Hace ya varias semanas que comenzó a bullir la cuestión de la inseguridad en la zona sur de nuestra ciudad. Un conjunto de vecinos encabezaba un boicot contra el Centro Comercial Perisur, el cual, tras una larga semana, dejó grandes pérdidas a los comercios, así como la sensación de que la autoridad local es la única culpable. Ya desde ese momento, un buen amigo me comentaba "se me hace que esto es puramente político..." y, de hecho, lo es.
Por un lado, Norberto Rivera hacía declaraciones en las cuales criticaba severamente a las autoridades por no combatir con eficacia la delincuencia; sobre la misma línea, la ultraderecha continuaba con sus reclamos y llamaba a la marcha civil contra la delincuencia; los medios de comunicación, mediante el uso del amarillismo, le echaban más leña al fuego; por otro lado, Andrés Manuel López Obrador señalaba un nuevo complot; y para completar el numerito, ya se estaban agendando al evento nuestra "primera dama" y su esposo, quienes señalaban estar hartos de la inseguridad (¿?).
Así, varios grupos sembraron una semilla que finalmente germinó este domingo 27 de junio. Cientos de mexicanos salieron a ejercer su derecho a manifestarse, salieron a mostrar su hartazgo de la situación actual de nuestro país. Creo que todos los ciudadanos compartimos ese sentimiento, sin embargo, a pesar de que tenemos libertad y derecho a manifestarnos, quiero establecer que en lo particular me sentí limitada, restringida y marginada para ejercer tal derecho. El sólo pensar cómo se iba a manipular la información y las imágenes captadas por los medios de comunicación, fue un factor clave en mi decisión. A mi juicio, es una pena que, organizaciones que se dicen "sociales", jueguen con eso que más nos duele a los mexicanos: la inseguridad, el duelo y el sufrimiento del pueblo; que se aprovechen de un asunto tan grave para tratar de disminuir la popularidad de un probable candidato presidencial y que disfracen el proselitismo de un acto libre y de buena fe. Por desgracia, la política del país sigue dando mucho de qué hablar, y poco que desear.
El hecho está ahí: fue majestuoso y trascendente. Seguramente, ninguno de los organismos convocantes tenía la menor idea del poder que tenían las palabras "lucha contra la inseguridad y la delincuencia". México siempre ha demostrado ser un país solidario, y este domingo no fue la excepción. Ni la ultraderecha, ni la izquierda, ni el centro político del país, pudieron socavar las tantas voces que el domingo clamaban por un México más seguro. A pesar de que en esta marcha los oportunistas pretendieron cumplir su cometido y hacer proselitismo, la sociedad no lo permitió, cuestión que me es "grata". El domingo 27 de junio del 2004 ya pasó, ya marcó una historia, y ahora ¿qué? ¿Qué es lo que van a hacer las autoridades? ¿Qué es lo que va seguir haciendo la sociedad? Lorenzo Meyer ha señalado algo importante: "La energía, al igual que pasa en física, tiene únicamente dos caminos, o se encauza o se dispersa". Sería una pena que un acto de esta magnitud se quedara en el olvido, y que sólo hubiera servido para hacer sentir bien a unos cuantos, para que los medios tuvieran en sus archivos las hermosas imágenes de un mar blanco que inundaba el zócalo capitalino a favor de una causa común, o peor aún, que sólo hubiera servido para el último y primer fin: el político.
México sigue careciendo de liderazgo, se necesita una persona visionaria que no tema levantar la voz, convocar, organizar y dirigir a la gente, que tenga presente que los problemas no se arreglan en quince minutos, que esté consciente que los grandes cambios se logran a través del tiempo y de la continuidad de los planes y programas. Los mexicanos estamos ávidos de expresarnos, de fungir realmente como una sociedad; pero pareciera que estamos maniatados con los "guías" que tenemos al frente. Sin embargo, el domingo ya hubo una muestra de unión, ahora esperemos que esto haya sido un despertar, y no sólo el pestañeo de un sueño difícil de alcanzar.
Réplica y comentarios a la autora: paola_montesdeoca@yahoo.com.mx
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