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   Prueba de fuego

El gobierno foxista enfrenta para este año 2003 una serie de retos que van a ser determinantes para la conducción de su gobierno. Es la etapa del tercer año donde antaño se reafirmaba el poder presidencial en virtud de recomposiciones estratégicas, o sea, alianzas más afines, que redundaban en un congreso comprometido con el jefe en turno; de igual modo gobernadores y secretarios de Estado eran removidos; se redefinían las políticas públicas del gobierno y se reorientaba la economía; reglas que mantenían la funcionalidad del sistema y que en el actual sexenio parecen haber sido trastocadas por otras.

El paso de Vicente Fox en la máxima magistratura de la nación ha sido bastante accidentada como para pensar que puedan derivarse algunas novedades a estas alturas. Sin lugar a dudas, el único mérito que se le tendrá que reconocer es haber sido el primer presidente de la alternancia en más de 70 años. O para que la ciudadanía valorara el papel de una forma de gobernar diferente, experiencia de la que dan cuenta las ultimas encuestas (en marzo de 2001, el presidente Fox tenía 73% de aprobación y hoy tiene sólo 39%: ha bajado 34 puntos porcentuales) que lo reprueban, porque el papel desempeñado por el presidente no ha sido el de las exageradas expectativas.

Todavía están en el aire las palabras que mencionó Cuauhtémoc Cárdenas, en su opinión del triunfo foxista, cuando lo señalo como "una desgracia para el pueblo de México", mientras sus partidarios y simpatizantes festejaban aún con incredulidad una victoria defendida con toda ansia desde la Residencia Oficial de Los Pinos. El entusiasmo y la alegría fue una constante por varios días de quienes creyeron en su proyecto de cambio con canciones de golondrinas a muchos males que nos han aquejado a los mexicanos.

Pareciera que en la cultura política del país quedó muy prendida la idea del Mesías indígena, el gran Quetzalcóatl, que prometió regresar para reivindicar a su pueblo, y así cada vez que hay elecciones, más que esperar la llegada de un ser mortal a un cargo de elección popular, se espera la presencia de un sobrehumano capaz de transformar estructuras de poder y de mentes que los fanatismos, los dogmas y la ignorancia apresaron por muchos años, y de la que abusaron incontables gobernantes.

Las transformaciones radicales no son producto de días o de un periodo gubernamental, sino de revoluciones o de procesos de transición necesarios y prolongados; por ejemplo, Cuba, España y Chile. Esto no debe de significar la postergación de las reformas necesarias para la transformación del estado a favor de la sociedad, y a este respecto aún están pendientes, entre otras, la implementación del referéndum, el plebiscito y la revocación de mandato (léase bien, cambiar de gobernante cuando éste no satisfaga las exigencias sociales), que en sus primeros días de gobierno prometió encauzar el presidente. Nadie dijo que la transición mexicana a la democracia sería fácil, pero quizá tampoco imaginamos que sería, en el mejor de los casos, de una manufactura tan compleja. La consolidación democrática está cada vez más lejana y los tambores del escenario restaurador empezaron a sonar.

Más que de un gobierno de ultraderecha, centro o izquierda moderada, la ciudadanía está ávida de un tipo de gobernante consciente del momento histórico que le ha tocado afrontar, y en cuanto a esto, Fox prometió responder a las demandas de una mejor educación, empleos (un millón doscientos mil por año), salud, fortalecimiento de la justicia para acabar con la impunidad, la reforma fiscal, el apoyo al campo, una real división de poderes y transparencia de la aplicación de los recursos gubernamentales; cosas que también no ha cumplido y que al parecer también van a ser aspectos pendientes para otros sexenios.

Lejos están los arrestos de un Juárez que enfrentó al Imperio, y de un Lázaro Cárdenas que expulsó a Plutarco Elías Calles, el jefe máximo de la nación que monopolizó la vida política del país e impuso a presidentes de la república; y qué decir de la expropiación petrolera que con toda virilidad llevó hasta sus últimas consecuencias. Lo más seguro es que ambos estaban hechos de un material muy diferente al resto, porque abrevaron sus conocimientos y entendimientos de fuentes donde se les enseñó el amor a la patria y a la humanidad.

Mientras las cosas alcanzan el nivel que todos los gobernantes se proponen alcanzar en determinado tiempo y más en épocas de elecciones, los actos de gobierno buenos y malos están siendo calificados por la ciudadanía a través de las elecciones que ha habido en algunos estados de la República, y que por cierto no le han sido nada favorables al Partido Acción Nacional. Siguiendo esta lógica de actitudes y acciones que no favorecen a la envestidura presidencial, es seguro que el Partido Revolucionario logre consumar la mayoría en el Congreso de la Unión y la recuperación de los estados aún gobernados por el partido en el poder. El Presidente y el PAN buscarán a toda costa conquistar los votos para asumir el control y poder gobernar a su antojo, al menos durante la segunda mitad del sexenio.

Réplica y comentarios al autor: rcamarilloc@yahoo.com.mx




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