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Indigena Taino Guacanagarix

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Amaury German Aristy "Ultimo Indigena Dominicano del Siglo XX"

El complejo invertido de Guacanagarix

La fascinación del dominicano por lo extranjero, que lo lleva hasta a despotricar contra su patria y su gente, da pie a este ensayo en el que su autor aborda ''otro doloroso complejo de la dominicanidad''.

Pedro Antonio Valdez
La Vega
El doctor Antonio Zaglul fue un gran conocedor del alma nacional. Con mirada atenta, supo captar la medicina y el veneno que acompaña el carácter de la gente dominicana. Él pudo vernos desde nuestra intimidad, desde nuestros morbos, y reflejarnos en ensayos breves y concisos que son verdaderas joyas. Su texto "El arte de despotricar contra un país", retrata con pasmosa lucidez una actitud común en un amplio número de emigrantes dominicanos: denostar al país nativo y sus compatriotas. Ese texto es como de Biblia y da pie a tratar un asunto que de su visión se desprende.
Según se afirma y en numerosas ocasiones se ha podido observar, los dominicanos sentimos una fascinación bochornosa por lo extranjero. Sea gente o cosa, si viene de ultramar pasa a ser, por defecto, mejor que lo nacional. De forma que lo superior siempre es aquello que nunca podremos ser. Es el célebre complejo de Guacanagarix, que da origen a una negación monstruosa. Se cuenta que Guacanagarix fue un cacique que en época de la Conquista traicionó a su pueblo para beneficiar a los conquistadores. Algunos interpretan que los españoles abusaron de la buena fe del cacique, otros dicen que fue un vulgar calié. Amén de la hermenéutica, la aludida traición de Guacanagarix ha alcanzado la estatura del mito, y muchas veces los mitos tienen más fuerza que el dato histórico, al punto de que pueden prescindir de éste. Esa visión mítica será la utilizada en este breve ensayo.

Menospreciar lo criollo
El dominicano supone que así como vemos en el extranjero a nuestro superior, proporcionalmente y en dirección contraria el extranjero ve en nosotros a su inferior. Dentro de tal pobreza de entidad, no es extraño que muchos, cuando viajan al exterior, mal usurpen la estatura del extranjero. Se ha visto mil veces el caso de dominicanos que, tras obtener el estatus de ciudadanía estadounidense, se molestan si en su país nativo no son tratados como americanos. Pues bien, una vez usurpada la estatura del forastero, aflora otro doloroso complejo de la dominicanidad, el cual constituye una especie de inversión de un reflejo, y que voy a llamar aquí con el nombre de Complejo invertido de Guacanagarix. Es patético el cuadro sicológico del criollo que se apoya en una extranjería que le es ajena, y desde ese precario estatus ve con ínfulas de superioridad a su país natal. El viejo negocio del tipo de la viga que señala la paja del ojo ajeno. Y ves tú a esas personas que dentro del país fueron nadie -'nadie', en este caso, significa que se sintieron siempre por debajo de lo que creían ser-, que en la extranjería son más nadie aún, menospreciar lo criollo, en el entendido de que tal actitud les da investidura superior de foráneos.
Curiosamente, a diferencia del extranjero, que en materia de juicios sobre la cualidad dominicana acostumbra ser cuidadoso y hasta generoso, nuestro enfermo de Complejo invertido de Guacanagarix se torna mordaz y copioso. Por ejemplo, Vargas Llosa es un novelista foráneo que ha hablado bien de nuestra narrativa; en cambio, muchos narradores criollos, que por vivir fuera usurpan mal la extranjería del peruano, se refocilan denigrando la literatura dominicana. O sea que ni siquiera saben guardar la compostura de aquello que intentan usurpar.

Despotricadores
Comparar gestos nacionales nunca es bueno, pero si se hace para extraer un ejemplo sano, el cotejo puede Arte Ilustracion Articulo Pedro Antonio Valdezsuministrar beneficio. Por eso apelaré a una comparación. Hasta la fecha de hoy, no me he topado con muchos forasteros que se regusten despotricando contra su país. Al contrario, te hablan de su tierra como si fuera la última Lido-Cola del desierto. Incluso mucho exiliados cubanos que te rellenan con la cantaleta politiquera, se refieren con amor a su terruño. Y ni qué decir de los norteamericanos, españoles, argentinos, mexicanos, puertorriqueños. Por supuesto, no es que sean acríticos sobre la situación de sus naciones. Lo que pasa es que no son despotricadores, acaso porque entienden que si hablan mal de sus compatriotas, ellos mismos van quedando mal parados. En el dominicano suele darse un fenómeno contrario: cuando sale, muchos convierten la tristeza de haber emigrado en un discurso negativo contra el país. Como que el irse les hace olvidar que la base de lo que ellos son, para bien o mal, la obtuvieron en esta patria de Luperón. Como que el emigrar les hace creerse superiores y les da autoridad y licencia para enmendar las planas de la isla. No es cuestión de democracia, sino de... qué se yo. Da lástima y vergüenza. ¡Ah, Guacanagarix, mil veces mal parido seas!

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