Leila
Roldán
Justicia
para Johan Enrique Pou Acta
Siempre
recibo sus mensajes de correo electrónico. La perseverancia de
sus envíos me convence de la magnitud de un dolor que nada aplaca.
El invariable título de sus mensajes clama por justicia para Johan
Enrique Pou Acta.
En
un deprimente collage de fotos y textos, Sandra pide justicia para su
hijo. Su vida está detenida en ello. En el vacío de una
penitencia impuesta que no logra empañetar siquiera la tristeza
de seguir viviendo sin su presencia. Probablemente nada pueda confortarla
en el desconsuelo que le desgaja la voz desde el día del accidente.
Johan
Enrique sólo vivió dos décadas. Su cuerpo, siete
días más desde que le dijo a Sandra sí, mami,
justo antes de ser embestido por quien hoy disfruta de vida y libertad.
Su porvenir, sus sueños, esperanzas y proyectos aún hacen
vigía en la breve somnolencia de su mamá, que el cansancio
de contener el pesar apenas provoca.
Porque
la habitación vacía de Johan Enrique impide a Sandra dormir
desde hace casi dos años; sus noches se interrumpen persistentemente
con las lágrimas que distorsionan las cosas que ve en sus paseos
angustiados dentro de la casa.
Sus
días transcurren eternos entre las visitas al cementerio, las comunicaciones
con abogados, las audiencias y sus constantes reenvíos. La tarea
de buscar justicia le impide vivir una existencia ordinaria.
Mientras
Nicole Louraux, en su libro Madres en duelo, plantea cómo
de Atenas a Roma y de Shakespeare a Freud el exceso de dolor de una madre
atemoriza, porque pide justicia, porque reclama explicaciones y también
puede clamar venganza, en nuestros tribunales el tiempo transcurre indiferente
e inmutable sobre papeles que se acumulan, empolvándose, sin conseguir
atenuar la tormenta interior de Sandra.
Y
es que no hay justicia en la tardanza en aplicar la ley. No hay justicia
en la dilación. No hay justicia en los reenvíos. Jueces
y abogados hemos olvidado lo aprendido en el Tratado de los delitos y
de las penas, de Beccaria, que la pena será tanto más justa
y útil cuanto sea más pronta y más vecina al delito
cometido, porque cuanto menor sea el tiempo que transcurra entre la pena
y el delito, tanto más fuerte y duradera será en el alma
humana la asociación de estas dos ideas: delito y pena, de tal
suerte que insensiblemente se consideren, la una como razón, y
la otra como efecto necesario indefectiblemente.
Wolf
Middendorf
pretende darnos una explicación en sus Estudios sobre la delincuencia
en el tráfico, cuando señala que una prosecución
penal rápida y segura es el factor más importante en la
lucha contra la criminalidad al tiempo que cita un viejo adagio
jurídico alemán que reza por una larga demora son
liberados los malos. Según Middendorf, en el campo
de la delincuencia de tráfico tiene particular importancia perseguir
de inmediato todas las infracciones...
La
maternidad de Sandra necesita justicia pronta. Justicia para Johan Enrique
Pou Acta. El calvario de la ausencia que la acompañará hasta
que terminen sus días requiere ser mitigado por las instituciones
de la sociedad. Los tribunales de tránsito son los llamados en
esta ocasión a proveerla de aliento.
Y
no sólo a Sandra
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