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   Se necesitan liberales...
Como decía el inolvidable maestro Don Daniel Cossío Villegas, México está viviendo las ideas viejas en un mundo nuevo. Son muchos los ciudadanos y organizaciones que los aglutinan, que piensan en el borrón y cuenta nueva o, en el otro extremo, que nada debe de cambiar para no arriesgarse a los problemas que trae consigo cualquier género de cambios.

El México de principios del siglo XXI, ya no es el México en blanco y negro al que se refiere Krauze; por supuesto, el México de hoy es mas que nunca policromático, enriquecedoramente plural y por añadidura lleno de renovadas y enérgicas exigencias.

Es cierto y que bueno, sin embargo, la velocidad vertiginosa por la que estamos atravesando y viviendo muchos hechos de nuestra cotidianidad, obligan, -como instinto social de supervivencia- a rescatar antiguas ideas, pensamientos y concepciones que aunque vetustas, continúan operando. Pero lo mejor de ellos continúa vivo. No falta quienes creen que quienes no piensan al parejo de uno, deben de desaparecer; todo con el pretexto de la novedad, del cambio.

Una de las tareas del nuevo régimen, es convencer a quienes piensan de ambas formas; consiste igualmente en ser interlocutores de quienes luchan no ya por la marcha democrática de México, sino por la desaparición de libertades, como condición indispensable para que el (¿?) progreso se haga presente aquí.

Imposible cultivar disimulos frente a éstos grupos, es preciso encontrar respuestas y maneras de encauzarlos para que aporten sus potencialidades a la única meta que importa: México.

Los principios liberales, nunca han sido lastre. Quizá haya quien confunda a las convicciones con métodos o estrategias, con proyectos o planes a corto plazo. Creemos y seguiremos enarbolando aquellos principios liberales heredados desde la Independencia, la Reforma y la Revolución que a pesar de lo que digan, constituyen necesarias reivindicaciones: libertad, en todas sus manifestaciones y grados; justicia, especialmente para los más empobrecidos; soberanía, sobre todo ahora que la globalidad invita a la internacionalización altamente competitiva y que pareciera clamar por sacrificios de lo propio; progreso, que es y será siempre, distribución equitativa de las riquezas generadas; y democracia, con una equilibrada conjunción de lo antes enunciado y sobre todo con el dialogo y el respeto a las concepciones de los demás.

A diferencia del actual gobierno, los liberales no vemos al pasado como una tragedia. El futuro ha dejado de ser incertidumbre y sorpresa. Ha llegado el tiempo de trabajar permanentemente -con la vista puesta en esos dos tiempos- para conseguir el mayor bien para el mayor número de mexicanos. Pensar y actuar de otro modo, equivale a anclarnos en la condena de lo que fue y en la ensoñación -vía promesas y más promesas- de lo que aún no llega.

Los liberales ni somos los encargados de instrumentar apologías de un sistema agonizante ni tampoco somos los enterradores del pasado, en todo caso, deseamos ser los eternos alumnos de aquellas mujeres y hombres que fueron lo suficientemente inteligentes para impulsar a nuestra nación y que ahora son nuestros paradigmas.

Los liberales -hoy por hoy-, pueden ser de los pocos actores sociales capaces de delinear con mayor consistencia lo que podemos esperar para el futuro próximo, con ideas concretas para conocer la forma en que nos están afectando o ayudando las ideas y los problemas de ayer y de ahora.

La disputa por regir los mandos del destino de México, ha dejado de ser tarea de unos cuantos; lleva como acompañantes a multitud de ciudadanos que ya no quieren seguir siendo los que aplaudan o chiflen a los actores. Por eso, se necesitan los esfuerzos de quienes pueden vitalizar la vida pública, que desean abandonar la inmovilidad o el silencio político y buscan, anhelosamente, vías para ejercer su derecho a optar entre los que se dicen ser los mejores para gobernar nuestro México, tan preñado de amenazas, de injusticias... y de contrastes.

Hoy como ayer, a los liberales les corresponde iniciar los justos reclamos, dar seguimiento a las peticiones y asegurar que se distribuyan y actualicen los logros. Lo antiguo, de esa manera, abandona el plano demagógico, retórico, y se asimila como convicción, guía de acción, bandera de lucha.

¿Borrón y cuenta nueva? ¿Todo tiempo pasado fue mejor? La herencia de nuestro pasado, en el mundo modernizador que nos ha tocado vivir, impulsa nuestras aptitudes e inclinaciones por lo mejor. Esta es una nueva tendencia entre las personas, que tienen a veces la tentación de olvidar origen y fundamentos. Toca entonces al F L M, conformar y propiciar la conciencia necesaria en los momentos de determinación de cada ciudadano, de la sociedad. Lo esencial del esfuerzo por hacer que lo antiguo ilumine y potencie lo nuevo nos corresponde y es intransferible. El Partido Liberal Progresista no será un partido de oposición, será un partido de posición. Punto.

Derecho a replica y comentarios: Salvador Ordaz Montes de Oca




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