Nubes ausentes, ambiente cálido y limpio. Volteo, Orión me acompaña esta noche junto a ese manto estelar. Hermoso. Me pongo a pensar... estas 6 letras son lo único que nos hace diferentes de lo que nos rodea.
Las primeras herramientas, el fuego, el raciocinio: la evolución. Ahora me pregunto: ¿hemos realmente evolucionado?, o será que nos seguimos guiando por instinto. No lo sé. Últimamente me he puesto a pensar (¡nuevamente esta palabra!), a reflexionar y a observar que la humanidad está inmersa en una guerra. Un bombardeo constante e imperceptible que mata nuestros sueños más profundos, que nos deja vacíos.
Los patrones y estereotipos de la sociedad van delimitando nuestros pasos. Ahora resulta que la valía del homo sapiens depende del coche que traiga, de la compañía donde trabaje, de cuánto gane. El dinero no es ya más un medio, sino el objetivo último.
La revolución tecnológica ha ocasionado que tengamos a la orden del día una gran cantidad de datos, mismos que podrían convertirse en conocimiento, si sólo involucrásemos la razón; pero, como pocas veces lo hacemos, los medios nos manipulan sin darnos cuenta. Se nos marca: qué queremos comprar, comer, vestir, a qué lugares ir... No es más que un molde, en el que nos desvivimos por encajar.
Esta guerra sin fin nos mantiene dormitando en la cotidianidad de la rutina. Nos despertamos, nos bañamos y vestimos, vamos al trabajo (en el que nos pasamos más de las ocho horas reglamentarias), nos agobiamos, nos cansamos, y al final... ¿qué? Hemos matado un día más, de los 27,448 días que en promedio viviremos1. Pero, alimentamos a nuestra alma ese día, o sólo la matamos un poco más.
Se nos ha olvidado el hábito de voltear al cielo, buscar la Luna por las noches, disfrutar del viento, sentir... sentir que no somos más que polvo de estrellas, que somos parte de un TODO.
Nuestros instintos están a flor de piel, las necesidades básicas, las psicológicas, las sociales han sido tergiversadas; es difícil distinguir entre lo que yo quiero y lo que quieren que yo quiera. Estamos en esta Canica Azul por un espacio y tiempo limitado, y la razón que nos trajo aquí es difícil, por no decir utópica, de definir. Pero en cada uno está la tarea de buscarla. En lo personal, sigo perdida en esa empresa.
La vida misma es dura, pese a ello no concuerdo con lo que nuestros antepasados decían: "...a este mundo has venido a sufrir". Hay muchas cosas maravillosas que están esperando ser disfrutadas. Sólo tenemos que hacerlo, tenemos que darle sentido a aquello que realmente vale.
Nuestros sueños, valen... el encontrarle sabor a las cosas, vale... el revivir al niño que fuimos y volver a reír como él, ¡vale! Y no cuestiones superfluas que nos hacen sentir bien por un instante, y que nos dejan vacíos. Y es que, ¡por Dios!, el hombre está llegando a Saturno, y nos preocupa qué ropa nos pondremos hoy, o peor, ¡que si esa ropa ya pasó de moda!
La indiferencia y el egoísmo son dos adjetivos que están ligados y que bien podrían describir a nuestra sociedad. No es posible que no nos inmutemos al escuchar que mataron a tantas personas, que secuestraron a otras, que hubo un terremoto en tal punto del planeta, que hay guerra en tales países... que hayamos llegado a tal punto que ya sea costumbre ver imágenes de violencia en la televisión, incluso homicidios. Lo trascendente lo dejamos pasar, y todo por seguir luchando para entrar en el estrecho "traje a la medida" que se nos ha impuesto.
Tenemos que aprender a observar nuestro entorno. En la medida que entendamos que no somos el centro del universo, que somos meros puntos más allá de nuestras casas, de nuestra colonia, de nuestra ciudad, de nuestro país, de nuestro continente, de nuestro mundo, de nuestro sistema solar, de nuestro universo, sólo así dejaremos de preocuparnos sólo por nosotros y, quizás, pensemos en que el bienestar del prójimo es el propio. El raciocinio es una responsabilidad. Hay que dejar a un lado esta guerra de instintos. Sin más, hay que evolucionar.
1 De acuerdo a datos de la Presidencia de la República, la esperanza de vida de los mexicanos en este pasado 2004 fue de 75.2 años de edad. Para dejarnos un poco más que pensar, de acuerdo a la Organización Mundial de Comercio, en Zimbabwe la esperanza promedio de vida para ambos sexos es de 37.9 años, en Zambia es de 39.7 y en Angola es de 39.9 años.
Réplica y comentarios a la autora: paola_montesdeoca@yahoo.com
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