Conscientes o inconscientemente nos sabemos diferentes. Nos guste o no, tenemos
semejanzas que nos unen a los 3 millones de habitantes de ésta tierra y también a los
muchos que se han ido a vivir lejos de ella pero que adrede o no, conservan parte
de nuestro modo de ser, de eso que se ha dado en llamar zulianidad.
Nos guste o no, esa semejanza es la que nos diferencia del resto de los 20 millones
restantes de venezolanos. Ante todo somos zulianos; la historia -aunque no sabemos
reconocerlo- nos pesa. Años de ser la República independiente nos ha dejado una identidad
regional, un sentimiento de reconocimiento interno y de diferenciación identificada
como etnicidad zuliana, concepto éste que a juicio de algunos historiadores sólo cabe
para los grupos fuertemente diferenciados. Denominación que además engloba el sentido
de diferenciación y particularidad de un conglomerado humano respecto a otros, un
sentido de diferenciación que surge en base a elementos objetivos y del que se podrá
tener mayor o menor conciecia por parte de los miembros del grupo en cuestión, etnicidad
que podrá reafirmarse, debilitarse, cristalizar en proyectos políticos y hasta desaparecer
según el desarrollo mismo de los elementos internos del grupo diferenciado y de los
grupos con los cuales está en interacción.
A juicio de muchos -y mea culpas de otros- el regionalismo zuliano se ha quedado
un tanto vacío, hueco; se ha debilitado en un regionalismo de la boca para afuera,
de versos de gaita y echonerías, sin práctica que lo respalde. El petroleo es acusado
como el principal causante de ésta perdida. Lo cierto es que a cuatro años del tercer
milenio (artículo escrito en 1996) vivimos del petroleo y sólo nos resta avivar esa
etnicidad. Tenemos buenos antecedentes para lograrlo, desde 1870 comenzamos a resistir
y superar los ataques a nuestra autonomia. El aislamiento -visto como una desventaja-
logramos revertirlo en una oportunidad: nos convertimos en la puerta de entrada para
suramérica e incluso competimos cara a cara con los intereses europeos y salimos airosos
Según las mediciones de los historiadores, en los últimos 30 años, Maracaibo ha entrado
en un proceso de redescubrimiento, al igual que la región entera ha resurgido en la
conciencia de reconocerse a si misma. De ejemplo tenemos que la historia comenzó a
tener su peso adecuado con la creación de un Centro de Estudios Históricos de La Universidad
del Zulia y la apertura del Centro Zuliano de Investigación Documental de ésta misma
institución. Desde nuestra parroquia la esperanza surge con el Proyecto Santa Lucía,
un espacio para no olvidar el pasado pero viviéndolo en el presente y, lo más importante,
haciendo partícipe a las nuevas generaciones. En la mesa de discusión comienzan a plantearse
leyes regionales que le devuelvan parte de lo que el centralismo -y nuestra propia
pasividad como zulianos- le ha quitado a ésta región.
Lisbeth Rosillón y Jasmín Olivares Santander.
Tomado de la edición aniversaria del diario La Columna de Maracaibo !Pa'
que vos veáis!, 9 de Septiembre de 1996.