Jesús Ademir Morales Rojas

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Las tentaciones de Alexis Anton 6

-Paraíso-

Jesús Ademir Morales Rojas

  

     Una noche de luna llena en el jardín del manicomio, Alexis Anton el epiléptico y Katia la autista, contemplaban las estrellas tomados de la mano, en silencio. Comprendiendo el joven que en su vida miserable nunca más tendría un momento de felicidad como ese, quiso fijarlo en el tiempo. Ves esa estrella azul soy yo para ti. Ahora mira esta flor roja linda y pequeña eres tú para mí. El rostro hermoso moreno de Katia inmutable. Anton lo aceptó. Llevó a la joven al dormitorio de enfermas y le sonrió. Ella dio media vuelta sin responder y se metió allí. Así te acepto yo.

     Los clones del albino, feroces en su bestial defensa de la hembra, rodearon a Alexis. El débil joven yacía en el piso, presa de sus ataques. Estúpido. Teniéndola a ella siempre podemos empezar de nuevo. Podemos ser todos en todo. Asqueroso enfermo. Alexis no respondió. Intentó levantarse entre temblores y convulsiones pero los clones comenzaron a trazar caligramas amenazantes en su bélica aproximación hacia él. Uno de los clones tomó a otro y se lo arrojó a Alexis como si fuera una lanza humana. El impacto derribo al joven y lo dejó en peor estado. Quisieron aprovechar encimándolo todos para asfixiarle. Justo en ese instante ingresaron en la cabina principal del Gran Ordenador de la Nave, las heridas pero aún combativas deidades Dionis y Mictlani, el Colibrí zurdo y la guerrera Ocelote. Combaten. Los clones se impulsaban a sí mismos en grotescas maromas, cual si fuesen extrañas marionetas, armas vivientes en coreografías letales e inverosímiles. Ataca  la espada de obsidiana de un lado a otro. Las garras del jaguar suben y bajan lacerando. Pero los clones se arman con exóticos arneses de navajas, a la manera de gigantescos equidnas y derrotan a la pareja de hermanos caen las cabezas decapitadas se han ido. Uno de los clones del albino se aproxima a Katia inerme y la toma de los brunos hombros, los demás clones reinician su absurda danza. Las mudas lágrimas de Katia vuelven. El albino la acerca a su rostro desfigurado. Basta  Alexis estalla en una furiosa erupción de coágulos pus  fluidos corrosivos se lanza contra los clones a uno le revienta los ojos con la aspereza de sus protuberancias óseas  a otro el cráneo con los tumores de sus manos paquidérmicas. Varios caen contorsionantes el rostro derretido por las ráfagas de vómito de Alexis. Atacan los clones del albino con sus arneses en ágiles acometidas. Alexis Anton cae en más de una ocasión pero el dolor de su propio mal supera al de los cortes profundos de las navajas. Siempre se incorpora entre rugidos de encono y tortura por el martirio de su cuerpo chorreante. Le cortan de tajo un brazo. Se tambalea el joven pero piensa en Katia y toma su brazo amputado y lo utiliza como marro  golpea a varios clones que caen derribados. Le ensartan y le cortan varias veces más pero al final, hace caer a todos los clones y se llega frente al albino original, el enfermero sádico que secuestró a Katia, seguramente enviado por oscuras fuerzas del gobierno. El albino saca un revolver y lo apunta hacia Alexis. Es mía es mía. Alexis avanza hacia él adversario su cuerpo destruido. Disparo. Disparo. Alexis se estremece pero no cae sigue y empuja al albino contra el gran tablero del Ordenador. Te odio cuanto te odio. Alexis Le empuja el muñón abierto de su brazo en la boca hasta que sonido de quijadas fractura le asfixia sangre viscosidades grumos. Los controles estallan la cabeza del albino. Silencio.

     La nave se ha detenido. Katia le observa. Alexis, lo que queda de él, se acerca a ella. La viste. Le pone la mano en la mejilla. Se soma a las escotillas: los cercanos fragmentos de Luna por un lado y por el otro el gran rostro de la Tierra, una cara eterno rictus de dolor. La nave casi ha escapado de allí, reventando un ojo del planeta. Ahora Alexis tiene a Katia para él. Los dos solos en un Paraíso de soledad en aquella tumba aérea. Solos. Me atreveré a tenerla solo para mí. Tenerla. No ser para ella. Pero esa inocente mirada de ojos negros le hace desistir. No. Una estrella azul. Una roja flor. Lo acepto.

     Reorientó los controles de la nave averiada rumbo al corazón oculto del mundo. Pero el vehículo estaba muy estropeado y pronto quedó inservible. Alexis no sabía qué hacer. La chica tranquila en su regazo le impulsa. Ya agonizante le dice ven y la cubre en un abrazo inmenso con su cuerpo amputado colmado de hinchazones pústulas heridas erupciones y bolsas de líquido. A continuación abre la escotilla de la nave y se deja caer con ella, hacia la estratosfera densa y putrefacta. Caen resbalando lenta pero constantemente, como una gota de agua en una ventana. De inmediato les atacan las miríadas de sanguijuelas translúcidas y se posan sobre la espalda de Alexis. El dolor, la tortura de esas fauces agobian el cuerpo desangrante del moribundo. Pero no altera en nada su protector abrazo y se concentra en la mirada limpia de aquellos ojos noche que le alienta a soportarlo todo en una ofrenda desesperada. En poco ya son una masa de gusanos contorsionantes llena de luces y chispas, cayendo sin interrupción. Cuando se hallan ya cerca del corazón oculto del mundo, el lugar donde se encuentra el capullo para el sueño infinito de Katia al lado de Adán. Alexis hace un último esfuerzo y hace explotar  sus licuados órganos vitales sobre las bestezuelas ansiosas, que caen disueltas por los ácidos de Alexis. El joven en sus postreros momentos toma a Katia con su brazo y la sostiene trabajosamente para depositarla en el capullo. En el último instante ella lo mira. Le sonríe. Le pone la mano sobre la mejilla gangrenada. Cae suavemente en el capullo que se cierra en torno de ella. Adán dentro de su propio capullo se acerca al de Katia. Duermen. Con el recuerdo de esa caricia y esa sonrisa Alexis suelta  la membrana jalea de cielo y cae definitivamente hacia la tierra infierno. Se despedaza impactándose contra una montaña de cadáveres. Rueda varas veces sobre sí, dejando en el camino partes desgarradas de su propio cuerpo. Al final una masa sangrienta y grotesca se detiene siente piensa no me oyes no me ves pero para mí siempre tú yo solo por ti. Lo acepto.  Se hizo un ovillo y expulsando por la boca las entrañas Alexis murió.

***

     Poco después el cielo entero de ha derretido. Los trozos de Luna han caído sobre el mar de sangre que al contacto con las rocas inmensas y el fluido mucoso de la atmósfera han transformado el mundo en un global océano de mercurio, interrumpido por islas de metales preciosos,  penínsulas de ámbar y costas de diamante. En el cielo siempre nocturno pero ahora limpio, en vez de Luna se asoma un enorme corazón verdoso-fosforescente. En su interior las siluetas de dos fetos tomados de la mano, compartiendo un plácido sueño perenne. La realidad inicia de nuevo. Pero de otra manera. Katia contempla el cielo paseando en una isla de plata. Es un mundo de misterio, vacío y silencioso. Una voz le llama. Ella responde. Voy. Se dispone a partir de la playa brillante. De pronto, algo la interrumpe.  En su mano los pétalos rojos de una flor que no sabe de dónde. Katia mira al cielo. Una solitaria estrella azul brilla para ella. Katia sonríe. Da media vuelta y desaparece en el bosque metálico. Sin decir más. Lo acepto.

     (Alguien se da la vuelta hacia el muro y muere en paz)

     Afuera el mutismo revelador de las eternas estrellas.


 

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Escritor mexicano


Jesús Ademir Morales Rojas nació en la Ciudad de México en 1973. Cursó estudios de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, es diplomado en Historia del Arte por la Universidad del Claustro de Sor Juana y en Museología (mención honorífica) por parte del Museo del Carmen, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ha colaborado en diversas publicaciones literarias virtuales como Crítica, Destiempos, AXXÓN y Literatura Virtual.

Ha participado en varias redes de blogs orientadas a la cultura y la educación. Actualmente forma parte del equipo de redactores de la red Hoyreka!" y del proyecto de creación de contenidos Coguan, cuyo fundador y Director General es el Dr. Carlos Bravo.

Jesús Ademir es administrador de redes sociales y gestiona cuentas de los blogs Hoyreka y es el responsable del área de social media en la firma TratoHecho.com

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Otras colaboraciones suyas incluyen la redacción de artículos para la productora argentina especializada en contenidos online Bee


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Ademir convoca imágenes reflejadas en espejos infinitos en la serie de narraciones reunidas bajo el título Hipnerotomaquia. Surgen ahí personajes, fantasmas y monstruos cotidianos para protagonizar sueños interminables donde cambian de aspecto, tanto como las palabras del narrador que las retuerce hasta sacar nuevos significados de los signos convencionales.

Todos los que han soñado saben que la percepción se altera para mostrar realidades imposibles. Los tiempos se confunden y el futuro deja de ser consecuencia del pasado. Hay un orden propuesto por el autor, para adentrarse en estas ocho lecturas, aunque bien sepa que es imposible establecer normas que precisen una estrategia de lectura.

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 José Luis Velarde

Hipnerotomaquia