La iniciativa de ley del presidente Vicente Fox ha representado una de las más grandes controversias durante su joven sexenio. Se dice que es una medida impopular y no cabe la menor duda que así es. Bastó con ver la marcha sindical del Primero de Mayo para comprobar que en estos tiempos de crisis financiera -que por cierto, sí la hay- nadie quiere pagar más impuestos.
Quizá el gobierno tiene bien planeado qué hacer con este ingreso extra, y quizá sí sea encaminado al mejoramiento del país, pero es difícil que la sociedad crea esto, dado que rara vez ha visto reflejadas sus contribuciones en beneficio suyo.
Por otra parte, la compensación que se le dará a los "pobres" (que habría que ver a quiénes considera en esa categoría el gobierno) es francamente ridícula. Con esa paupérrima cantidad de dinero, no vive una familia campesina por más humilde que sea.
Sin embargo, Fox ha tomado esta propuesta como escudo para justificar que no podrá cumplir ni la mitad de sus propuestas de campaña. Su famoso porcentaje de crecimiento anual ya lo extendió para dentro de dos años, y eso sólo si se aprueba la iniciativa de reforma fiscal. Es decir, si la sociedad sigue negada a aceptar pagar mucho más de lo que tiene, y el Congreso no aprueba la propuesta, Fox ya se eximió de toda responsabilidad ante el mínimo o nulo crecimiento del país que tanto prometía hace apenas un año.
Vicente Fox trajo esperanza el primero de diciembre. Convenció a muchos de que en 15 minutos podría resolver problemas tan graves como el de Chiapas. Hoy, la minoría del total de la población que le dio el poder, comienza a desencantarse. Pero Fox, "ya ganó" y la culpa de que México no supere los rezagos de la Crisis de 1994 y de más de 70 años de dictadura priísta ya no es suya, es de la sociedad. Esto, ya lo dejó bien claro nuestro "mesías" del siglo XXI.
Mauricio Ortega
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