Una reciente visita al "Mundo Feliz" de Aldous Huxley me dejó tan sorprendida como alarmada debido a la habilidad del autor al mezclar brillantez literaria y sabiduría profética. Para aquellos que no se han escapado a leer esta fascinante novela, la premisa es un análisis de un mundo futuro, precisamente 632 años después de Henry Ford, el cual es considerado como un dios debido a su concepción de la producción en masa, la nueva forma de la Creación. Huxley contempla un mundo donde el consumo es el rey, se promueve la promiscuidad, la gratificación debe ser inmediata y donde el pensamiento condicionado reemplaza a la educación. Ni Nostradamus ni ningún otro texto profético de cualquier religión se le acerca en exactitud a las predicciones de esta novela escrita en 1932.
En esta futurista pero muy real sociedad, la gente se conforma con vivir sus vidas en una felicidad basada en la droga y el lavado de cerebros, renunciando a toda noción de voluntad y creatividad. Un calculado proceso de clonación hace posible un moderno sistema de castas en donde cada ser humano esta hipnotizado y cree que su vida es exactamente lo que debe ser, aun si se trata de una vida de esclavitud. ¿Comienza esto a sonar un tanto familiar? Parece que la vida nunca se había parecido tanto al arte. Lenta pero determinadamente estamos creando nuestras propias prisiones mentales.
Piensa un momento en el microcosmos donde vives y pregúntate cuánto control has cedido a algún poder más allá de tu alcance. En la novela este poder está representado por diez Controladores Mundiales; hoy en día hay tan sólo un puñado de grandes corporaciones las cuales son dueñas de prácticamente el resto de las grandes compañías existentes. Estas corporaciones también controlan a familias ricas como las de George W. Bush y la de su eterno némesis, Saddam Hussein, en cuyas ridículas pugnas han lanzado ejércitos, los cuales tal vez sean percibidos por ellos mismos únicamente como pequeñas figuras verdes de G. I. Joes con las que los niños juegan. Todo en nombre de la codicia, poder y más riqueza. Y sin embargo nos permitimos creer que estas guerras son justas, porque nos conmovemos con eslóganes como "In God We Trust, United We Stand". ¿Por qué creer siquiera en un Dios al cual tan fácilmente se le puede envolver como herramienta de mercadotecnia para promover genocidios?
Se trata de las misma técnicas utilizadas por los negocios para hacernos creer que adquirir un nuevo y superfluo artículo es la definición de felicidad y éxito. Una manera simple de romper con este esquema es cuestionar todo lo que se lee (incluyendo este artículo), especialmente en todos los anuncios comerciales. De hecho, se puede comenzar contando la cantidad de anuncios que veremos hoy. Su penetración es inmisericorde: los vemos en la mañana en la caja del cereal, en el correo, camino al trabajo, en los costados de los autobuses, los billboards, en las estaciones de radio que escuchamos al manejar. Saltan a la vista detrás del recibo en el supermercado, en cada pagina en internet, incluso en un rincón de la pantalla cuando estamos viendo las noticias por televisión. Hasta en los baños públicos se nos muestras los últimos diseños de tampones y toallas femeninas. Constantemente se nos recuerda no sólo con imágenes, sino también con canciones que se repiten en las estaciones de radio de las grandes corporaciones las cuales tocan los ritmos de moda y que son los mismos por todo el país.
Observa los edificios que pasas rumbo al trabajo. ¿Cuántos de ellos son espacios comunales para que la gente se relaje, reúna, celebre y disfrute de la vida? Ocasionalmente encontramos parques y bibliotecas, pero por lo general nos topamos con personas bien vestidas, sin rostro, que mendigan por nuestro dinero a cambio de ropa cara, un estéreo, una cama, un libro, una póliza de seguro, representación legal, un departamento, carro o simplemente una caja de cereal. Al mismo tiempo se supone que debemos aceptar vivir endrogados como si fuera una norma social. Se supone que hay que aceptar trabajar como esclavos todos los días para así poder comprar más cosas. No debemos dar limosna al pobre porque ellos no tienen un trabajo sin sentido que les permita el lujo de comprar techo y comida; ellos "merecen" la casta baja de la pobreza.
Ahora examinemos el control mental a nivel local en San Antonio, TX. La empresa de relaciones públicas que manejó la campaña del gobernador Ed Garza ha sido contratada por la PGA (Asociación de Golfistas Profesionales, según sus siglas en inglés) para empezar una campaña publicitaria en la creación de un nuevo campo de golf que afectaría el acuífero de San Antonio, de donde se abastece de agua la mayor parte de la ciudad. Dicha campaña está diseñada para que hasta los más reaccionarios acepten que está bien que gente rica de fuera venga y defeque en el acuífero de San Antonio, al mismo tiempo que tiende una trampa para las minorías que harían todo el trabajo por sueldos que rayan el mínimo necesario para vivir por encima del límite nacional de pobreza. Cuestionemos esos anuncios también; ¿qué tendría de malo permitir a los ciudadanos que beberán esta agua votar para decidir el futuro de dicho plan?
Si pensar todo esto te provoca dolor de cabeza, sólo toma un par de píldoras. En "Mundo Feliz" hay una droga llamada "soma", parecida al éxtasis, que se consume para cualquier mal. Todavía no desarrollamos una pastilla única que cure todos los males, pero los anuncios de las drogas de prescripción me hacen pensar que estamos muy cerca con medicinas para la alergia, ansiedad, depresión, impotencia, etc. Si en realidad las corporaciones nos pueden proveer con esta droga para todo mal en una sociedad enferma, quizá debamos permitir que el dinero nos compre esta felicidad. Lo único que no hay que olvidar es leer los efectos secundarios, incluyendo nauseas, taquicardia, falta de aire y pérdida de voluntad.
Réplica y comentarios a la autora: xele21@hotmail.com
*******
THE X-FACTOR
United states of mind
A recent re-visit to Aldous Huxley's Brave New World left me both astonished and alarmed by the author's ability to blend literary brilliance with prophetic wisdom. For those not fortunate enough to have yet escaped into this engrossing novel, the premise is an examination of a world in the far future, precisely 632 years after the time of Henry Ford, who is by then considered God for his conception of mass production, the new Creation. Huxley envisions a world where consumption is king, promiscuity is promoted, deferred gratification goes out the window, and thought conditioning replaces education. Neither Nostradamus nor any of the holy texts even come close to accurately predicting our current world as well as this 1932 book.
In this futuristic yet very realistic society, people are so content living their lives of drug-induced, brainwashed bliss that they surrender any notion of free will, original thought, and creativity. A carefully calculated cloning process makes possible a modern caste system where every human is hypnotized into believing he is exactly where he is supposed to be in life, even if it is a life of slavery. Is this beginning to sound eerily familiar? It seems life has never come this close to imitating art. We are slowly but surely building our own mental prisons.
Consider the microcosm, in which you reside, and ask yourself how much control you have yielded to the powers that be. In the book those powers take the form of ten World Controllers; today they are the handful of major corporations that own every other big business in existence. Those corporations also own old, blood money families like those of George W. Bush and his nemesis Sadaam Hussein whose long-standing piss contest has once again made them bust out the troops who, in their eyes, are nothing more than the tiny green G. I. Joes children play with. All in the name of greed, power, and more money. Yet we allow ourselves to believe this war is a just one because we are touched by signs that say, "In God We Trust, United We Stand." Why even choose to believe in a God that can be nicely packaged as a marketing tool to promote mass murder?
It's the same technique used by big business to brainwash us into believing that acquisition of new, superfluous stuff is the definition of happiness and success. An easy way to break from this mind control is to simply question everything you read (including this column) and especially every advertisement you see. In fact, start by counting the number of ads you see today. Their pervasiveness is vile: in the morning on your cereal box and in your mailbox, on your way to work, on the sides of buses, on billboards, on every Clear Channel-owned radio station playing in your car.
They are flown across the sky and imprinted daily on beaches. They pop up on the back of your grocery receipt, on every website, even in the corner of the television screen during the "news" broadcast. Pee in a public toilet and you'll be staring at an ad of an oversized tampon, or a newly-designed pad perfectly fitted for your thong-tha-thong-tha-thong. Damn, there goes that song again, drilled in your head cuz it was overplayed a gazillion times on the corporate-owned radio station that plays the same, "freshest" beats every half hour on every radio station across the nation.
Look at all the buildings you pass on your way to and from work. How many of them are communal spaces for people to relax, gather, celebrate, and enjoy life?
There are occasional parks or libraries, but mostly nicely-dressed, faceless beggars asking for your money in exchange for an overpriced dress, stereo, bed, book, insurance policy, legal representation, apartment, car, or just another box of cereal. All the while you're supposed to accept living in debt as a societal norm. You're supposed to be content busting your butt daily just to buy more stuff. You're not supposed to give a dime to the human beggars because they don't have some meaningless job that affords them luxuries like food and a roof; they deserved their low-caste state of poverty.
Now examine this global mind control at the local level. The public relations firm that handled election campaigns for politicians like Mayor Ed Garza has been hired by the PGA developers to start a major advertisement campaign that will try to persuade unruly thinkers to simply swallow the fact that wealthy out-of-towners will defecate in our drinking water, while further subjugating our brown brothers by tossing them a poverty-trap wage. Question those ads as well; what would be the harm in allowing the water-sipping citizens to vote on such a plan?
If all this thinking hurts your head, just pop a couple of pills to set your mind at ease. In Brave New World, it's an all-purpose ecstasy-like drug called soma. We haven't yet developed a single pill to take away all our troubles, but the prevalent prescription drug ads tell me we're pretty darn close with medicines that take away allergies, anxiety, depression, impotence, embryos, corns, redness in the face, and yellowing in the toe nails. If corporate giants can indeed provide the all-purpose remedy for a sick society, then maybe we should allow our wealth to buy us happiness. Just don't forget to read all the fine print. Side effects may include nausea, heart palpitations, shortness of breath, and loss of free will.
Contact the author: xele21@hotmail.com
|