le dejarán para otra ocasión. Los nombres de Monreal y Sánchez Anaya son por mucho de talla menor y se ve difícil que estos otrora destacados miembros del PRI puedan disputar a López Obrador y a Cárdenas Solórzano el espacio que ofrecerá el PRD.
Por su parte, el Partido Verde, para mantener su tradición nepotista, prepara la candidatura presidencial para el sustituto similar más popular de la industria farmacéutica. Sin posibilidades, al final probablemente negociará su declinación con el candidato del PRI o con López Obrador.
Convergencia y el PT respaldarán al PRD o a Jorge Castañeda. Lo que les sea más redituable. Jorge ha manifestado que de tener -para finales de marzo- un 7% o más de aceptación, decidirá competir abiertamente por la presidencia. A Jorge le respaldan algunos de los hombres de la izquierda no institucional que impulsaron el voto útil en el 2000 y algunos de los empresarios que impulsaron a Fox, incluyendo a Lino Korrodi. Sin embargo, carece de partido y la legislación no permite candidaturas independientes. Algunos le planteamos hace tiempo la importancia de construir un proyecto partidario y le señalamos el defecto de Convergencia de poseer una dirección unipersonal. Pero Jorge apuesta a que esa dirección, y gracias a ese estilo, le haga candidato de una forma más expedita.
Por último, la izquierda social demócrata mexicana se preocupa más por construir un proyecto para conseguir avanzar en la democratización del país que por el 2006. Esta izquierda busca presentar propuestas que permitan una mejor distribución de la riqueza, que den mayor justicia social y que favorezcan la participación social, fundamentalmente de manera institucional. Muchos de los que en el pasado reciente participaron en México Posible, el Partido de la Rosa, el Partido Campesino y Popular, Fuerza Ciudadana, así como hombres y mujeres sin partido de la sociedad en general, piensan que la prioridad es el proyecto y no quién será el Tlatoani o el nuevo Ometecutli. Desde esa trinchera se piensa en el México por construir para los siguientes 20 años, pero se trabaja para construirlo desde ahora. Lo importante no es quién será el candidato sino cómo será el partido. Por ello buscarán, muy probablemente, algún candidato ciudadano como Juan Ramón de la Fuente, Patricia Mercado, Ricardo Raphael o Sergio Aguayo. Saben que no conquistarán la presidencia, pero entienden que el país necesita contar con un instrumento político de centroizquierda capaz de proponer los caminos para construir un México más justo.
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