El Plan Puebla Panamá y el proyecto para homologar el IVA al 15% en todos los productos y servicios, no son dos cosas aisladas. Ambas convergen en un mismo vértice, el cual puede ser descrito con una sola palabra: "neoliberalismo".
Para el presidente de la República, el Plan Puebla Panamá es un proyecto de máxima importancia, cuya implementación sería un gran logro de su gobierno. Lo explica como una excelente oportunidad de atender los principales problemas que sufre la región, como son la pobreza y la marginación. La instalación de micro, medianas y grandes empresas fomentarían el crecimiento económico, que supondría una derrama de capitales y la consecuente inversión en infraestructura física, o sea, la modernización de carreteras, puertos, aeropuertos, vías férreas, y hasta un eje carretero que uniría el Golfo de México con el canal de Panamá.
¿En dónde habremos escuchado esto antes? Si acaso les recuerdan las políticas neoliberales de las que tantas manifestaciones en contra han recibido alrededor del mundo, no se trata de una coincidencia. Tampoco les deberá parecer extraño si se asemeja a lo dicho ante la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, cuando nos aseguraban los expertos que los pobres de nuestro país gozarían de un beneficio nunca antes visto. Vicente Fox toma el plan como un proyecto propio, pero es bien sabido que los verdaderos artífices de la mencionada idea no otros mas que nuestros vecinos del norte, los cuales pretenden que México sea la punta de lanza para expandir su política neoliberal hasta Centroamérica.
Los mercados europeos y asiáticos se han fortalecido como bloques, y a los productos estadounidenses cada vez les cuesta más trabajo competir en esos países. La ruta obvia a seguir resulta Centroamérica, una zona abundante en recursos naturales que hasta el momento no había sido capaz, por varios motivos, de despertar económicamente. Es un mercado potencial que espera ser explotado y que les queda a la vuelta de la esquina.
El presidente Bush ya ha avalado el plan en diversos foros públicos, y espera echarlo a andar lo más pronto posible, amén de otros intereses, como su preocupación por que abramos nuestro mercado energético. Su visita a México y los encuentros que ha sostenido con funcionarios mexicanos podrían ser mecanismos disimulados de presión.
Los intentos que Vicente Fox ha hecho para pacificar el estado de Chiapas, puerta natural hacia Centroamérica, serían el resultado de dicha presión. Ciertamente, a nadie le gustaría invertir en un lugar en donde hay problemas.
¿Pero cómo echar a andar un proyecto de tales dimensiones? El Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han expresado su disposición para ofrecer préstamos a nuestro país con el fin de que solventemos la puesta en marcha del plan. Sin embargo, como una forma de que garanticemos por lo menos el pago de los intereses que supone el empréstito, el Fondo Monetario Internacional ha emitido una recomendación, la cual es nada más y nada menos, que homologar el impuesto al valor agregado al 15% en todos los productos y servicios.
Resulta irritante e irónico a la vez, pensar que los que realmente financiaremos el plan seremos los mexicanos, a través de nuestros impuestos, para que luego las empresas norteamericanas vengan a establecerse en el sureste de la República y se enriquezcan todavía más a costa nuevamente de nosotros. Claro, nos lo vuelven a explicar como lo hicieron con el TLC en su momento, con la excusa de que se crearían nuevas fuentes de empleo para beneficiar con esto a miles de nuestros compatriotas. Sin embargo, yo aún no veo las mieles del progreso que en ese entonces nos prometieron. Y si no me creen, que le pregunten a los cuarenta millones de personas que viven en la pobreza extrema en este país.
La iniciativa de elevar el IVA está aún por discutirse en el Congreso, pero en caso de ser aprobada, afectaría a cinco millones de familias. Aunque el secretario de Hacienda alegue lo contrario, y pretenda establecer medidas para proteger a los más necesitados, es seguro que el poder adquisitivo del mexicano, ya de por sí bajo, se hundiría aún más.
No quisiera ser tachado de lo que algunos llaman "globalifóbico" al emplear la siguiente frase:
"Estamos tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos".
Y no es que utilice dicha expresión como pretexto para explicar nuestra suerte, pero ante las notas publicadas en varios medios de comunicación durante los últimos días, encuentro puntos a favor para volver a ubicar a México en este contexto, y bajo tales políticas.
México sigue viviendo bajo el yugo de los modelos neoliberales estadounidenses, y nuestros dirigentes parecen dispuestos a obedecer cuanto ordenamiento nos dicten, a pesar de que esto desemboque en el perjuicio de un alto porcentaje de nacionales. Ojalá y ahora, en estos tiempos de cambio, los mexicanos comencemos a vislumbrar el futuro que deseamos, y de esta forma presionemos a nuestros gobernantes para que adopten soluciones acordes a las necesidades de nuestro país, y rechacemos aquellas que nos son impuestas desde el exterior. Es aquí en donde debemos encontrar las respuestas, en la realidad mexicana.
Marco Sakai
|