Esporádicos truenos muy distantes,
en abismal silencio tundían y confundían
placentera mañana, la calma esperada.
Quejumbroso y pertinaz ladrido,
rugido, molesto enfado, tembloroso
canino, perruno y dolido por tronío de,
infames cueteros,
la trompa gemía, jadeante y húmeda.
Costumbres dirían, pero mejor hubiese sido
ver correr de día, en mañana muy fría
a infantes en mansedumbre alegría,
como en juguetería, sin pólvora,
tintineando de puntitas, risitas al paso,
triciclos,
aviones, espadas, muñecos, pelotas y muñecas,
ese fue antes, un día.
La adultez, en insegura sonrisa sonora,
de polícroma persona un fresco mural
desfigurado,
no alcanza a convertir momento en vida.
Chinampinas, confeti y serpentinas
anclado el fetiche fatalista, fatalismo, sin
aliento.
Compungido suspiro, superficial por vano
intento,
desfallezco de vulgar anomía,
evitando llamar a las cosas por la punta,
desfallezco, en ráfagas de abrazos y plomazos,
sin ver siquiera, niñas, niños, infantes como
antes,
luciendo sus regalos y sus pasos.
Ahora, los metates detenidos, el metlapil y el
tepextate,
la salsa rebosante del cocido, guajolote
horneado
no hay música, canto o elegía, sin lamento ó
sacrificio, romeritos, arroz con camarón,
los pulques, aguardientes y raicillas,
la clave, olla express, la licuadora,
los escoceses, coñaques, cervezas,
tequila, su corona triunfadora
de sincretismo encanto, nos devora,
era Nora mi señora, que rebozo usaba
cargando de textil dulzura, el amor infinito
de su prole, devorando, sabores y colores
digería
como relincho en ordenado movimiento de mordida.
Qué forma de decirte ahora, dulce señora, que
el tiempo arruga la frente, los hijos crecen,
las hojas del invierno desfallecen,
cayendo como alfombras amarillas
al paso del corcel y de los días;
tapices de mujeres exaltadas
en intrépida búsqueda nos llevan,
liberarse con los hombres de por vida,
ó voltearnos sumisos de cabeza, en exótica
devoción
llevando consigo el vestido y la comida,
como daga inmunda del “woman magazine”,
la firma, rubricando mercados, compras, antojos
tristes desenfados, pululando al contado,
consumos exóticos de ermitaños,
votando azules los colores de los cielos,
estrellas misteriosas, fetiches de nuevo y luces
mercanchifes,
con melancólicos, falsos hechiceros de mi Fe y
de mis Credos,
en totémico tlatoani doctrinario, convirtiendo,
mis dioses agoreros
de festín templario, plazas comerciales
en gigantescos templos
non sagrados.
¿A dónde me llevas mujer que mucho ofreces?
¿A cruel y oscura navidad de larga vida?,
o a laurna de los fácticos capitales,
a la esperanza
probada
e inmunda, de aquello cuarteado de muy antes,
que falló por quejidos, requiebres y chipotes
construidos, por mojigata chancla hilada
de alpargata mente, sincretismo de criollos
vinos,
ajenjos, tintos, blancos y afrutados, prefiero
el pulque
que las parras, si dentro se esconde en la panza
de grueso roble
de barrica, el brandy como mortífera resaca,
veneno doloroso y dulce, sin final…
En cava santa te alojaba, mi brillante mas
preciado,
un anillo en corpóreo dedo, no es el índice ni
el meñique,
el más útil diamante y diamantino acto,
que artesano gémico figuraba, en fórmula
acabada,
tu presencia mujer, joya divina, mi hijo
disfrutaba, delirante
amor con pétalos bordaba, con hilo fulgurante e
invisible
provocaba y con una luz intensa, tejíase una
trama
de amor de buen amante, augurando feliz camino,
el caminante.
¡Oh, qué feliz! Te veía, tertulio de pareja, que
al fundirse
por los años en madeja como gema preciosa, sin
bandeja,
se labra vida con dureza, enfrentando rituales
de belleza
¡oh¡… ¡que grandeza!,
de hinojos lo pedía.
Espadachines desarmados con pasiones bajas
discurrían,
entre el vituperio y la alabanza se batían,
para nadie era sorpresa, inopinada, insípida,
tardía,
libertad, paz y alegría, que este pueblo
requería, inútil
promesa repartían, dejando en ristre lo cargado,
abandonado,
en falso estrado, daban la cara sucia en
despoblado,
sin rubor, con cinismo osado, frente a un pueblo
destrozado.
¡Cuidar! ¡cuidar!... dirían los menos, …de temor
han de temblar,
ante un pueblo desbocado, sin hallar reparo ni
mecate que los ate,
¡Al diablo! ¡Al diablo!
Con lamentos y tejidos hilvanados en falsa trama
derruida, desmecatear esos atados, sin miedo a
sus reparos
con manos blanquecinas, de percal y estampado
bien forrado,
en porcelana con moldes eternos,
esculpida y bien pulida.
Cd. Victoria, Tamaulipas a 4 de enero de 2012
Contador
de visitas para blog
*
|