Nuestra historia contiene grandes y reveladores capítulos basados en el agrarismo. Con esta palabra se resumen las ideas y movimientos que manifiestan las interminables luchas por la conservación, la reconquista o el reparto de la tierra en beneficio de las masas campesinas e indígenas, especialmente durante los dos últimos siglos. Decir agrarismo, ejido, campesino, es decir México, sin duda.
Nuestro pasado mediato está repleto de enormes y profundas transformaciones en el campo, paralelas a alzamientos y revueltas de variada intensidad y trascendencia social.
En este sentido, decir agrarismo, campo, ejido, es decir lucha y sangre, búsqueda ininterrumpida de justicia social. Actualmente, luego de los fragores y sufrimientos que acompañaron a las luchas campesinas y sociales, México necesita dar un paso más en sus ideales agraristas.
Ya no basta con poseer y trabajar la tierra para sobrevivir medianamente, es preciso modernizar al campo para dar de comer a un creciente numero de mexicanos, repartiendo igualmente los beneficios que esto acarreará a una clase tradicionalmente explotada y envilecida, el campesinado. Hoy, decir agrarismo, ejido, campesino, puede y debe equivaler a productividad, autosuficiencia alimentaria y progreso en los trabajadores del campo.
Hoy, el reto es no tanto dejar de ser lo que somos legalmente en materia agraria, si no avanzar real y oportunamente, es necesario revisar los términos del Tratado de Libre Comercio, que según los números, nos hacen pensar que los negociadores en su afán por lograr la firma, descuidaron gravemente nuestra producción nacional; hoy, todo lo importamos: toneladas de maíz, fríjol, arroz, azúcar, alpiste, chile, cerezas, semilla de linaza, uva pasa, etc. etc... hasta cacahuates.
Ahora que México apuesta a la modernización global de su quehacer cotidiano, el campo no puede, no debe hacerse a un lado. Al hablar de modificaciones jurídicas en este ámbito, no debe caerse en equívoco o malentendidos: ni es la oportunidad para que renazcan vicios, ni es ocasión de usos indebidos y egoístas de suelo. Su producto, así como la debida repartición de los beneficios, debe ser, en bien de México y los mexicanos.
Sobra decir que de lograrse un adelanto cualitativo y cuantitativo en el agro, se estaría dando de raíz una solución a innumerables problemas que padece nuestro país en materia alimentaria, comercial, social y hasta cultural.
Es preciso dar pasos en firme en este asunto. El rentismo y la subutilización del campo exigen en contrapartida soluciones técnicas, financieras, jurídicas y políticas que sean objetivas, eficientes, modernas. Es desear que idealismos superados y oposiciones arribistas cedan lugar a propuestas y apoyos operativos y actualizados.
Pero en honor al realismo que invocamos y a la eficiencia que requerimos, es menester atajar de golpe a quienes eternamente buscan el provecho interesado y fácil que se basa en la explotación del trabajo ajeno y en pescar a río revuelto. El apego al derecho y un nacionalismo activo y moderno que nunca dejará de ser actual, obliga a nuestras autoridades a prevenir males mayores, mientras se curan los actuales. No más tragedias como las de Yuma, Arizona.
Para finalizar, queremos recordar algunas palabras del jurista Francisco Severo Maldonado, quien en 1823 publicó importantes conceptos relativos a la legislación agraria. Las traemos a colación puesto que el peligro de acaparamiento de tierras no está alejado ni excluido de nuestra nueva realidad, especialmente ahora que japoneses, estadounidenses y europeos están adquiriendo miles de hectáreas de nuestro suelo, particularmente en la costa del Pacifico: "los fondos pertenecientes a los indígenas deben respetarse... (de lo contrario) no se conseguirá formar con solidez un buen establecimiento republicano, pues todos los que se levantasen sin esta base, encontrarán el mismo fin trágico y desastroso que las repúblicas de los antiguos griegos y romanos, cuya ruina no tuvo otro origen que el de la acumulación de la propiedad territorial".
La voluntad política agraria del presidente Vicente Fox Quezada está a prueba: llevar adelante una reforma productiva que de fin al anquilosamiento del campo, no hay de otra, es vital.
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