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   El presidente que no quiere aprender

"La experiencia es el riquísimo peine que los hombres usan cuando ya están calvos".
Refrán popular

Lástima. Que no sepa quién fue Borges o que ignore que Checoslovaquia ya no existe, o que le atribuya a Cervantes una frase que nunca dijo, que mutile incluso nuestro escudo nacional, o que haya hecho cientos de promesas que ahora o no sabe, o no quiere o no puede cumplir.

Doblemente lástima. Que pese a su apoyo "incondicional" y los múltiples elogios al presidente Bush, éste siempre sí haya incluido en la lista negra el nombre de México junto al de Afganistán, Pakistán, Haití, Vietnam y Colombia para certificar o descertificar en marzo próximo. Todo como preludio de un distanciamiento anunciado que apenas inicia. Al tiempo.

Preocupante. Que a estas alturas no haya promovido ante el Congreso, una propuesta alterna a su famosa reforma fiscal que no contemple el impuesto a medicinas y alimentos. Por lo mismo, ya hay diputados de todos los partidos que no la van a aprobar.

Malo. Que el sector industrial esté en franco retroceso, las ventas caen de manera permanente, el déficit comercial se incrementa, aumenta día a día el número de desempleados en nuestra nación -sólo en el primer semestre de este año, en relación a la población económicamente activa, más de 800 mil personas se quedaron sin trabajo-, el gobierno finalmente reconoció que no habrá crecimiento económico este año.

Desesperante: Que no sea capaz de poner orden en su propio gabinete, secretarios de estado que no crecen, peleando unos con otros, mostrando no sólo inexperiencia sino incapacidad para el encargo; una agricultura nacional en el olvido, una política exterior errática, un procurador de los pocos con aciertos y éxitos, pero enfrentado a un secretario de Seguridad Pública, un secretario de trabajo más bien proclive a los empresarios que a los trabajadores, aberraciones administrativas donde encontramos duplicidad de funciones y altísimos sueldos de servidores que no se encuentran ubicados en un organigrama funcionalmente orgánico y que no están dando resultados.

Deplorable: Que sigan siendo elevados los índices de inseguridad y violencia en sus distintas formas y manifestaciones; secuestros, robos, asaltos, asesinatos y un creciente consumo interno de drogas en nuestras entidades fronterizas, motivado por la decisión de los altos jefes del narcotráfico que están encontrando -por razones obvias-, muchas dificultades para pasar la droga a los Estados Unidos.

Inquietante. La sensación de que en lugar de enfrentarse a los problemas y resolverlos, se prefieren las delicias y la parafernalia que envuelven los viajes al extranjero, especialmente si se viaja en calidad de jefe de estado y mejor aún, sin la presencia de una prensa inoportuna que sólo refieren "babosadas".

Todo eso y más, mucho más, sólo van once meses, no nos alcanzaría este espacio para describir las vicisitudes y circunstancias de nuestra nueva cotidianidad nacional a las que nos está acostumbrando el Ciudadano Presidente Vicente Fox Quezada, vale y hasta cierto punto se justificaría, después de todo, muchos millones de mexicanos votaron por él, es un presidente legitimado por el voto de los que en él confiaron y creyeron, y aún cuando yo no voté por él, Vicente Fox es mi Presidente y he esperado hasta el último momento que aprenda a ser Presidente no de una empresa o una fábrica sino de una Nación que sufre, que ríe y que lucha y se esfuerza por salir adelante, esa es nuestra raza y ese es nuestro espíritu... a pesar de nuestros gobernantes.

Sin embargo, a todos los males hoy se viene a sumar uno, la tristeza.

Triste. Que tengamos un presidente que desperdicia la enorme oportunidad de permanecer callado. Que en lugar de ser el amo de su silencio, prefiere ser el pobre esclavo de sus palabras.

Triste. Me recuerda al conductor que se metió en sentido contrario a una avenida de gran circulación, sonriendo y burlándose, con la convicción de que eran los otros los que iban en contraflujo.

Triste. Por que puedo advertir que es él, quien ha cometido los errores, que los medios no los inventan, como mexicano me dio pena que los vascos le hayan pedido que se calle.

Tenía la esperanza que aprendería a ser presidente de nuestra nación, sin embargo, las declaraciones del presidente en el programa de radio del sábado, me hacen recordar las palabras de mi abuelita que decía que no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír.

Si ya no lee los periódicos porque le amargan el día, entonces, seguramente leerá los informes de sus colaboradores, en los que -sin duda- le dirán que él es el mejor presidente que ha tenido México, él seguirá pensando que todo está bien en nuestro territorio, nosotros seguiremos pensando en lo triste de tener un presidente así; y allá en la montaña o en el ejido, o en nuestras costas y en nuestras ciudades y en nuestros pueblos, nuestra gente seguirá luchando y sufriendo, muchos perderán su empleo o su cosecha porque sale más caro cortarla que venderla. ¿Hasta cuándo? Hasta que la tristeza se convierta en rabia.

Derecho a réplica y comentarios: senadors@hotmail.com o salvadorordaz@mexico.com




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