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   Klaus Santen, el depredador de la estepa

Santa Claus (también conocido como San Nicolás y Papa Noël) se inspiró en un temible cazador de renos vikingo que detestaba a los niños, asegura un académico mexicano de origen escandinavo. Y, además, en un duro invierno nórdico del año 22 antes de Cristo el hombre gordo de barba blanca intentó comerse a un bebé.

A estas conclusiones llegó Erik Wences Guallan, profesor investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), de México, después de consagrar prácticamente toda su vida a develar el misterio de la leyenda navideña. De padre sueco y madre noruega, Guallan nació en Chivilcopán (Veracruz) hace 51 años. «Viví toda mi infancia y gran parte de la adolescencia en un clima cálido», explica. «De niño, iba de vacaciones con mis padres a las playas de la región. Crecí secándome el sudor y no recuerdo haber usado jamás un abrigo o una bufanda en aquella época».

Décadas después, Guallan relata: «Por eso nunca me explicaba por qué para Navidad y Año Nuevo mi papá se disfrazaba de señor gordo, con barba blanca y se vestía de rojo. ¡Y además me hablaba de un trineo, nieve y renos, tres cosas que en Veracruz los niños sólo veíamos en fotos o dibujos!».

Con su cabello rubio casi hasta la cintura y un metro 84 de estatura, Guallan se ganó en la ENAH el apodo de «Eriquito Largo-de-aquí». «Desde que ingresó a la facultad, en la época que todos los estudiantes estábamos interesados en la revolución o el amor libre, Erik vivía obsesionado con Santa Claus», recuerda María Labasca, una de sus condiscípulas. Otro ex compañero, Hugo Palacios de la Penguin, comenta: «Eriquito no asistía a las fiestas, ni tenía novia, ni fumaba porros. Sólo quería graduarse para lanzarse a su gran investigación».

Y Erik Wences Guallan se lanzó. Con el título universitario en la mano, dedicó más de 20 años de su vida académica a terminar con la obsesión del «hombre bueno», conocido como Santa Claus, San Nicolás y Papa Noël. Perfeccionó su dominio de los idiomas sueco y noruego, aprendió dinamarqués y finlandés, comprendió un poco el ruso. Por etapas, durante meses, recorrió todos los países nórdicos. Pasó horas en bibliotecas de Estocolmo, Oslo, Helsinski y Copenhague. Consultó archivos, tradujo pergaminos, desempolvó libros del siglo XI escritos a mano. Entrevistó a historiadores, narradores de leyendas y anónimos habitantes de aldeas perdidas.

Cuando los padres de Guallan fallecieron en un accidente de carretera -paradójicamente en la Navidad de 1989- vendió la casa paterna para financiar más viajes e indagaciones. Su salud se deterioró: habituado a los climas cálidos, las temperaturas de Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca causaron estragos en su organismo. Vivió engripado la mitad del año 1996 y todo 1997. Aún hoy, cuando lo recuerda, tiene prolongados accesos de estornudos.

El resultado de todo este esfuerzo fue Klaus Santen, el depredador de la estepa, que editará la Escuela Nacional de Antropología e Historia en cinco tomos, ya que la obra consta de 3 mil 398 páginas. El voluminoso texto sostiene que Santen, un vikingo nacido en el último siglo antes de la era cristiana, fue un gigantesco ermitaño que vivía en los bosques. Se alejó de las aldeas porque no soportaba los juegos y las risas infantiles. Para sobrevivir los crudos inviernos, durante los pocos meses de sol se dedicaba a cazar renos que luego enterraba en la nieve. En el verano del año 22 antes de Cristo mató a 427 de esos animales.

«Fue el primer enemigo del medio ambiente en la historia de la humanidad», se indigna Erick Wences Guallan mientras estornuda varias veces. «Y además, un casi antropófago».

El investigador explica por qué: «Luego de aquella matanza, casi todos los renos de la región huyeron hacia lo que hoy es Rusia. Entonces, el hambriento Klaus Santen llegó a una aldea, robó a un bebé de seis meses, dos semanas y tres días, e intentó comérselo. Los aldeanos rescataron al crío y colgaron a Santen de un árbol: le colocaron campanillas en los pies y lo exhibieron hasta que se convirtió en un esqueleto. Durante mucho tiempo, cada aldeano o viajero que pasaba por ahí, le sacudía los pies. Al sonido de las campanillas, los renos retornaron a la comarca». El primero de ellos fue apodado Rudolf Nariz Roja y se convirtió en mascota de la región.

El académico anunció que en el 2008 o 2009, una vez que se venda el último tomo su obra, publicará un pequeño ensayo sobre los Reyes Magos titulado Siembra historias falsas y recogerás leyendas bobas. Adelantó que su breve estudio tendrá sólo 689 páginas y 54 ilustraciones. «Es un texto dirigido a todo público, de divulgación, para que los padres lean a sus niños», dijo.

[N. del A: Esta nota fue redactada el 28 de diciembre, fecha que en muchos países se conmemora como el Día de los Inocentes]

Réplica y comentarios al autor: bambupress@iespana.es




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