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   Los raros

Pensé en llamar a esta reflexión "Los otros", recordando un poco aquella película estelarizada por Nicole Kidman (The Others, 2001, España-Francia-USA. Dir. Alejandro Amenábar). En la cinta, una madre habita, con sus dos hijos y en compañía de tres sirvientes, una mansión casi abandonada. Un buen día comienzan a escuchar ruidos extraños. El espectador es orillado a imaginar la presencia de fantasmas, y la trama se sucede de ese modo: los personajes siempre inquietos y aterrados ante la presencia de los insólitos invasores del hogar. El celuloide pudo ser una más de las historias de terror, pero su originalidad estriba en la sorpresa final: los espectros resultan ser en realidad nuestros personajes originales, y quienes arriban a la mansión "casi" abandonada son los seres de carne y hueso.

Pensé que ello era una buena analogía para explicar la manera en que los humanos solemos ver al mundo: acostumbramos prejuzgar a quienes piensan de forma distinta a la nuestra y les acusamos de los males de nuestro tiempo. Normalmente son los otros y no nosotros, los extraños. En pocas ocasiones reconocemos nuestro fallo o equivocación sobre lo percibido: "si siempre ha sido así... ¿por qué estaríamos errados?" El sistema cultural en el cual estamos inmersos, y eso lo dijo Lévi-Strauss hace años, nos obliga a evaluar a través de opuestos: bueno-malo, oscuro-claro, vida-muerte. Casi siempre discutimos los temas en una posición de "yo estoy bien, tú estás mal". El lector recordará alguna de estas frases: "Liberaremos al mundo del mal y defenderemos la democracia", o "tengan cuidado con los falsos Mesías que tocarán en sus puertas".

El viejo adagio de los abuelos dice que "somos buenos para ver la paja en el ojo ajeno, pero incapaces de ver la viga en el nuestro". Y es, como la mayoría de los proverbios originados por la sabiduría popular, una realidad: somos excelentes para culpar a los pobres de ser pobres, "porque no trabajan"; sin embargo, pocas veces hemos pensado cómo podríamos subsistir si no hubiésemos contado con las oportunidades de educación, relaciones, experiencias que les son negadas a los socialmente desamparados de nuestros días.

Pero, después de ver una película llamada "Mil meses", (Mil meses, 2003, Marruecos-Francia-Bélgica. Dir. Faouzi Bensaidi, Al shahr) pensé intitularle "los excluidos", porque en ella se habla de la vida de una comunidad pobre y abandonada de Marruecos, donde el agua es tan escasa como la felicidad misma. En la desventurada localidad hay algunos que son aún un poco más desafortunados que los desdichados: los perseguidos políticos. Sin derecho al trabajo, ni a la explotación de sus propias tierras, con negativas para visitar a sus familiares prisioneros, obligados a guardar silencio. Son mujeres sin libertades y hombres humillados.

Excluidos, porque cuando se habla de globalización ellos no están ni siquiera mínimamente contemplados: no cuentan con los servicios básicos de urbanización, su posibilidad real de educación será de alcanzar apenas un nivel elemental: aprender a escribir o a hacer operaciones aritméticas sencillas. Sabrán de la existencia de una ciudad capital y tal vez la visitarán una vez o dos en toda su existencia. Basarán sus sueños en los pocos libros con que cuente la biblioteca del pueblo (si acaso hay alguna) y en los programas de la televisión masiva y comercial. Se imaginarán conduciendo un auto o participando en el concurso semanal para ganar una batidora que, con probabilidad, sólo fungirá como objeto decorativo, pues tal vez ni siquiera cuenten con electricidad en la vivienda.

¿Pueden esperar la pronta llegada de Internet y con ella su "inclusión" a la modernidad? ¿Se preguntarán cómo es un mexicano? Es más, ¿conocerán de nuestra existencia? Excluidos, pues nadie les ha preguntado cómo es el mundo con el que sueñan: son miles de millones de almas sin voz, cuyos destinos y ásperas vidas son definidos desde mundos distantes, por seres ignorantes de su realidad, que no comprenden su manera de vivir ni sus necesidades: los poderosos barones del dinero: Gates, Buffet, Albretch, Al Walidben... y nuestros "orgullos" mexicanos: Slim, Harp, Salinas Pliego. Son ellos quienes deciden por una masa poblacional enorme, amorfa por heterogénea. Los dueños del dinero controlan el mundo: en México, la fortuna acumulada de las 11 personas más ricas del país representa el 5% de la riqueza de la nación (son propietarios de negocios cuyos activos ascienden a casi 100 mil millones de dólares: representan dos terceras partes del presupuesto total que este año pretende gastar el gobierno federal.1)

Los excluidos son una enorme y abrumadora mayoría: son el soporte y la mano de obra de los cientos de países en desarrollo: China, India, Indonesia, Medio Oriente, África, Latinoamérica. Quienes en la operación ejecutan, producen, pulsan los botones y prueban los monitores, tableros, mouses y motherboards de las computadoras que tal vez nunca vean funcionando.

Pero decidí llamarle "Los raros" después del bello y simpático comentario de una señora de buena clase: salía de la sala donde minutos antes se exhibiera Mil meses. La dama aparentaba desconcierto y estupefacción por saber que, en nuestros tiempos, aún suceden cosas como las mostradas en el film. "Son raritos", dijo. No me atrevería a repetir todos sus comentarios, la decepción me apresaría, pero, si personas de su condición son los instruidos, los propietarios del capital y quienes supuestamente podrían cooperar en el desarrollo del país, o en el reparto de la riqueza, entonces no tenemos muchas opciones de solución.

El comentario de otra de las damas fue "...y quieras o no, uno aprende". ¿Qué aprende? ¿A reconocer la existencia de la pobreza? ¿O debo comprender que, "al ver estas cosas, el corazón se sensibiliza"? Estoy seguro de algo: mañana acrecentarán su dádiva al limpiador de parabrisas, se tocarán el corazón e incrementarán de cinco a diez pesos su donativo. Tal vez, si en verdad ha tenido un efecto formidable, la película les hará sentirse, esta vez sí, con la obligación de enviar esa ayuda de cien pesos a los pobres de la selva lacandona... gracias por el gesto, Mylady.

Al escuchar las frases acá consignadas, me pregunto, primero, quién será más rarito, porque hasta el rico se está escaseando: la acumulación de capital es mucha, y está en pocas manos: cada día son más los "mega millonarios", menos los millonarios y muchos más los pobres. La pirámide económica toma proporciones impresionantes: no se incrementó el número de ricos, los mismos 11 mexicanos antes mencionados aumentaron su fortuna en 48% con respecto al año 20022: también lo dicen los abuelos: dinero llama a dinero. ¿Llegaremos a ver cereales Microsoft o maíz Windows? El señor Gates ha patentado la posibilidad de transmitir datos y energía a través del cuerpo humano... ¿Llegará a cobrar a los X-Men3 derechos por hacer uso de sus poderes, dentro de unos cuantos años?

Y después me interrogo: si en verdad estamos comprendiendo el futuro, ¿tendremos claro que los dos pesos, desdeñosamente entregados desde una ventana apenas abierta, no son sino migajas y de ninguna manera palian la enfermedad social? A la manera de quien administra morfina al enfermo, unas monedas cubrirán el hambre del desayuno, tal vez de tres o cuatro bocas si el día es bueno, pero nunca auxiliarán en el reparto equitativo, pues al final, 5 pesos son apenas el 1% de un sueldo diario de quinientos pesos, y ello de ningún modo equilibra los ingresos per cápita. Si el lector sufre para estirar su sueldo mensual, ¿cómo la pasará el obrero, percibiendo 4,000 pesos al mes y con cuatro bocas por alimentar?

Esas dádivas me hacen pensar tanto en los tiempos de las monarquías del siglo XVIII: viene a mi memoria la respuesta (verídica o discutible) de Luis XVI, en los meses previos a la revolución francesa, ante la denuncia del hambre del pueblo: "que les den pastel". En el México del 2005, podría ser: "que les den cinco pesos para comprar un gansito".

Pero en fin, el título de mi escrito resulta ser lo de menos. Al final, mi única intención era de invitar al lector para pensar en el porvenir de continuar calificando de "los otros o los raros" a quienes no han tenido la oportunidad de desarrollo social, cultural y/o económico como la nuestra.

Es más importante hacer algo para suavizar las desigualdades; es tiempo de comprenderlo: de no incluir en nuestro proyecto de sociedad a quienes menos tienen, y reconocer que aunque parezca tan lejano como el norte de África, está frente a nuestros ojos (el sur del país, las sierras, los cinturones de miseria, Centroamérica), nos continuaremos acusando mutuamente de ser distintos y extraños, y eso, aunque parece una historia de nunca acabar, no es una película.

1 La Jornada, Martes 18 Enero de 2005.
2 La Jornada. Martes 18 de enero de 2005.
3 "Hombres X", superhéroes de caricatura con poderes extraordinarios (como conducir la electricidad de muy variadas formas).

(*) Trovador d’époque

Réplica y comentarios al autor: samorales@hotmail.com




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