En alguna parte de algún libro, en algún tiempo no muy lejano, recuerdo haber leído que "el hombre es el rey de la creación". También se me recuerda constantemente, en este estado de Coahuila, que aquí se gobierna con sentido humano. En realidad, me es difícil entender el significado de ambos conceptos: el hombre como "rey" de la creación y eso de "gobernar con sentido humano". No me considero una persona que haya logrado un alto grado de perfección, pues por más que intento, simplemente no lo logro. Sin embargo, hay cosas y hechos que apelan al sentido del equilibrio y que se relacionan con todo aquello que se dice y se hace por parte de quienes dicen ser los gobernantes líderes de nuestro país, de nuestros estados y de nuestros municipios. Tampoco deseo destacar el lado oscuro del ser humano, pero la verdad es que en ocasiones se hace necesario un ejercicio de este tipo. Simplemente ver a tu alrededor con los cinco sentidos, a veces produce un sentimiento de vacío y una sensación de querer vomitar todas aquellas cosas que se nos han dicho a lo largo de nuestro caminar formativo dentro de los sistemas educativos: que hay que ser decentes, que la verdad debe prevalecer, que hay que ser justos y equitativos, que el dinero no lo es todo, que el poder corrompe, que los políticos nacionalistas trabajan y se dan a sí mismos por el bienestar de los ciudadanos, que lo hacen abnegadamente y que aspiran a un pago que les permita vivir en la medianía estoica de quien ama y lucha por su conciudadanos, etc. ¡Guácala, qué sarta de tonterías y de sandeces! Es importante desechar tales mentiras y expulsarlas de nuestras conciencias, si es que esto es posible. Guerras de declaraciones, acusaciones irresponsables de gobernadores y presidentes, abortos en serie por quien se dice luchar en favor de la vida, pleitos políticos por el poder, aunque a los mexicanos se los lleve la trompada, secuestros de seres humanos intercambiables por simple papel moneda, asesinatos de rehenes inocentes, asaltos a mano armada, violaciones a mujeres, a la palabra y a las leyes, derechos usurpados, hambrunas causadas y justificadas en aras de una globalización que transfiere los trabajos de una región del mundo a otra, despreciando al ser humano que se queda sin una ocupación que le permita sobrevivir, miseria creciente, enfermedades, seguro social en quiebra potencial, insalubridad, ignorancia, miseria, chinches, etc., ...y a esta rica ensalada de hechos que muestran la pobreza espiritual del hombre, agréguele usted el aderezo de los medios electrónicos que vierten sus manipuladas opiniones para darle un sabor desagradable y mal oliente a la cotidianidad ciudadana, para terminar produciendo mareos, náuseas y vómitos.

El artero asesinato de la Doctora Carmen Gutiérrez, eminente mexicana, me ha dejado estupefacto. Verdaderamente no entiendo. Un tipo que negocia la libertad de otra persona por pesos y centavos, debe estar totalmente fuera de cordura y quizás lleno de fantasías que "sólo el dinero puede satisfacer". Y es que parece ser que cada vez que la prensa pone en el aire todo tipo de delitos, en lugar de disminuir la incidencia de éstos, los multiplican. Pero, por otro lado, me parece que el sistema económico dentro del cual nos movemos nos incita a la búsqueda interminable del dinero y del poder que éste proporciona. No importa cuantas personas sean atropelladas en el proceso, lo importante es el dinero. Lo importante es parecer ser, emitir opiniones, condenar los hechos, y seguir diciendo de manera continua por siempre y para siempre: "Ya basta, ningún asesinato más". Yo me pregunto y le pregunto, con todo respeto, al honorable e importante gremio del cual formaba parte la finada Doctora Gutiérrez: "¿Qué acciones están dispuestos a tomar en el caso de otro secuestro de algún miembro de su gremio? ¿Dejarían de pagar impuestos? ¿Volverán a hacer un desfile de protesta? ¿Se organizarán de otra manera para evitar futuros agravios? Por mi parte, envío mis más sinceras condolencias a la familia de tan apreciada y preparada Señora. Me parece que los agravios que los criminales están cometiendo en contra de la sociedad han pasado el límite de la tolerancia y ameritan un castigo ejemplar (quizás cortarles las manos y la lengua), pues aunque suenen crueles y precisamente inhumanos, parece ser que no hay respuestas adecuadas que terminen con esta plaga que se ha venido reproduciendo en el seno de nuestra sociedad posmodernista. Lo más triste que nos puede suceder es que los mexicanos olvidáramos este agravio y siguiéramos en nuestras fiestas de consumo diario como si nada hubiera sucedido. Convencido estoy de que este suceso cruel y desafortunado debe quedar como el último hecho de sangre cometido en contra de un miembro trabajador y entregado a las más nobles causas de la humanidad: la investigación en el campo de la salud.

Sí, estoy asqueado: de las torpes declaraciones de los políticos, que a través de palabras pretenden restablecer el orden social y moral de su entorno; de las maneras en que la prensa sensacionalista hace de una noticia como ésta, una forma de aumentar su penetración entre el teleauditorio; de cómo nuestros impuestos van a parar en proyectos que en poco ayudan a mejorar el futuro de todos y cada uno de los mexicanos de este país; de cómo la gente dice una cosa y hace otra; de cómo algunas instituciones educativas no están comprometidas con el futuro de sus egresados; de cómo muchos mexicanos de escasos recursos están manteniendo el flujo de dólares a la economía mexicana; de cómo estos mexicanos hubieron de salir a tierras inhóspitas en donde arriesgan su propia vida, dada la impotencia del gobierno mexicano y de los mexicanos para abrir campos de oportunidad para todos ellos; de cómo, siendo un país de grandes convicciones religiosas, los efectos de tal religiosidad no se observan por ningún lado.

Así que no creo que el hombre sea el rey de la creación, pues no ha luchado lo suficiente para hacer de este lugar un mejor lugar para vivir. No creo que haya gobiernos con sentido humano, cuando se dan hechos violentos y terribles como el de nuestra hermana Carmen Gutiérrez, y ni siquiera hay una reparación del daño, tanto material como moral. Hemos perdido una persona valiosísima en la lucha contra las enfermedades respiratorias pero, a la vez, hemos perdido algo de nosotros mismos: ¡Nuestra capacidad de indignación y asombro! ¡Nuestra capacidad de actuar! Ahora nos queda únicamente la resignación ante los hechos y la vana esperanza de que algún político ame verdaderamente a sus hermanos mexicanos. Me parece que todo se ha sido reducido a una lucha de intereses personales en la consecución del poder político y de las conveniencias económicas que de él emanan.

¿Cuánta violencia resulte y cuánta sangre se derrame? No importa, todo es negociable en una sociedad globalizada.

Réplica y comentarios al autor: aguilarluis@prodigy.net.mx