El pasado 5 de abril, Heberto Castillo Martínez cumplió 10 años de muerto. La palabra muerto en este caso es dura pero casi exacta. Dicen que sólo muere quien no es recordado más. Pero ser recordado sobre la base de la simulación puede muchas veces resultar en el verdadero asesinato de quien ha partido físicamente. Por ello cada aniversario de la muerte de Heberto, al recibir la invitación a su homenaje, acuden a mí sentimientos encontrados.
Víctima de homenajes anuales, Heberto sufre en muerte propia lo que tanto detestó en vida. La simulación que representan los homenajes, particularmente los oficiales, los institucionales. Son como actos de contrición, decía. Mi madre, María Teresa Juárez, recordó hace unos días en un acto en honor de Heberto sus exactas palabras: "En lugar de decirle a los campesinos, aquí está la estatua de Zapata, el que luchó por sus tierras, habría que decirles, aquí están sus tierras por las que luchó Zapata". A Heberto le molestaban por ello los homenajes. Una vez, mientras mirábamos por la televisión un homenaje organizado por el gobierno de José López Portillo a Zapata, le dije que a él le podría algún día ocurrir lo mismo. Primero sonrió entre halagado y nervioso. Anticipas mi derrota, dijo inmediatamente. El reconocimiento de otros, agregué. ¿De la derrota? Preguntó. Reí. De las dos cosas, le comenté. Siempre será mejor conseguir que las cosas cambien y no tener el reconocimiento de nadie, que lo opuesto, me dijo. Seguramente habrá quien prefiera imaginar su busto en un parque, o una calle o una escuela con su nombre. Pero Heberto no era de esos. De eso no tengo duda.
La realidad es que Heberto luchó y trabajó en varios escenarios. El técnico y el político son los dos más conocidos. Pero también incursionó en el periodismo, además de pintar y dibujar. Desarrolló un sistema estructural (Tridilosa) que disminuye la cantidad de acero y concreto que requiere una estructura de concreto armado. Diseñó y construyó con ella puentes y edificios en varios lugares del mundo. Realizó además, en los años 60, innovaciones en álgebra matricial para poder estudiar los modos de vibrar de sus estructuras hiperestáticas. Definió en aquel entonces funciones trigonométricas de los sistemas matriciales (sistemas de ecuaciones simultáneas) y presentó estos desarrollos en un foro realizado en China.
Pero Heberto participó también en la construcción de instrumentos políticos desde una perspectiva de izquierda democrática. Fundó el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Mexicano Socialista y el Partido de la Revolución Democrática. Pero cuando este último partido conquistó el poder, primero en el Distrito Federal y luego en algunos otros estados de la república, nunca promovió su obra técnica, ni desde las instancias del partido mismo, ni desde los gobiernos que encabezaba. No lo hizo quien fuera su alumno en la Facultad de Ingeniería de la UNAM en los años 50, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, no lo hizo Rosario Robles, no lo hizo Andrés Manuel López Obrador, no lo hizo Alejandro Encinas, no lo ha hecho hasta ahora Marcelo Ebrard, no lo hicieron tampoco quienes, impulsados por el PRD, llegaron a gobernadores en Zacatecas, Chiapas, Baja California, Tlaxcala, Guerrero ni Michoacán. Salvo muy pequeños puentes peatonales, su obra no se ha realizado en esos gobiernos. Casi todos, en cambio, hicieron y hacen actos políticos para recordarle, o acuden como invitados de honor. Incluso hace algunos años, López Obrador inauguró un distribuidor vial. Un puente vehicular, pero elaborado con el sistema de construcción que Heberto consideraba un dispendio. Y le puso el nombre Distribuidor Vial Heberto Castillo Martínez. Sería difícil imaginar una forma más ofensiva de desprecio al legado tecnológico del ingeniero Castillo.
Los gobiernos federales en este sentido han sido también omisos. Vicente Fox intentó usar la imagen de luchador por la democracia de Heberto para impulsar su propia imagen. ¿Quién puede creer ahora en la vocación democrática del ex presidente si fue también Fox quien intentó burdamente el desafuero de López Obrador e impulsó al candidato presidencial de su partido? Hace unos años el mismo Vicente Fox encabezó la ceremonia en la que se depositaron los restos de Heberto Castillo en la Rotonda de las Personas Ilustres. De haber podido, estoy convencido, Heberto lo habría evitado. Insistiré en mi recuerdo. Anticipas mi derrota, dijo. El reconocimiento de otros, agregué. ¿De la derrota? Preguntó. Reí. De las dos cosas, le comenté. Y ahí Fox en la Rotonda, con la complicidad del ego de muchos amigos y familiares de Heberto, celebró que Heberto no estaba ahí para enfrentarle, para enfrentarnos, para defenderse. Nada se hizo en la gestión foxista para impulsar el legado tecnológico del ingeniero. Nada. Cuando hace algunos años intenté conversar con los funcionarios foxistas encargados de las obras públicas para comentar la posibilidad de usar sus sistemas de construcción no fui siquiera recibido.
Por ello no me extrañó que hace unas semanas, cuando intenté contactar a Felipe Calderón para tocar este mismo asunto del legado tecnológico del ingeniero, además de otros sobre desarrollo rural, ciencia y tecnología, tuve como respuesta una llamada telefónica donde me prevenían que el señor Presidente es una persona muy ocupada y que el Estado Mayor Presidencial no permite que cualquiera se le acerque. Luego, días después, una carta firmada por Benigno Aladro Fernández (Oficina de la Presidencia de la República, Folio 210036162-5), para decirme que si lo deseo le escriba al Presidente a un correo electrónico (felipe.calderon@presidencia.gob.mx) que revisa un grupo de empleados de esa oficina que luego manda las cartas como la que recibí, en una especie de bizarro círculo vicioso. Curioso, porque yo guardo una decena de correos electrónicos suyos, en donde Felipe Calderón manifestaba interés por algunos de estos temas allá entre 2000 y 2001. Primero porque estaba en campaña Fox y mi acercamiento les convenía, y luego porque Calderón pensaba incursionar como candidato por el PAN para gobernar Michoacán. Simulaba también. La verdad es que no me siento sorprendido por la simulación de personajes del PAN y de la derecha antidemocrática mexicana, pero en cambio debo reconocer que la de la izquierda y particularmente la de algunos de los compañeros de Heberto me resultó, las más de las veces, inesperada.
Cuando era niño, Heberto me invitaba a estudiar y a leer todos los días. Es como una alcancía al que le pones un veinte, un tostón, un peso, me decía. Cuando pasa el tiempo descubres que se ha llenado y puedes adquirir entonces algo de lo que has soñado tener. A mis estudiantes en la Universidad les invito a hacer lo mismo. Les digo que con el tiempo, si insisten en leer diariamente "Dios los castigará" y los hará sabios. Es un poco la idea de Bertolt Brecht de luchar todos los días. Estudiar sólo para pasar el examen puede salvar ese día, pero por tratarse de una especie de simulación, ese conocimiento no prevalecerá mucho tiempo. En cambio, quien estudia diariamente no necesita estudiar para el examen, porque ya lo ha hecho con su estudio cotidiano. Si quienes desde el gobierno organizan cada año los homenajes a Heberto entendieran y adaptaran este principio en su quehacer cotidiano, descubrirían que no hace falta organizar cada año un homenaje para recordarle. Habría en cambio que trabajar diariamente y llenar esa alcancía imaginaria motivados por su ejemplo y el de muchos otros en quienes reconocemos virtudes y valores. Lo demás, hay que decirlo sin eufemismos, es demagogia.
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