Penetrantes observaciones hace Paz del mexicano y llega a describir su intimidad con sorprendente maestría en Máscaras Mexicanas. Ha de hacerse notar que lo que el Nóbel escritor encontró en el fondo de su alma - en esas almas - no es un distintivo que pertenece solo a los mexicanos, sino a todo ser humano que en semejantes circunstancias se ha creado y desarrollado su pasado. La búsqueda que Paz emprendió abrió los caminos hacia la comprensión del humano mexicano en lo individual y en lo social, necesidad que desde los tiempos de la Colonia ha perturbado al muy existencialista mexicano. Casi podría afirmarse que responde a la misma clase de intentos que hicieron surgir a nuestra instantánea Historia Nacional, pues una vez intuida la esencia del texto, logra crear mayores satisfacciones que el anualmente compartido Grito de Dolores u otros simbolismos nacionalistas por el estilo que pretenden, no con mucho éxito, llenar de sentido su vida. En Máscaras Mexicanas, el ser de México se encuentra y gusta de encontrarse comprendido en un grupo ya no muy heterogéneo de espíritus. Poco importa lo doloroso que pueda ser la aceptación de esa complicada psicología que lo describe; de hecho, antes que dolorosa, la obra de Paz es un alivio duradero - tal vez hasta la muerte -, un paliativo sabio y natural que combate eficazmente el dolor del "ser" mexicano.
El primer punto que toca el autor es el característico hermetismo del mexicano. Desde mi punto de vista, ese hermetismo refleja algo más que ese estar a la defensiva por temor a ser "cogidos" de nuestra intimidad o ser traicionados por un enemigo que viene, como consecuencia de su comprensión de nuestra intimidad, de dentro de nosotros mismos, como cuerpo extraño que se aloja en las entrañas y a su antojo nos destruye saliendo y sacando a la luz de la realidad nuestras vísceras, sangrantes de intimidad. (Véase que ese temor a ser traicionados por nuestro confidente, implica una certeza inconsciente de que éste, por el solo hecho de serle comprensible nuestra intimidad, participa de la misma clase de cogniciones en su persona, y por lo tanto es tan traicionable como nosotros los confesores. Esta razón explica en parte el por qué de la incomodidad que experimentan los confidentes depositarios de sentimientos muy negativos. En estos casos la empatía suele ser difícil y es comúnmente suplantada por una hipocresía bien intencionada, aunque defensiva). Pero decía yo que el hermetismo tiene un significado más profundo y oculto. El que se "abre" no despierta la desconfianza y pierde su hombría por el solo hecho de "abrirse", ni por la "vergüenza a haber renunciado a su soledad", sino por una inseguridad manifiesta en el reconocimiento de su intimidad como una debilidad. Porque el descubrimiento de la intimidad puede representar también fuerza y vida exaltada: que sea tomado como signo de debilidad o de fortaleza depende de cómo se venda la idea. En México, el hombre fuerte que expresa su intimidad suele parecernos bicho raro, terco en mencionar debilidades que nadie ve. En el super yo del mexicano el yo ideal es más bien alguien que no contiene intimidades porque intimidad es igual a debilidad. La intimidad nos estorba y, sin embargo, nos la fabricamos constantemente gracias a nuestro hermetismo. Si no fuéramos herméticos la intimidad no existiría.
Sin embargo, nuestra intimidad existe, y nuestro hermetismo intenta protegernos de la mirada ajena, siempre acechante, intimidante. Que el paralelismo de nuestra intimidad como debilidad con una "moral de siervo" se nos muestre obvia a nosotros los mexicanos, no se debe tanto al conocimiento de nuestra historia - pues ella sólo muestra las causas de semejante estado psicológico - sino a una vivencia individual presente, tan clara y definida, tan real, tan largamente soportada y entendida, que lo necesariamente último para su comprensión sería una investigación histórica; basta con ser mexicano. Esta me parece que es la idea central de Los Hijos de la Malinche y pudiera decirse que de todo el libro. Toda la soledad del mexicano se deriva de este "miedo a ser", característico rasgo de un ser oprimido que nunca puede ser totalmente sino en soledad. De aquí nacen las necesarias explosiones que, como una auténtica y violenta Revolución, libertan momentáneamente la energía reprimida. Abruptamente - y en una palabra - revientan las emociones contenidas, en una mezcla de desahogo violento y retador.
Paz nos deja con este texto estupefactos a todos y sin un pretexto para seguir evadiéndonos de lo que hasta ahora hemos sentido. Con esta obra nada se destruye. Nada se construye tampoco. Esta obra es una recia bofetada que nos despierta y nos pregunta ¿Queremos seguir así? ¿No es hora ya de que esos terribles fantasmas desaparezcan con su pasado? ¿De quitarnos nuestras máscaras y arrojarlas al fango oscuro de donde vienen? ¿No es hora ya de "ser"? ¡¡Ser mexicanos!!
P.D. ¿Cómo "seré" mexicano? ¿Cómo lo "serán" los demás? ¿No habrá que cuidarse de igual forma? O bien, ¿No habrá que cuidarse con mayor razón?
Carlos Béjar
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