Esta semana será crucial para el mundo. George Bush ha anunciado una nueva iniciativa a efecto de declarar la guerra a Irak, la cual, presumiblemente, será votada por el Consejo de Seguridad este martes. De efectuarse tal votación, veremos qué pesa más en la decisión del gobierno mexicano: los principios tradicionales de nuestra política exterior, o el más prudente pragmatismo.

Al respecto, diversos sectores se han pronunciado irritadamente contra los supuestos intentos de presión ejercidos por el señor Aznar y el gobierno norteamericano. Es sano manifestar tal indignación, pero habría que ser más realistas: el cabildeo y las peticiones, sean suaves o duramente amenazadoras, son prácticas corrientes en la diplomacia mundial.

Probablemente sean consustanciales a la propia diplomacia. Hasta ahora, nosotros sólo de manera tangencial (durante el conflicto centroamericano) lo habíamos experimentado, por la conocida práctica de no meternos con nadie para que nadie se metiera con nosotros.

Pero su desconocimiento no significa que deje de existir: es el precio a pagar por una política exterior más activa.

Francia lo sabe y ha actuado, hasta ahora, con los mismos medios que el gobierno de Washington, sabiendo a lo que se enfrenta, lo mismo que otros países europeos.

Para ellos, impedir un uso unilateral de la fuerza es fundamental, ya que buscan que no se concrete el escenario de un mundo unipolar, así como dar oxígeno a las instancias multilaterales, donde su opinión cuenta más, como hoy en la ONU. Ellos saben sus prioridades, la pregunta es ¿nosotros también las sabemos?

Se ha comenzado a sugerir que el mejor escenario para México es que Francia se oponga a la nueva iniciativa, a efecto de que nosotros no tengamos que pronunciarnos sobre ella. Al ser un miembro permanente del Consejo de Seguridad, su voto en contra significará un veto automático, por lo que no importaría mucho el sentido del voto de los miembros no permanentes.

Si Francia se abstiene, será inexcusable para nosotros asumir una posición: se requieren nueve votos de los 15 países representados para aprobar la iniciativa de Bush, por lo que todos los países contarán por igual.

Nuestra economía depende sustancialmente de los Estados Unidos, además, tenemos una gran parte de nuestra población viviendo en suelo norteamericano, sujeta a todo tipo de coacciones. La agenda entre ambos países es cada vez más intensa y confusa, de la cual surgen continuamente motivos de sobresalto, como acabamos de ver en los casos del agua y el de los subsidios a los productos agrícolas.

En contrapartida, es sustancial para nosotros que no estalle la guerra: sería la vuelta a la ley de la selva en la política internacional. Y nosotros dormimos al lado del león.

Responder qué preferimos será una prueba de madurez para la sociedad mexicana: no podemos seguir confiando en que otros nos librarán de la responsabilidad y los costos de nuestras propias decisiones. Si preferimos libremente el pragmatismo o bien los principios, actuaremos correctamente, pero primero necesitamos discutir y saber todas sus implicaciones.

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