Libertad para pensar, para escribir, para decidir y ser. Además de la Carta Magna, los derechos universales consagran éstas y otras cualidades que todo ser humano debe ejercer. ¿Hasta qué punto, el entorno social, económico y cultural permite al hombre desarrollar su libertad plenamente? ¿Se nace libre y se muere esclavo del sistema ideológico, por ejemplo? ¿Es posible vanagloriarse de no estar atado a la mecanización creciente del mundo del siglo XXI?
El sistema político mexicano, tan corrompido y entrañado en redes conocidas y ocultas, enaltece el ejercicio democrático ciudadano. Empero, el discurso demagógico contribuye a cautivar la ignorancia social secuestrando el pensar y el decidir. A veces son los mismos gobernantes y gobernables quienes condenan su actuar al costo político, al acreedor o a su ignominia.
El concierto de las naciones es actualmente dirigido por la batuta económica de los ricos afanosos de poder imperial. Sus lineamientos definen el porvenir del mundo, dejando a la soberanía del Estado, como un concepto añejo, abatido a través de los siglos. Las víctimas, los millones de pobres y esclavos de la tiranía del Banco Mundial o de la Organización Mundial de Comercio.
Más palpable es, por ejemplo, el joven que desea y sólo desea dedicarse a una labor artística y cultural. A menos que se deje seducir por la prostitución plastificada y sin valor -no hablando por supuesto en
términos monetarios-, su libertad será mermada por el hambre y el desprecio, terminando en un oficio más remunerable para la carne, no así para el espíritu.
¿Qué decir de la mayoría de los medios de comunicación que se esclavizan ante el poder ideológico de la ambición? Raro es encender la "caja idiota" o la radio para atender libremente algún contenido. Sus dueños llegan a serlo también de nuestros ojos, de nuestros oídos, de nuestros gustos, de nuestros pensamientos, de nuestros horarios. Hay que vestir como muchos de los pseudoartistas que aparecen en el televisor; hay que escuchar la última tendencia del pop inglés; hay que probar el refresco de temporada; hay que pensar que "Big Brother" es reflejo de lo que se vive; y definitivamente, los domingos hay que admirar a los talentos instantáneos de "La Academia".
Incluso, nuestro soñar es esclavo del entorno: una rubia despampanante para pasar la noche, el nuevo automóvil de la BMW, el viaje a Miami, el campeonato de los Pumas...
Quizás nada podamos hacer contra los designios infames del primer mundo, pero sí luchar por obtener una mayor cultura para liberar nuestra mente y nuestro deseo, respetando y valorando así la identidad que la naturaleza nos dio, irrepetible y nunca en serie. Del triunfo de este combate -para algunos inútil-, dependerá la auténtica libertad con la que el hombre debiera nacer, vivir y morir. ¿Utopía, mediocridad o suicidio?
Réplica y comentarios al autor: ortega_mau@yahoo.com.mx
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