Carlos Barbarito

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Amsterdam

Carlos Barbarito

A María y Cecilia

¿Y si el idioma perdiese de pronto su misterio,

fuese de borde a borde conocido?

Entonces, ¿qué uniría, derecho e invisible,

al fuego con la chispa, qué

agua acogería, en la superficie,

los sucesivos reflejos de la mañana?

¿Habría chispa, fuego, agua,

un remo, apenas, rozando el fondo,

apenas una humedad en los muros más viejos?

¿Quedarían siquiera un pie en mar oscuro sumergido,

un edredón, una máscara?

 

AMSTERDAM

  Cabeza de animal, medio enterrada,

bajo la noche del mediodía:

qué es, a esta hora, de la muerte,

qué del amor, bajo el vestido, el deseo.

Hueco donde hubo ojos, nada de dolor,

un dolor enorme, estaca.

Y hueco donde hubo casa, abrigo,

risa detrás del número, hierba, amarga, dulce.

                                                Veré qué hay detrás de tu máscara

 -dijo;

detrás de la carne, del género,

de la posibilidad, del sueño.

Me vertiré entero, en partes,

gota a gota sobre cascotes, cenizas;

caerá aguacero, sin medida,

seré el ahogado, allí, desnudo, pobrecito.

Ecos, perfiles, sombras,

joyas falsas, silbidos de ratas, linternas

en lo oscuro, lo oscuro en papel teologal

u obsceno, hueco, tal vez, quizás, jamás, nunca.

Cabeza de mujer, de hombre:

el animal se retira, a lo lejos se hunde.

(24 de mayo, 2003, noche)

 

Torpe desnudez, bajo

la camisa, cerca de una masiva desbandada,

alas y alas hacia la luz

o lo que se supone que es la luz,

una mancha, la inocencia abatida,

inclinada sobre la orilla limosa.

Extranjero. El sueño llega tarde,

detrás del cortejo enmascarado,

viga de madera enmohecida,

tinta seca incapaz de otorgar nuevo nombre

al alumbre que no cura, no asiste

 

 

(a W.S.)

Irá la sangre al fracaso

y la muerte será, ¿alguna vez no lo fue?,

madre y padre de la belleza.

 

Cáscara, corteza, en el centro, poco;

poco dios para tanto diluvio,

poco deseo para tanto ramaje,

tantas hojas secas apiladas en la linde del baldío.

Muslo, breve paraíso, poco;

la calle empuja el frío hacia la mirada,

la calle disemina el gentío,

el olor del bálsamo, la medida del mundo,

belleza, fervor, mar dulce o salobre,

fruta acre, pétalos, cordón

de plata entre amado y amada, borrasca.

En la linde, madre de escasez.

Padre sin ojos, apiñado, torcido.

¿Profetiza? Cáscara, corteza,

en el centro árbol que tiembla,

abajo, ecos, dispersos.

 

Una mujer ahogada.  Desasida

de sí, los ojos ciegos, anónima.

Hay un largo incendio de llama fría.

Hay un relámpago fijo a cada lado

de la tierra. Cada agua

oscura, clara, cada planta y pez,

número, metal ante lo que inclina la plomada,

tuerce la regla, confunde al metrónomo.

 

Animal del óxido, inconcluso, tardío,

bajo una lámpara apagada

y otra a medias encendida.

Criatura rota, apartada de toda necesidad,

de todo cálculo y alfabeto.

 

No es cuerpo, sombra, ante

la desembocadura, el amplio estuario

que da a la noche. No

está entero, roto, en el centro,

a ambos lados, justo

a la salida de la infancia, cuando más duele.

No reza, muerde, arranca

pedazos de mundo, de algún remoto dios

que habita, entre ratas, los albañales.

No duerme, vela, se muerde la lengua

para no dormir, no llora,

llora antes de quedarse ciego,

de perder una pierna bajo la tormenta,

picado por insectos y pájaros,

entre trapos de adiós y muebles

desvencijados,

inútiles.

 

Pasa, no enseguida, tarda su tiempo

-hay musgo en la pared

como sudor en la sábana-

No materia, imagen,

besan el espejo, lo que parece espejo,

no se abrazan, derivan disociados,

blanco sobre blanco

sobre blanco espeso, agrio

-alrededor, encima, pero lejos,

el mundo no encuentra en ellos

su propio vacío, su propio lleno-.

 

No te toques

-le dijeron

cae cal del cielo,

cae arena que no dura.

Hay algo ahí adentro.

Hay piedra que rueda,

mar con aguaviva,

sólida luz contra las horas.

Es espeso, ácido, turbio

y angélico, único y diverso.

Cae pez que no envejece,

pulpa que no muere,

hilos atados a hilos

que luego suben, otra vez,

a reunirse y hacerse madeja.

Pero no te toques

-le dijeron.

(Amsterdam, a Mirta Kupferminc)

...hijos de un alma tímida

que la tristeza arroja al delirio.

Spinoza, Tratado teológico-político.

 

Y ahora todo sucede,

afección de una sustancia

menos densa que la noche

y más espesa que el agua.

A través de un juego de lentes

-que otros llaman dios-,

un eco reverbera de muro en muro

bajo la lluvia.

Y ahora nada sucede,

rotura, emigración, extravío,

piedra que al ser frotada

no produce chispa.

No hay agua que bebida

traiga sueños, visiones.

No hay materia que,

imantada o perforada, revele su secreto.

Alguien, un instante antes de morir,

siente que la vida

no es sino una variante menor

de la fuerza que pudre los frutos

y arrastra las hojas secas.

 

Entonces, las horas aportan cenizas,

silbidos, inútiles agregados.

¿Es un óxido en una llave,

mucílago? ¿O es

algo peor, el miedo tal vez,

miedo a tocar lo que sobrevive,

allá abajo, adonde van a dar,

en confusión, sangres y aguas?

 

No importa en qué idioma se escriba.

 

Toda lengua es extranjera, incomprensible.

Toda palabra, apenas pronunciada,

huye lejos, adonde nada ni nadie puede alcanzarla.

No importa cuánto se sepa.

Nadie sabe leer.

Nadie sabe qué es un relámpago

y menos cuando se refleja

en el pulido metal de un cuchillo.

Ahora la noche parece un mar.

Por ese mar remamos,

dispersos, en silencio.

 

La misma luz que ilumina la piedra

la considera superflua y la desecha.

La piedra se agrieta en el centro

y el musgo que la recubre no lo impide.

 

ÁRBOL DESATADO

Nada crece excepto el pasto.

Nada salta a la vista salvo alguna piedra

y lo que la piedra contiene y resguarda.

Aquí, lejos de la playa,

lejos del sitio donde el agua

devuelve cada tanto

metales oxidados, enmohecidas maderas,

algún cadáver de delfín o tortuga.

No sopla el viento capaz de empujarnos

hacia lo entonces prometido.

Los minutos que pasan se hacen horas

pero jamás días y sí noches

que jamás consienten en ser años

y sí siglos en los que alguien muere

y otro, que lo ignora, bosteza.

(A Jorge García Sabal)

Arde la materia, no nos salva,

arde – astillas, filos,

bujías – no

nos salva. No nos cubre

de la lluvia, no

nos quita del camino

cuando vienen las bestias

- arde, echa humor, olor,

otros dicen dios, otros se callan-

No importa que esté yo vivo.

No importa que estés muerto.

No – astillas, filos, bujías-

nada.

(14 de mayo, noche)

 

(María Gracia Subercaseaux, Espejo)

Los ojos abiertos, cuando está oscuro,

los ojos cerrados, cuando estalla

el relámpago. ¿Qué

falla en el instante puro,

en la instancia más abierta y destilada?

No somos polvo ni hierba.

Y lo somos, aunque entremos al mar

y, entre olas, sepamos

que allá abajo hay plantas y peces.

¿Quién instaló muerte,

azar? ¿Quién puso llama

en el extremo de la vela,

bestias cabeza abajo,

dolor en el dolor?

¿Es todo cuanto podemos decir?

¿Y esa que, desnuda,

al pie de una cama

con sábanas revueltas,

a sí misma se contempla?

 

Pensar el mar, ante paredes de piedra,

el mar inundando las esquinas,

las casas, los cuartos donde se ama o mata.

Bajo el agua, una luz.

Iluminado, alguien flota entre papeles y tintas negras, rojas.

El mar es cuanto se sabe y no,

inteligencia y catástrofe, aislamiento y cortejo;

una respiración antigua, una cópula sin medida,

lo ancho, lo balsámico y lo cruel,

lo que muere y se convierte en sólo fondo.

Allí van a dar los restos de algún dios, de la lluvia.

No hay otro modo de llegar a Jerusalén

                                                        -dijeron

pero, ¿quién es capaz de tal cansancio?

 

¿Y por qué llorar a los muertos?

¿Por qué soñar y despertar y volver a soñar?

¿Cómo obtener abrigo

mientras el día queda siempre del otro lado,

las ramas se amontonan en un rincón del patio?

Enciende un fuego bajo un cielo que huye.

Arma una pasión con hojas, cáscaras, palos.

Solo, entre pequeñas bestias que amamantan

y maduran para la gravedad y no para el vuelo.

¿Una piedra puede florecer? ¿Qué espera,

entonces, qué hace allí, sucio, desnudo?

De lado a lado, ventanas apenas iluminadas,

detrás, una marca, la vejez, la costumbre.

(A Marianne Moore)

Excluida la idea de la inmortalidad,

quedan el polvo,

la hierba,

el agua que forma charcos,

la rama desde la que canta el pájaro,

cierto misterio que la razón

supone sombra pasajera.

Queda, en fin, la vida,

el cuarto donde una mujer se sube las medias,

el otro cuarto, acaso contiguo,

donde dos se desnudan

y se abrazan, y al terminar

se dicen, uno al otro:

no moriremos.

 

(Lezama Lima, último de 1976)

Respira. Apenas eso. En la veloz

evaporación del milagro, de ceniza a ceniza.

Del bromo, algo que roba poco a poco el aire.

No hay testigos; en lo que queda de mundo,

los perros se disputan pedazos de cartón,

algún hueso torcido, los restos de un disfraz de marino.

Respira. Nada más. En un aire que se agota

y la vida que se hunde

como se hunden la piedra en el agua, los imperios.

 

¿Cómo es ahora el mar? ¿Y

el salto del delfín? ¿Y el niño afiebrado,

el miedo a las arañas, la carcoma,

la piel de la culebra, la mujer desnuda

frente a la mujer vestida que la contempla?

 

Ella se desviste frente a un espejo.

Desnuda, en otro instante

de su existencia de baya

que madura para la muerte y el deseo,

parece resignarse al eterno juego

que alterna los días y las noches,

trae mayo después de abril,

lleva y quita las aguas de las playas,

da vida y mata a cada cual,

no importa si sintió miedo con cada relámpago

anduvo por húmedos caminos

o durmió bajo cielos siempre en fuga.

Y sin embargo, afuera,

en lo profundo de la tierra, en plena mañana,

una oscura ciega criatura del crepúsculo

cava con sus uñas hacia arriba,

un súbito viento tira abajo

la cortina que separa al público de la escena,

un árbol incendiado atrae a las bandadas

que al fuego una tras otra se precipitan

y encuentran belleza en las llamas.

 

Humedad en la hierba,

en las manos que tocan la hierba,

sucia humedad y por eso, santa.

 

Se hará espeso el aire

y por el aire, voces, semillas.

Nadar agua adentro,

hacia donde nada sostiene,

nada calma salvo un grito, un relámpago.

 

Pero queda el sueño: allí,

desnudo, aquello que en la vigilia

no puede verse sin que duelan los ojos.

Queda, entre pliegues y pliegues,

lo que en el hombre es trabajo

y en el niño juego, agua

que su huida permanece,

en su avance reposa. Y

queda también quien sueña,

a la luz de lo oscuro:

se colma con lo que en otros

es pérdida, despojo.

Podría, entre oculto y sumergido,

esquivar la muerte, tornar

liviano el peso, alumbrar lo oscuro...

Es un deseo; la muerte

cava, toda uñas, desde el fondo,

el peso obliga a ser piedra

a lo invisible, lo oscuro

gana porciones de día

hasta el borde donde se confunden

ventura, imán y deriva.

En cada muro un idioma sumergido.

En ellos leo, como otros leerán

en la lluvia o en el vuelo de las aves,

cómo infesta de a poco su pulpa el tiempo,

en qué cieno o ceniza se transfigura.

(46 de la rue Hippolyte-Maindron)

Aquí, donde señalo, padre seco

de hijos secos que el tiempo gasta

en bordes y centros. Espacio

en las lindes de lo inmóvil,

se avejentan sin envejecer, figuras

dispuestas en línea recta

bajo estrellas fijas, fijos polos.

Bajo el mar, no hay mar,

largos y vacíos peces con ojo hueco

y marca, ópalos, arcillas,

cobres, cada muerte con su cábala,

cada vida con su ojiva, y, en lo alto,

aguas dispersas, tramas, médulas.

¿Es destino, inocencia, idioma

de panal, de éter? ¿Es

falso o hermoso, hermoso y falso,

digno de sal o digno de melodía,

abeja que pica y enseguida muere,

sangre que fracasa, marco

que aguarda una tela que aún no es pintura,

estrella que cae al suelo

y estalla y disuelve tiempo y sombras?

 

Mi perro apoya su cabeza en mi rodilla.

Esta mañana otro perro lo mordió y aún,

luego de horas, siente miedo.

Afuera el mundo empuja a las criaturas

hacia nidos, camas, agujeros, albañales.

 

Tiembla la gota en el extremo de la rama

¿Caerá? ¿Permanecerá? Abajo,

el animal vacila entre huir o quedarse,

husmea en lo dado, orina, con angustia,

en lo negado. Lo que sí muere

es la hoja, ya vacía en sus nervaduras.

Noche: prosa y número detenidos en reflexión

tan pura como inútil. Antes,

supongo, fue el vértigo de lo fijo,

la quietud de lo móvil,

el pecho único que amamanta, el ave

que se pudre al sol, antes de la tormenta.

Luego, lo sabe alguien, pocos,

el pan bajo la tierra, la piedra en el plato,

partida y comida aunque nadie tenga hambre.

Hija, ¿qué otra cosa puede ser el mundo?

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Obra publicada:
1985. Teatro de lirios. Fundación Alejandro González Gattone, Pergamino. Prólogo de Edna Pozzi.
1987. Éxodos y trenes. Último Reino, Buenos Aires. Prólogo de Alberto Luis Ponzo. Ilustraciones de Rafael Landea.
1988. Páginas del poeta flaco. Filofalsía, Buenos Aires.
1990. Caballos y otros poemas. Hojas de Sudestada, Taller de Poesía de Ana Emilia Lahitte, La Plata.
Acerca de las vanguardias: Arte argentino siglo XX. Comisión de homenaje a Jorge Feinsilber, Buenos Aires.
1991. Parte de entrañas. Arché, Buenos Aires.
1992. Bestiario de amor. En: El primer siglo. Centro de publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe.
Viga bajo el agua. Ediciones del Dock, Buenos Aires. Ilustración de Willi Baumesteir.
Meninas/Desnudo y la máscara. En: Poesía. Último Reino, Buenos Aires.
1995. El peso de los días. Edición digital de Carlos Read. Prólogos de Santiago Sylvester y Dolores Etchecopar. Ilustraciones de Felix Kelly y Diego Martínez. Altamira, Buenos Aires.
1998. La luz y alguna cosa. Prólogo de Cristina Piña. Último Reino, Buenos Aires.
1999. Desnuda materia. Fotografías de Andrea Miranda y María Pugliese. Ediciones del Árbol, Buenos Aires.
2001. Roberto Aizenberg. Diálogos con Carlos Barbarito. Fundación Federico Jorge Klemm, Buenos Aires. Colección Arte, teoría y crítica dirigida por Carlos Espartaco.
2002. Puntos de fuga. Prólogo de Héctor Sommaruga. Colectivo Zona Alta, Nro.12, Toluca, México.
En Internet:
Casa de cadenas. Fotografía de E. Servera.
Figuras de ojo y sombras. Fotografías de Lucy Barbosa y Andrea Miranda. En: www.revistaetcetera.com.br (Brasil)
Figuras de ojo y sombras. En: www.caminosdepakistan.com (España).
Ediciones artesanales:
1984. Poesía quebrada. Mano de Obra, Buenos Aires, 1984. Prólogo de María Pugliese. Ilustraciones de Salvador Gallup. 300 ejemplares terminados a mano y firmados por el autor.
1992. Poemas. Edición a cargo de Paula Salmoiraghi. Bella Vista, Buenos Aires.
Textos para catálogos y muestras:
2000. Lo Pinto, Marcelo. La trama imperfecta. Pinturas, dibujos, objetos. Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Sala 7, 9/26 de noviembre.
2001. Miranda, Andrea. Rostros del más acá. Fotografías. Universidad Autónoma de Sinaloa, México, Galería de Arte Frida Kalho. 1 de marzo.
2002. Lo Pinto, Marcelo. Bestiario cotidiano. Dibujos, pinturas, objetos. Museo Provincial de Arte, Santa Rosa, La Pampa. 12/24 de julio.
Traducciones:
1991. Cantar de cantares. Versión al portugués de Rudolph Link. En: Nicolau, 39, Curitiba, Brasil.
1991.. (Poems) Versiones al inglés por Adriana Uturbey y David Hughes. Ilustración de Graciela Cassell. En: Four argentine poets. Correo Latino, Buenos Aires. 1994.
2002. Poems. Versiones al inglés por Brian Cole. Diseño de Anna Cole. En: www.brindinpress.demon.co.uk (Reino Unido)
2003. Agora acontece tudo... Versión al portugués por Alberto Augusto Miranda. En: ttp://incomunidade.com.sapo.pt
Antologías y ediciones colectivas:
1985. Nacer en los 50. Prólogo de Hugo Fiorentino. En: Mundo de papel, Alcalá de Henares, España.
1990. Anuario de poetas argentinos. Selección 1989, a cargo de Cristina Piña, Joaquín Giannuzzi y Francisco Madariaga. Ediciones del Dock, Buenos Aires.
Breve muestra de la poesía contemporánea del Río de la Plata. Bianchi Editores, Buenos Aires.
70 poetas argentinos 1970-1994. Prólogo y Selección de Antonio Aliberti. Plus Ultra, Buenos Aires.
1994. A Cecilia, en memoria. En: Cinco poemas en homenaje.
1998. Poesía Argentina año 2000. Selección y prólogo de Marcela Croce. Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas. F.F. y L., UBA, Buenos Aires. Cuadernos del Matadero, 1.
Actividades interdisciplinarias
2000. Corrupción: Plástica y poesía. Colectiva. Poesía: C.B. Plástica: Mercedes Naveiro. Galería Hoy en el Arte, Buenos Aires, 6 de abril. Presentación de Vicente Zito Lema.
2001. Albistur, María Eva. Insomne. CD. Buenos Aires, Nueva Dirección en la Cultura. Musicalización del poema Inscripción.
2003. Paz, Hilda. En esta sombra. Objetos. Centro Cultural San Martín, Sala 2, Buenos Aires. Libro de artista Leve ala de fe sobre el incendio del mundo (poema incluido en: La luz y alguna cosa).
Revistas, diarios y páginas en Internet:
Poemas, ensayos, artículos y otros escritos en su país y en Uruguay, Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Cuba, Puerto Rico, México, Estados Unidos, Portugal, España, Gran Bretaña, Suecia e Italia.
Algunos estudios críticos y ediciones dedicadas a su poesía:
1985. Mastroberardino, Daniel. Pez de la tierra o el infierno en este mundo (Teatro de lirios). En: La Opinión de Pergamino, Suplemento de Cultura, Nro. 35.
S/f. Costa, Ricardo. En: La imagen y la palabra. Inédito.
1986: Ponzo, Alberto Luis. La poesía de Carlos Barbarito. En: La Cultura en El Tiempo, Azul, Buenos Aires, 19 de enero.
Medrano, Marta. (sobre Teatro de lirios). En: Ambito Literario, Buenos Aires, mayo-junio.
1988. Aliberti, Antonio. Un libro y dos poetas. En: La Cultura en El Tiempo, Azul, Buenos Aires, 20 de noviembre.
1987. Diéguez, Lauro. Trenes rigurosamente vallejianos. En: La Razón, Buenos Aires.
Warley, Jorge. (Sobre Éxodos y trenes). En: El Porteño, Buenos Aires, julio.
Petit de Meurville, Javier. El ruido de la feria. Inédito.
1990. Para no morir de frío en la penumbra: Juntos, Nro.22, San Miguel, Buenos Aires.
1997. Aliberti, Antonio. Estudio preliminar. En: Poesía argentina de fin de siglo. Editorial Vincigerra, Buenos Aires. Colección Metáfora.
1988. Fernández, Guillermo. La luz y alguna cosa. Inédito.
1999. Aguirre, Joaquín María. La luz y alguna cosa. En: Espéculo, Universidad Complutense, Madrid, www.ucm.es.info/especulo/numero10/c_barbar.html
2001. González Baeza, Claudio. Desnuda materia. En: La bota literaria. Nro.V, Buenos Aires.
La bota literaria, Nro. VIII, dedicado a C.B. Texto de Juan Luis Giménez Victorica.


Premios:
Premio Fundación Alejandro González Gattone.
Premio Concurso Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industrial Editorial, Fondo Nacional de las Artes.
Premio Bienal de Crítica de Arte Jorge Feinsilber.
Premio Tierras Planas.
Premio Fundación Argentina para la Poesía.
Gran Premio Libertad.
Premio Raúl Gustavo Aguirre de la Sociedad Argentina de Escritores.
Premio César Tiempo.
Mención Concurso Revista Plural, México.
Tercer Premio Fundación INCA.
Menciones de Honor Leopoldo Marechal y Carlos Allberto Débole.
Tercer Premio Enrique Pezzoni del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

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Este registro se añadió el 28 de octubre 2009

 

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CARLOS BARBARITO
(Pergamino, Buenos Aires, Argentina, 6 de febrero de 1955).
 

Obra publicada:

  • Poesía quebrada (Mano de Obra, Buenos Aires, 1984).

  • Teatro de lirios (Fundación Alejandro González Gattone, Pergamino, 1985).

  • Éxodos y trenes (Último Reino, Buenos Aires, 1987).

  • Páginas del poeta flaco (Filofalsía, Buenos Aires, 1988).

  • Caballos y otros poemas (Hojas de Sudestada, La Plata, 1990)

  • Parte de entrañas (Arché, Buenos Aires, 1991).

  • Bestiario de amor (El primer siglo, Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1992).

  • Viga bajo el agua (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1992).

  • Meninas/Desnudo y la máscara (Poesía. Ganadores del Concurso Nacional de Poesía Enrique Pezzoni 1992. Centro de Estudiantes Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Último Reino, Buenos Aires, 1992).

  • El peso de los días (Ediciones Electrónicas Altamira, Buenos Aires, 1995).

  • La luz y alguna cosa (Último Reino, Buenos Aires, 1998).

  • Desnuda materia (Ediciones del Árbol, Buenos Aires, 1999).

  • Puntos de fuga (Colectivo ZonAlta, Toluca, 2002).

  • La orilla desierta (Andrómeda, San José de Costa Rica, 2003).

  • Piedra encerrada en piedra (Hespérides, La Plata, 2005).

  • Les minutes qui passent (Poietes, Foetz, 2005).

  • Figuras de ojo y sombras (Bermingham Edit., Donostia, 2006).

  • Música humana y de paramecio (Colección Manija, San José de Costa Rica, 2008)

  • Un fuego bajo un cielo que huye (Baile del Sol, Tenerife, 2009)

  • Cenizas del mediodía (Praxis, México D.F., 2010)

  • Feu sous un ciel en fuite Traducción de Patrick Cintas (Le Chasseur Abstrait Éditeur, 2010)


En Internet:
Casa de cadenas. Fotografía de E. Servera.
Figuras de ojo y sombras. Fotografías de Lucy Barbosa y Andrea Miranda. En: www.revistaetcetera.com.br (Brasil)
Figuras de ojo y sombras. En: www.caminosdepakistan.com (España).
Ediciones artesanales:
1984. Poesía quebrada. Mano de Obra, Buenos Aires, 1984. Prólogo de María Pugliese. Ilustraciones de Salvador Gallup. 300 ejemplares terminados a mano y firmados por el autor.
1992. Poemas. Edición a cargo de Paula Salmoiraghi. Bella Vista, Buenos Aires.
Textos para catálogos y muestras:
2000. Lo Pinto, Marcelo. La trama imperfecta. Pinturas, dibujos, objetos. Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Sala 7, 9/26 de noviembre.
2001. Miranda, Andrea. Rostros del más acá. Fotografías. Universidad Autónoma de Sinaloa, México, Galería de Arte Frida Kalho. 1 de marzo.
2002. Lo Pinto, Marcelo. Bestiario cotidiano. Dibujos, pinturas, objetos. Museo Provincial de Arte, Santa Rosa, La Pampa. 12/24 de julio.
Traducciones:
1991. Cantar de cantares. Versión al portugués de Rudolph Link. En: Nicolau, 39, Curitiba, Brasil.
1991.. (Poems) Versiones al inglés por Adriana Uturbey y David Hughes. Ilustración de Graciela Cassell. En: Four argentine poets. Correo Latino, Buenos Aires. 1994.
2002. Poems. Versiones al inglés por Brian Cole. Diseño de Anna Cole. En: www.brindinpress.demon.co.uk (Reino Unido)
2003. Agora acontece tudo... Versión al portugués por Alberto Augusto Miranda. En: ttp://incomunidade.com.sapo.pt
Antologías y ediciones colectivas:
1985. Nacer en los 50. Prólogo de Hugo Fiorentino. En: Mundo de papel, Alcalá de Henares, España.
1990. Anuario de poetas argentinos. Selección 1989, a cargo de Cristina Piña, Joaquín Giannuzzi y Francisco Madariaga. Ediciones del Dock, Buenos Aires.
Breve muestra de la poesía contemporánea del Río de la Plata. Bianchi Editores, Buenos Aires.
70 poetas argentinos 1970-1994. Prólogo y Selección de Antonio Aliberti. Plus Ultra, Buenos Aires.
1994. A Cecilia, en memoria. En: Cinco poemas en homenaje.
1998. Poesía Argentina año 2000. Selección y prólogo de Marcela Croce. Instituto de Literatura Argentina Ricardo Rojas. F.F. y L., UBA, Buenos Aires. Cuadernos del Matadero, 1.
Actividades interdisciplinarias
2000. Corrupción: Plástica y poesía. Colectiva. Poesía: C.B. Plástica: Mercedes Naveiro. Galería Hoy en el Arte, Buenos Aires, 6 de abril. Presentación de Vicente Zito Lema.
2001. Albistur, María Eva. Insomne. CD. Buenos Aires, Nueva Dirección en la Cultura. Musicalización del poema Inscripción.
2003. Paz, Hilda. En esta sombra. Objetos. Centro Cultural San Martín, Sala 2, Buenos Aires. Libro de artista Leve ala de fe sobre el incendio del mundo (poema incluido en: La luz y alguna cosa).
Revistas, diarios y páginas en Internet:
Poemas, ensayos, artículos y otros escritos en su país y en Uruguay, Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Cuba, Puerto Rico, México, Estados Unidos, Portugal, España, Gran Bretaña, Suecia e Italia.

Algunos estudios críticos y ediciones dedicadas a su poesía:
1985. Mastroberardino, Daniel. Pez de la tierra o el infierno en este mundo (Teatro de lirios). En: La Opinión de Pergamino, Suplemento de Cultura, Nro. 35.
S/f. Costa, Ricardo. En: La imagen y la palabra. Inédito.
1986: Ponzo, Alberto Luis. La poesía de Carlos Barbarito. En: La Cultura en El Tiempo, Azul, Buenos Aires, 19 de enero.
Medrano, Marta. (sobre Teatro de lirios). En: Ambito Literario, Buenos Aires, mayo-junio.
1988. Aliberti, Antonio. Un libro y dos poetas. En: La Cultura en El Tiempo, Azul, Buenos Aires, 20 de noviembre.
1987. Diéguez, Lauro. Trenes rigurosamente vallejianos. En: La Razón, Buenos Aires.
Warley, Jorge. (Sobre Éxodos y trenes). En: El Porteño, Buenos Aires, julio.
Petit de Meurville, Javier. El ruido de la feria. Inédito.
1990. Para no morir de frío en la penumbra: Juntos, Nro.22, San Miguel, Buenos Aires.
1997. Aliberti, Antonio. Estudio preliminar. En: Poesía argentina de fin de siglo. Editorial Vincigerra, Buenos Aires. Colección Metáfora.
1988. Fernández, Guillermo. La luz y alguna cosa. Inédito.
1999. Aguirre, Joaquín María. La luz y alguna cosa. En: Espéculo, Universidad Complutense, Madrid,
2001. González Baeza, Claudio. Desnuda materia. En: La bota literaria. Nro.V, Buenos Aires.
La bota literaria, Nro. VIII, dedicado a C.B. Texto de Juan Luis Giménez Victorica.


Premios:
Premio Fundación Alejandro González Gattone.
Premio Concurso Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industrial Editorial, Fondo Nacional de las Artes.
Premio Bienal de Crítica de Arte Jorge Feinsilber.
Premio Tierras Planas.
Premio Fundación Argentina para la Poesía.
Gran Premio Libertad.
Premio Raúl Gustavo Aguirre de la Sociedad Argentina de Escritores.
Premio César Tiempo.
Mención Concurso Revista Plural, México.
Tercer Premio Fundación INCA.
Menciones de Honor Leopoldo Marechal y Carlos Allberto Débole.
Tercer Premio Enrique Pezzoni del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.