En solamente unos cuantos meses, el urgente llamado que hiciera el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a refundar el PRD, quedó en el olvido. Todo parece indicar que la crisis por la que atraviesa el partido más importante de la izquierda en México no es percibida como grave por sus actuales dirigentes, quienes se muestran más preocupados por impulsar la candidatura de López Obrador a la presidencia, incluso sin construir, con ese objetivo en mente, una plataforma política para sustentarla. Primero gana, después averigua, parece ser la lógica. Una lógica que al haber venido funcionando y dando con ello frutos electorales, ha privilegiado el pragmatismo en el PRD y ha dejado de lado, cada vez de una forma más evidente, sus principios y sus causas, una lógica que pervierte su proyecto mismo. Por ello ni los funcionarios de gobierno de sus diversas administraciones en el país, ni sus líderes nacionales ni estatales cuestionan abierta y de manera contundente la corrupción que surgió en el gobierno del Distrito Federal, mucho menos se ocupan de combatirla. Por ello René Bejarano goza -en muchos sentidos- de cabal salud y por esa misma razón el ahora exsecretario de finanzas del gobierno de la Ciudad de México encontró el respaldo, o la negligencia necesaria y suficiente, para poder huir, desaparecer y -con ello- conseguir no comprometer el futuro político de López Obrador.
Revisando el origen de lo que hoy es el PRD, cada vez es más evidente que es a raíz de que el Partido Mexicano Socialista ofreció en los hechos su registro a la dirección de la Corriente Democrática del PRI, y de que ésta se insertó con la idea de luchar, fundamentalmente, por restaurar la presidencia arrebatada fraudulentamente a Cárdenas en el 88, cuando se inicia el abandono de sus viejas causas para dar cabida a la izquierda del PRI, que inició su éxodo ante la llegada de los grupos proclives a las políticas neoliberales, porque entendieron que no tenían ya un futuro promisorio en el partido de Estado. De hecho, si uno revisa con cuidado el ideario político y las formas de acción política que impulsaron en sus respectivos gobiernos Luis Echeverría Alvarez y José López Portillo, puede uno percatarse que fueron muy similares a las que llevó a cabo el ingeniero Cárdenas cuando gobernó Michoacán en los 80's y el Distrito Federal en los 90's, y son -a su vez- esencialmente las mismas que se llevan a cabo en el gobierno de la Ciudad de México en la actualidad, y muy parecidas a las de los gobiernos de Tlaxcala, Zacatecas y Baja California, donde gobierna el PRD, con la excepción quizás del actual gobierno de Lázaro Cárdenas en Michoacán. En los hechos, todos los gobiernos perredistas han sido encabezados por exmiembros del PRI, con excepción del interinato de Rosario Robles en el Distrito Federal. Pero no sólo los gobiernos, también la dirección nacional del partido, con excepción de Amalia García, hija de un exgobernador del PRI en Zacatecas, y exmilitante del Partido Comunista Mexicano, ha estado siempre en manos de exmiembros del PRI.
La pregunta fundamental es por qué la izquierda que provenía del Partido Comunista Mexicano, del Partido Revolucionario de los Trabajadores, del Partido Mexicano de los Trabajadores, del Partido Socialista Unificado de México, del Movimiento de Acción Popular y de un numero importante de organizaciones políticas más que dieron origen al Partido Mexicano Socialista, decidió con el tiempo respaldar al proyecto del PRI al que se opuso en los 70's y 80's. La respuesta tiene que ver, probablemente, con la forma como se fueron fusionando los partidos y organizaciones con un ideario socialista, que tenían una base social más bien limitada, y que por ello encontraron agotadas sus posibilidades de expansión. Tiene que ver sin duda con la llegada masiva al PRD de grupos que en el PRI controlaban a los sectores populares, fundamentalmente en el Distrito Federal, y que exportaron sus prácticas clientelares, asistencialistas, corporativas, populistas y mediatizadoras basadas en la gestión exitosa y en mecanismos de coptación y corrupción más o menos sofisticados. Muchos de estos grupos del PRI eran afines a los disidentes que habían constituido la llamada Corriente Democrática. Otros, llegaron posteriormente por la inercia que da la concentración de poder. ¿Quién puede, en estos días, dudar de que las bases de la CNOP en el D.F. están ahora en su mayoría en manos del PRD? Sin embargo, sería una mentira afirmar que el PRD actual es solamente el producto del traslado del ideario del PRI y de sus cuadros. En los hechos, gran parte de los liderazgos de la izquierda que participó en la formación del PMS aprendieron y superaron a sus maestros del PRI. Ahí están Dolores Padierna, René Arce, René Bejarano, Rosario Robles y muchos otros para dar testimonio de ello.
La refundación del PRD no podrá darse en un escenario de confrontación hacia adentro y hacia fuera de ese instituto político. La lucha por la silla presidencial agudizará la polarización que a nivel nacional vivimos actualmente y es probable que lleve desafortunadamente a confrontaciones violentas. La construcción de nuevos partidos de izquierda (y derecha), democráticos y modernos que retomen las causas olvidadas y que les impulsen por los caminos institucionales, es una tarea impostergable. La tarea es aun más importante para la izquierda que dejó en el camino sus banderas. El PRD, hay que decirlo, no tiene solución. Lo que urge es refundar a la izquierda misma.
Tal vez sea por la ausencia de instituciones políticas honorables que el llamado mesiánico sigue teniendo feligreses y que se sigue privilegiando el liderazgo individual por sobre la construcción de instituciones para el México del siglo XXI. Dejarse seducir por aspirantes a tlatoanis es aceptar continuar a la deriva.
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