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   México, penúltimo lugar en educación

"Ante la amenaza de grandes peligros e incertidumbres, sólo una sociedad educada podrá resolver satisfactoriamente los desafíos que representan los complejos problemas de tal sociedad. En esta posibilidad radica la esperanza educativa del hombre moderno".
Burton R. Clark

La reciente evaluación sobre conocimientos escolares con la que fuimos calificados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que nos colocó en el lugar 31 en una muestra de 32 países, obliga a la reflexión y a asumir con responsabilidad la tarea redentora de la educación nacional y que compromete a todos los involucrados con el proceso educativo de nuestra nación: sindicatos, autoridades, legisladores, maestros y padres de familia.

Si bien es cierto que el gobierno no destina el 8% del PIB como criterio mínimo aceptable recomendado por la UNESCO, también es cierto que la aplicación de los 216 mil millones de pesos que gastamos -invertir sería el término más correcto- en el ejercicio presupuestal del año 2000, deberían habernos colocado en una mucho mejor posición que el vergonzoso penúltimo lugar.

El asunto es grave, no se trata de una mera calificación deshonrosamente reprobatoria. Detrás está una situación educativa que está minando las entrañas mismas de la conciencia nacional, la educación definitivamente no se circunscribe a saber medio leer y medio escribir para medio producir y medio conocer los pros y los contras de la dinámica económica y política, en un mundo en donde el nacionalismo y la soberanía estorban a los poderosos de siempre.

La calificación de la OCDE, sólo viene a mostrarnos los bajísimos niveles educativos en donde la apatía y el subdesarrollo de generaciones de mexicanos se vienen lamentablemente reproduciendo, y no es con evaluaciones de expertos extranjeros como se va a solucionar de fondo nuestro problema educativo.

No más rounds de sombra. Con la educación no se juega, la educación de nuestros hijos debe mostrar cambios y medidas urgentes, sólo éstas podrán mostrar que el circulo vicioso miseria-ignorancia-miseria puede ser derrotado.

Si en verdad hay voluntad política para profundizar en la solución de este problema, aquí están cuatro tareas pendientes de realizar: mayor apoyo financiero para renovar o levantar una adecuada infraestructura educacional; mejoría en la preparación y remuneración del magisterio para poder exigirles mejor y mayor esfuerzo y calidad en la enseñanza; reforma a fondo de los contenidos educativos y de los programas de estudio que contemplen no solamente enseñarse a ganar la vida sino a vivir la vida, esto es, enseñanza con calor humano; y, la creación de consejos educativos que permitan que la familia, comunidad, maestros y alumnos tomen parte activa del proceso de enseñanza y aprendizaje, mas allá, mucho mas allá de burocratismos e intereses sindicalistas.

La implantación de un ciclo con más horas de educación básica y obligatoria de excelencia que abarque hasta la secundaria, habrá de dar un significativo empuje a los mexicanos, puesto que, si en verdad pretendemos hacer de nuestro país un ente desarrollado que proporcione bienestar a sus habitantes, entonces habremos de obtener de las escuelas personas capaces de incidir en el progreso y en el desarrollo real y no -como hasta hoy- en una sobreabundante mano de obra mal pagada.

No sería sabio, ni prudente, separar estos propósitos de los demás desafíos de la modernización mexicana. Ya no es posible bifurcar el camino en economía y... lo demás. ¿De qué servirían los mejores planes de estudio si no hay empleo, si no hay trabajo?

¿Cómo aspirar a la modernidad, si no hay operarios, ni creadores, ni administradores, junto con intelectuales y artistas, del otro lado del límite del hambre, la miseria y la ignorancia? ¿Puede existir un país preparado para los problemas de este siglo que apenas empieza, sin educación de calidad en su más profunda acepción?

El gobierno de la República debe mostrar que quiere hacer bien las cosas -no solamente publicitarlas-. A propósito, no compartimos aquella visión limitada e interesada que advierte que "del fortalecimiento de un partido (PAN) depende la suerte del gobierno del Presidente Fox".

No, por supuesto que no, la suerte del gobierno del Presidente Fox estará en proporción directa a la identificación que éste tenga con las causas más sentidas de su pueblo, el que lo eligió, el que creyó en sus promesas. Y en esto, hay que reconocerlo, poco o nada tuvo que ver el PAN como partido.

Ni chantajes ni facturas. Parafrasear así al Libro de la Ley: "Si el pueblo conmigo, ¿quién contra mí? Lo demás será lo de menos.

Derecho a réplica y comentarios: senadors@hotmail.com y salvadorordaz@hotmail.com




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