La guerra contra el "enemigo invisible" ha producido gran cantidad de debate y reflexión sobre la participación que México deberá tener en este conflicto. Por un lado, nuestro país aunque así lo deseara, no tiene el armamento ni la disposición de la gente para participar militarmente; por el otro, no podemos negar los lazos de unión y sumisión a los que estamos atados a Estados Unidos gracias al priísmo.
Muchos calificaron como frío el apoyo hacia nuestros vecinos del norte. Sin embargo, considero de muy acertada la reacción de Vicente Fox al simplemente condolerse por los miles de caídos el 11 de septiembre. Jorge Castañeda se manifestó diferente a esta posición al dar a entender su lealtad incondicional a Estados Unidos. Ni hablar, se emocionó y no supo medir la gravedad de sus declaraciones, al decir que "no se puede mamar y dar de topes".
Definitivamente, nadie puede alegrarse de lo ocurrido, pero tampoco es posible adoptar medidas radicales que ponen en entredicho la postura tradicional mexicana de no intervención (emanada de la Doctrina Estrada), o el principio de los Tratados de Río, en los que claramente se estipula que los países firmantes son libres de participar o no en la defensa de alguno de los países miembros.
Estos son tiempos en los que el presidente Vicente Fox debe ser muy cuidadoso en su actuar, ya que las consecuencias de sus decisiones pueden ser determinantes en el futuro de la nación. No debe "calentarse" y mostrarse insensato al querer involucrar bélicamente a nuestro ejército en el conflicto, pero tampoco puede mostrarse indiferente ante él, no sólo por la atadura económica, social y política de México con Estados Unidos, sino por la posibilidad latente de que nuestro territorio sea usado como plataforma para más ataques.
La sociedad debe mantenerse más unida que nunca para preservar la tranquilidad y la paz nacional. El terrorismo no se crea de la nada, es resultado de la inconformidad, el radicalismo y el ultranacionalismo. Estamos en buen momento para reflexionar sobre lo que hacemos, para enarbolar valores como la solidaridad, no como la enseñó Salinas, sino como un fundamento para el bienestar colectivo, la unidad y el progreso.
Esta guerra debe ser motivo para el trabajo mutuo del gobierno y la sociedad, para que en conjunto, decidan el futuro de México y amplíen su horizonte económico y político internacional; para evitar en el futuro, el posicionamiento del país en posturas comprometedoras en el concierto mundial.
Réplica y comentarios al autor: ortega_mau@yahoo.com.mx
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