Después de escuchar las declaraciones de Damián Canales, director jefe de la Policía Judicial del Distrito Federal y de José Luis Figueroa, comisionado de la Policía Federal Preventiva, la noche del martes, y posteriormente el culpable silencio de Marcelo Ebrard, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, y de su subsecretario Gabriel Regino -quien cada que puede se luce contra personas indefensas- sólo queda calificarlos como incapaces o negligentes.
Tardaron más de dos horas en llegar al centro de San Juan Ixtayopan y sólo pudieron rescatar con vida y sumamente maltrecho a uno de los policías encubiertos en una investigación de narcomenudeo frente a la escuela Popol Vuh: Edgar Moreno Nolasco.
Estas entidades policiales pretenden obtener mayor presupuesto, pero para qué, es la pregunta. ¿Para que los jefes vivan a cuerpo de rey y utilicen el dinero de los ciudadanos en sus aspiraciones políticas? ¿Para que en colusión con esos jefazos, sus amigos realicen pingües negocios con el presupuesto de la ciudad o de la nación? ¿Para gastar millones en propaganda para decirle a la gente que la cuidan y en realidad no saben cómo?
Las interrogantes que los descalifican por completo son las siguientes: ¿Por qué razón los representantes de los medios de comunicación llegaron al lugar con suficiente tiempo y lograron hablar con los jóvenes investigadores antes del desenlace mortal para dos de ellos? ¿Por qué no lo hicieron las distintas corporaciones de policías, con el número de elementos, recursos técnicos y físicos dentro de los que se encuentran, incluso, los aéreos, que se encuentran repartidos en toda la ciudad? ¿Qué sucede con la Dirección de Seguridad Pública de Tláhuac, donde el jefe, Rigoberto Salgado, anda a salto de mata, si no es que se encuentra en el Reclusorio Norte, pero sigue en la nómina, mientras su subdirector (Guadaupe Osorio) sólo desacierta a hacer su trabajo político como protegido que es de René Bejarano? ¿Para qué carambas está la jefa delegacional Fátima Mena, que esa noche fue echada literalmente a pedradas por la turbamulta que de esa forma le demostró su desprecio?
A pesar de tanta incapacidad e ineficacia de las autoridades no es justificable el acto de barbarie que presenciamos por las imágenes de televisión.
Pero, ¿qué piensan los ciudadanos azuzados por algunos personajes oscuros (habrá que hacer una investigación muy detallada para encontrar a los responsables) cuando los jóvenes linchados se presentan como policías, luego de que en las últimas semanas en los medios de información se ha dado cuenta de que los secuestradores, violadores y demás delincuentes se encuentran al frente de los aparatos policiales y los órganos administradores de justicia?
Los sucesos de la oscura tarde del martes 23 no son una sorpresa. Los vecinos de Tláhuac, de Milpa Alta y otras delegaciones como Álvaro Obregón y Xochimilco ya habían tomado la justicia en sus manos y amenazaron con que lo volverían a hacer ante la desconfianza a las autoridades en la presente administración.
La violencia bárbara de los tlahuaquenses que viven en Peña Alta puede ser visto como un fenómeno social, y si así fuera, es entendible cuando les avisan que dos niñas han sido secuestradas en días pasados y esa tarde otras dos más fueron alejadas de sus familias por una mujer que acompañaba a los policías. Pero, repito, no se justifica haber llegado a tal grado de brutalidad. Como tampoco el fenómeno social es una excusa para que los jefes policiales pongan más atención a los temas políticos y como Ebrard sueñen con la Jefatura de Gobierno en lugar de ver por la seguridad que les fue encomendada.
Mucho menos se puede dejar pasar la hipótesis de que los policías de la demarcación, coludidos con los narcomenudistas, hayan dejado a los de la PFP a su suerte, simple y sencillamente porque pertenecen a otra corporación y les iban a estropear el negocio, lo que hablaría de negligencia premeditada.
La ciudad quiere soluciones, ya, ahora, y no cuentos políticos.
Una candidatura bien vale dos vidas
San Juan Ixtayopan no estuvo tan lejos para que la policía preventiva y la Federal no pudieran llegar. Tampoco sus calles son tan angostas ni sus características físicas son un obstáculo. Mucho menos la gente: no eran dos mil personas, sino alrededor de 500 y las que participaron en el linchamiento no más de 30, que como dicen los vecinos del lugar, pudieron ser repelidos.
La policía preventiva, ahora lo sabemos bien, estuvo a unas calles del lugar a la espera de la orden para actuar.
Pero arriba, en el helicóptero, Marcelo Ebrard lo pensó mucho. Calculó las consecuencias, midió el peso de sus decisiones y se quedó con la orden en los labios.
Pensó que de haber dado la orden de entrar con gases lacrimógenos y un grupo comando para salvar de la turba a los tres policías le hubiera costado no sólo el enfrentamiento y varios lesionados, sino formarse una imagen de represor y eso no caería bien en el ánimo de la gente cuando se decida quién será el próximo Jefe de Gobierno de la capital.
Así que, en ese momento, tuvo mayor peso su futuro político que su presente como funcionario. Seguramente pensó, tres vidas -que finalmente fueron dos-, bien valen una candidatura por el gobierno de la ciudad.
Y ahora llevará sobre sus hombros la muerte de tres personas, hayan sido policías o aunque no lo fueran.
Sin embargo, en el país de las simulaciones, nuestro México, no se castiga la negligencia, mucho menos la incapacidad o la omisión como sucedió también por parte de José Luis Figueroa, acusado por sus propios colaboradores ayer, quienes afirman que a las 18:30 horas estaban listos para actuar, y llegaban en 15 minutos en motocicletas y en 30 minutos en otros vehículos.
Pero como Marcelo Ebrard, se quedó con la orden en los labios, hasta que ya fue inútil.
Ahora vamos a ser espectadores de otro gran show mediático en las próximas semanas, donde no habrá responsables directos entre los funcionarios, salvo los agitadores de la turba, que esos sí pagarán en esta ocasión porque se metieron con policías federales, quienes no perdonan, como vimos con los que se manifestaron para poner en evidencia a sus jefes.
Lo mismo sucederá con la Jefa Delegacional en Tláhuac, Fátima Mena, quien acusó: "La actitud que tomaron los vecinos habitantes de San Juan Ixtayopan, ha querido sembrar incertidumbre para generar rechazos a las autoridades y conmoción entre la población del Distrito Federal", muy en el tenor lopezobradorista.
Ahora resulta que un grupo de presuntos narcomenudistas, drogados y alcoholizados, como ella misma lo asiente en su comunicado de prensa, tienen la capacidad para sembrar incertidumbre, generar rechazo a ella y a Andrés Manuel López Obrador, además de crear conmoción entre los habitantes de esta capital.
No, lo que se generó entre los habitantes de la capital fue un sentimiento de rechazo a ella, a Ebrard y a José Luis Figueroa por no haber actuado cuando tenían bajo su responsabilidad, como autoridades, la vida de tres personas.
Ahora la procuraduría del "maestro" Bátiz investiga a los detenidos que al parecer tienen denuncias por homicidio, así como a los dueños de una tiendita frente a la esquina, quienes habrían sido los iniciadores del asunto.
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