De un tiempo para acá, se están dando algunas señales -quizás aisladas-, pero que -como la humedad- parecieran avanzar inexorablemente, las cuales nos hablan del profundo deterioro de nuestra identidad nacional.
Hace algunos años se realizó una encuesta entre las universidades situadas en la frontera norte de nuestro país, en la que se señalaba que 46 de cada 100 jóvenes entrevistados -en una muestra de 500- no verían con malos ojos que México se convirtiera en una estrella más de la bandera de los Estados Unidos.
En la Internet aparece una página muy bien diseñada que impulsa la idea de que los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas se anexen a los Estados Unidos.
A la tragedia que representan los miles de mexicanos que abandonan el campo, y con esto sus raíces, sus costumbres y su familia para ir en pos de un mínimo de bienestar económico a costa de humillaciones y de su propia vida, ahora también se suma la impresionante fuga de cerebros que enfilan sus baterías hacia el norte, porque aquí no tenemos ni los mecanismos ni las instituciones que los empleen. Nos referimos a los miles de jóvenes profesionistas, preparados en nuestras universidades.
Duele saber lo que nuestros indígenas Xi`ui del Estado de Querétaro expresaron al delegado del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe): "...la lengua pani nosotros enseñaremos a nuestros hijos. Yo quiero que hablen español, pero si puedes enseñarles inglés, mejor enséñales en lugar de lengua natal, porque aquí, todos, algún día, nos vamos a Estados Unidos y necesitamos hablar inglés" (La Jornada, 7 de mayo 2004).
Todo parece indicar que aquella estrategia recomendada -a mediados del siglo XX- por un cónsul americano al presidente de los Estados Unidos, en el sentido de que para conquistar a México no se requería de un ejército, sino que bastaría con facilitar el ingreso de algunos mexicanos a las universidades estadounidenses, para que esos estudiantes se convirtieran en aliados incondicionales de los EU; aquella estrategia está redituando sus frutos.
Cuidado. El nacionalismo es el principal factor de cohesión de las sociedades modernas y es también un cauce natural en el que los gobiernos pueden sustentar su autoridad, porque es el concentrador por excelencia de la suprema lealtad de la abrumadora mayoría del pueblo. Sin este elemento no somos nada ni nadie, y seríamos como la luna, un satélite que gira alrededor de un ente que sí vive, que sí siente y que sí vibra.
No olvidemos que fue la falta de nacionalismo lo que les permitió -en última instancia- a los Estados Unidos arrebatarnos más de la mitad de nuestro territorio, y no olvidemos, en contraparte, que gracias a nuestro naciente nacionalismo quisimos, supimos y pudimos rechazar la invasión del poderoso ejército francés.
"Porque aquí, todos, algún día, nos vamos a ir a Estados Unidos". Es doloroso. Reitero aquella paráfrasis: Ojalá no lloremos mañana como pusilánimes lo que hoy no supimos defender como hombres. El que tenga oídos que oiga y el que tenga ojos, que vea. Es urgente.
Réplica y comentarios al autor: salvadorordaz@hotmail.com
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