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LAUDATE DOMINUM


Laudate Dominum

Como la brisa mece las copas adormecidas de los árboles; como la mar acaricia la suave arena de la costa;
como el sol calienta a las rocas de la montaña en un día frío de invierno; como una madre acuna a su bebé,
a su nene, a su retoño mientras le canta una nana; como las amapolas van pintando de rojo los trigales verdes;
como el plenilunio riega de luz a las tinieblas. Así va apoderándose, Laudate Dominum, de las almas de quienes se atreven a escucharla, embriagándolas quedamente como si de un buen vino se tratase. Laudate Dominum es la nana que Jesús escucho en el pesebre, bajo aquella estrella de luz. Laudate Dominum...


Texto de Antonio Medina

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