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   Fox y la ciencia: las peras del olmo

Hace apenas unos días que el presidente Vicente Fox declaró, en tono casi festivo, que su gobierno estaba dando un gran impulso al quehacer científico en todo el país. Ello a pesar de que durante lo que va de su gestión el presupuesto destinado a la investigación científica se ha reducido año con año en términos reales, particularmente el que dispone el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Las contradicciones del Ejecutivo Federal son tan recurrentes, que ahora lo extraño es no hallarles de manera notoria a los pocos días de que el presidente se pronuncie sobre cualquier tema.

El Conacyt, a través de su director general, el ingeniero Parada, señaló que el número de becas nuevas que se abrirían para estudios de doctorado en el extranjero, sería reducido de un total de 800, que se otorgaron en el 2003, a solamente 300 para el 2004; esto es, 500 menos sólo en la promoción que acaba de concluir. Sin embargo, una visita a la página electrónica de esta importante institución, permite ver que se aprobaron únicamente 168 nuevas becas en el exterior; esto es, 632 menos que el año pasado. Si bien el número de becas que se entregan para estudios de posgrado en el territorio nacional se mantiene, la disminución es importante si consideramos que países con economías emergentes como la nuestra han venido creciendo sus recursos para ciencia y tecnología en los últimos años. Así, por ejemplo, Brasil produce poco más de 6 mil nuevos doctores cada año con un porcentaje muy alto de ellos formándose en el extranjero.

Pero la tragedia de la ciencia mexicana no termina con el asunto de esta importante reducción en el número de becarios. En días recientes, el Conacyt anunció a sus becarios en el extranjero que no dispondrá de recursos para la extensión de becas. Les pide a los becarios de Europa, Canadá y Estados Unidos que busquen por ellos mismos financiamiento en los países donde se encuentran para que puedan concluir sus estudios. Esta situación es muy grave, dado que el tiempo requerido para realizar estudios de doctorado en las universidades del extranjero es de 4 a 5 años, cuando los estudiantes llegan ya con el grado de maestría. Esto implica que la mayoría de los estudiantes que beca el Conacyt tendrán que buscarse sus propios medios para poder concluir lo que se supone es una responsabilidad compartida entre el patrocinador (Conacyt) y el estudiante.

La decisión de no otorgar extensiones tiene dos consecuencias inmediatas de carácter grave: la primera es que la mayoría de los estudiantes se verá obligada a regresar a México sin concluir sus estudios, abandonando con ello proyectos de investigación relevantes. Es fácil deducir que las universidades donde fueron aceptados la pensarán dos veces la siguiente vez que un estudiante mexicano solicite ingresar argumentando que cuenta con una beca del Conacyt. Esto ya ocurrió en la década de los 80´s, la denominada -desde el punto de vista de formación de cuadros científicos nacionales- década perdida, y pudo ocurrir otra vez después del error de diciembre en la administración de Zedillo, con Carlos Bazdrech al frente del Conacyt, pero por fortuna intervino el Congreso mexicano para impedirlo. La segunda consecuencia grave es que una parte importante de los millones de dólares invertidos en la formación de estos científicos serán puestos prácticamente en el bote de la basura, ya que no concluirán el objetivo fundamental de formación y la obtención de este grado académico. No debemos permitir que con decisiones tan burdas el gobierno federal haga que el dinero de nuestros impuestos se vaya a la basura.

En el largo plazo, esto es, para el futuro de nuestro país, la administración irresponsable de los recursos para el desarrollo científico y tecnológico tiene como consecuencia final que el número total y relativo de doctores (y de posgraduados en general) que produce anualmente México se reduce y nos deja en desventaja con respecto a otras naciones con economías emergentes, particularmente Brasil y China. Un país que no invierte en educación, ciencia y tecnología es un país sin futuro. Pero poco se puede hacer ya en este sexenio perdido. Los olmos no dan peras jamás.

Réplica y comentarios al autor: trasquila@hotmail.com




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