Las reuniones realizadas en los últimos días, tanto en Sudamérica -APEC y de mandos militares- como las otras en que participó el presidente reelecto del imperio mayor, confirman nuestras apreciaciones, respecto a la política que impulsaría, por cuatro años más, en el afán de pasar a la historia como el más poderoso hombre del siglo XXI -y los que vengan- a base de una mayor violencia en Irak para posicionarse con una paz, a modo, en el Medio Oriente, venciendo al terrorismo. Aquí es crucial bajar los precios del petróleo, y terminar los ductos para traerlo a sus áreas de interés. En América no tiene problemas, de una u otra forma cuenta con los yacimientos de hidrocarburos de México y Venezuela y los que se vayan conformando.

El "hueso duro" para el Imperio es la Europa Unida, que con sus veinticinco países, no puede ser soslayada, cuando y como se le de la gana. Con ella tendrá que entrar en acuerdos, al igual que con China, Rusia y la India, sin olvidar la conformación del bloque sudamericano -Argentina-Brasil-Uruguay-, que obligarán al imperio a volver al multilateralismo, so pena de enfrentar muchos focos de conflicto, que el pueblo estadounidense no desea, menos cuando ve a sus jóvenes enfrentar la muerte.

El último encuentro del presidente mexicano con el estadounidense nos mostró la enorme dificultad de lograr avances sólidos en el tema fundamental de nuestra agenda de relación: nuestros paisanos y su trato en el territorio de aquella nación. Por supuesto que hay avances en algunos terrenos -la matrícula consular, por ejemplo-, pero no es suficiente cuando se les recibe, en su paso furtivo por la frontera, a balazos -así sean de goma los impactos-, y no hay proyectos productivos, con apoyo externo directo, para "suavizar" la miseria que obliga al éxodo, en el sueño de mejores condiciones de vida.

El TLC con el Norte es bueno y útil para aquellos productores del campo mexicano, que cuentan con recursos suficientes para obtener cosechas competitivas a nivel internacional. Esas ventas a los mercados de Estados Unidos y Canadá nos dan cifras alentadoras, pero en su frialdad no nos muestran los estragos que la importación indiscriminada, de otros productos, han hecho por todos los rincones del campo nacional. Crecen los grupos de jornaleros y aumentan los indocumentados.

Poco o nada podrá lograrse, en la paciente espera de que -como siempre ha sido- la economía del imperio vuelva a requerir mano de obra a granel para cubrir sus requerimientos, en áreas pesadas, que ya no son atractivas para sus conciudadanos, y la especialización de muchos mexicanos que van a reforzar el crecimiento de su economía. No olvidemos que mucha de la infraestructura agropecuaria, de caminos, ferroviaria e industrial, así como el desarrollo de la agricultura y la ganadería en el territorio estadounidense, han contado con grandes cantidades de población mexicana. Pero ahora no es requerida. ¿Cuánto más tardaremos en vincularnos a los esfuerzos por definir posiciones claras de negociación en Latinoamérica y asumir la defensa real de nuestros paisanos? El multilateralismo es puerta definitiva a nuestros afanes. Lo que no implica ni engallarnos con el imperio, ni -menos aún- asumir posturas de amanuense, como algún país del Cono Sur. Proseguir el empeño negociador, vis a vis, es una exigencia del momento. Continuémosla, pero apoyados en las posiciones de grupos de países, que no quieren ser traspatio del imperio.

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