México es uno de los países con mayor arraigo histórico. Septiembre es el mes ideal para recordar a todos aquellos héroes-símbolos que cimentaron nuestra nación. Sin embargo, es también el perfecto momento para reflexionar sobre el contraste entre los románticos ideales de aquellos personajes de libro de texto, y la historia que a diario construimos.

¿Ha evolucionado nuestra sociedad? ¿Nuestro gobierno dista del absolutismo virreinal? ¿Los indígenas son respetados en su identidad e integridad? ¿El caciquismo es ya tema del pasado?

Como éstas, surgen muchas interrogantes que ponen en entredicho el sentido y coherencia de las banderas, de los "tendederos" en el Paseo de la Reforma, del memorable "grito", y en sí, de toda la celebración que en cada rincón del país se lleva a cabo.

No todos celebrarán el 15 de septiembre la independencia de su nación. Habrá muchos, que al valorar la historia, perciban la inminente involución en la que nuestro país ha caído tras el destierro español.

En los últimos dos siglos hemos perdido muchos valores culturales y sociales que nos alejan efectivamente de cualquier patriotismo.

Hoy pareciera que el fútbol es el único lazo de hermandad mexicana. En los partidos de nuestro glorioso selectivo, los medios de comunicación exaltan sólo nacionalismo barato, empapado de ebriedad crónica, poco perdurable y absurda.

Independientemente del supuesto oportunismo del cura Miguel Hidalgo y de sus copartícipes, sería muy constructivo revalorar los ideales de la lucha independentista. En ellos reposó el sueño de una nación libre, justa y soberana.

Tristemente, México está más atado que nunca en su corta vida al yugo extranjero. Culturalmente, a diario nos empapamos del desperdicio social del mundo, mientras relegamos más y más nuestras raíces. Nuestro comercio y economía penden del hilo del "titiritero del norte".

Entonces, ¿qué independencia vamos a celebrar? ¿Por quién o por qué vamos a emborracharnos el 15 de septiembre en la noche? ¿Merecemos realmente descansar el 16? Seamos francos y sinceros, nuestro estancamiento nacional merece más el luto y la pena, que la fiesta y la celebración.

Felices y más reflexivas fiestas patrias.

Réplica y comentarios al autor: ortega_mau@yahoo.com.mx